/ jueves 22 de agosto de 2024

Fuera de Agenda / El gobernador y su narconovela

En diciembre de 2013 Rubén Rocha Moya, entonces funcionario del ISSSTE, publicó en edición de autor una novela que tituló “El disimulo. Así nació el narco”. La obra del hoy gobernador de Sinaloa trata sobre un poblado ficticio ubicado en algún lugar de la sierra de Badiraguato, al que llamó Chepederas, comunidad que podría tener reminiscencias de su natal Batequitas. El libro cuenta cómo los habitantes de aquel lugar ven alterado su modo de vida ante la irrupción del cultivo y tráfico de droga, lo que genera al paso del tiempo una “ausencia de valores éticos”, que poco a poco instaura una cultura de la simulación y una “fantasía de un poder fundado en la crueldad, la corrupción, la negación de la vida”.

La muerte de un militar con signos tortura en una aparente vendetta de los primeros traficantes de los años 40 del siglo pasado, que el autor fija en algún paraje de la sierra, guarda similitud con un episodio ocurrido en la vida real en aquella época cuando fue asesinado y colgado de un árbol el teniente coronel Alfonso Leyzaola, quien fue jefe de la Policía Judicial del estado y exalcalde de Culiacán. Un hombre que tenía “secretos de Estado” que al tiempo resultaron ser las relaciones que los gobernadores militares de aquellos años establecieron con los primeros traficantes de droga de la época.

El libro trata de cómo la cultura de la simulación se instaura a mediados del siglo pasado en Sinaloa como una forma que permite la transgresión de la ley simulando que no pasa nada. Todo a cambio de prebendas y sobornos que permitan la convivencia y el desarrollo del “negocio”.

Nadie podría imaginar que el gobernador sinaloense fuera a quedar atrapado en alguno de los pasajes de su novela a un mes de la detención en suelo estadounidense de Ismael El Mayo Zambada y Joaquín Guzmán López, hijo del Chapo Guzmán. “El disimulo es una forma de ocultar o de fingir que la realidad es otra o inexistente”, se lee en la cuarta de forros del libro. Y eso pareciera ser que ocurre en el escenario político sinaloense en las últimas dos semanas.

En su edición semanal del 29 de julio El Sol de Sinaloa publicó que el asesinato de Héctor Melesio Cuén Ojeda el mismo día de la captura del Mayo y el hijo del Chapo, vino a enturbiar el escenario por las implicaciones del caso y lo que representaba para la narcopolítica la figura del líder fundador del PAS (Partido Sinaloense) y exrector de la UAS. El informe de la FGR sobre las primeras diligencias del caso, donde encontró irregularidades que podrían configurar delitos contra la procuración de justicia, rebasó el imaginario de un montaje ya que la carta del Mayo Zambada dada a conocer días antes, donde menciona que fue citado para mediar en el conflicto político entre el gobernador y Cuén en una zona campestre, a las afueras de la capital sinaloense, y asegura que fue secuestrado después de que saludó en el lugar al exlíder del PAS, se convirtió en un golpe al eje de flotación de la narrativa gubernamental que ha escalado a otros niveles donde el mismo Presidente de la república quedó descolocado.

Las lecciones de exgobernadores sinaloenses como Leopoldo Sánchez Celis (1963-1968) o Antonio Toledo Corro (1981-1986) es que hicieron del disimulo todo un arte. Algo distante de la demagogia oficial contemporánea.

@velediaz424

En diciembre de 2013 Rubén Rocha Moya, entonces funcionario del ISSSTE, publicó en edición de autor una novela que tituló “El disimulo. Así nació el narco”. La obra del hoy gobernador de Sinaloa trata sobre un poblado ficticio ubicado en algún lugar de la sierra de Badiraguato, al que llamó Chepederas, comunidad que podría tener reminiscencias de su natal Batequitas. El libro cuenta cómo los habitantes de aquel lugar ven alterado su modo de vida ante la irrupción del cultivo y tráfico de droga, lo que genera al paso del tiempo una “ausencia de valores éticos”, que poco a poco instaura una cultura de la simulación y una “fantasía de un poder fundado en la crueldad, la corrupción, la negación de la vida”.

La muerte de un militar con signos tortura en una aparente vendetta de los primeros traficantes de los años 40 del siglo pasado, que el autor fija en algún paraje de la sierra, guarda similitud con un episodio ocurrido en la vida real en aquella época cuando fue asesinado y colgado de un árbol el teniente coronel Alfonso Leyzaola, quien fue jefe de la Policía Judicial del estado y exalcalde de Culiacán. Un hombre que tenía “secretos de Estado” que al tiempo resultaron ser las relaciones que los gobernadores militares de aquellos años establecieron con los primeros traficantes de droga de la época.

El libro trata de cómo la cultura de la simulación se instaura a mediados del siglo pasado en Sinaloa como una forma que permite la transgresión de la ley simulando que no pasa nada. Todo a cambio de prebendas y sobornos que permitan la convivencia y el desarrollo del “negocio”.

Nadie podría imaginar que el gobernador sinaloense fuera a quedar atrapado en alguno de los pasajes de su novela a un mes de la detención en suelo estadounidense de Ismael El Mayo Zambada y Joaquín Guzmán López, hijo del Chapo Guzmán. “El disimulo es una forma de ocultar o de fingir que la realidad es otra o inexistente”, se lee en la cuarta de forros del libro. Y eso pareciera ser que ocurre en el escenario político sinaloense en las últimas dos semanas.

En su edición semanal del 29 de julio El Sol de Sinaloa publicó que el asesinato de Héctor Melesio Cuén Ojeda el mismo día de la captura del Mayo y el hijo del Chapo, vino a enturbiar el escenario por las implicaciones del caso y lo que representaba para la narcopolítica la figura del líder fundador del PAS (Partido Sinaloense) y exrector de la UAS. El informe de la FGR sobre las primeras diligencias del caso, donde encontró irregularidades que podrían configurar delitos contra la procuración de justicia, rebasó el imaginario de un montaje ya que la carta del Mayo Zambada dada a conocer días antes, donde menciona que fue citado para mediar en el conflicto político entre el gobernador y Cuén en una zona campestre, a las afueras de la capital sinaloense, y asegura que fue secuestrado después de que saludó en el lugar al exlíder del PAS, se convirtió en un golpe al eje de flotación de la narrativa gubernamental que ha escalado a otros niveles donde el mismo Presidente de la república quedó descolocado.

Las lecciones de exgobernadores sinaloenses como Leopoldo Sánchez Celis (1963-1968) o Antonio Toledo Corro (1981-1986) es que hicieron del disimulo todo un arte. Algo distante de la demagogia oficial contemporánea.

@velediaz424