El horror de los combates de la Primera Guerra Mundial provocó en el arte una renovación en busca de inspiración. Grupos de artistas abrazaron el sueño surrealista, la denuncia social o la vuelta a la pintura figurativa.
Las vanguardias (cubismo, expresionismo y arte abstracto) estaban completamente formadas entre 1905 y 1914, antes del estallido de la guerra, recalcan los expertos de este periodo.
Lo que pasa en 1917/18 es que la "terrible tristeza" se plasma en la expresión artística, "marcada por imágenes congeladas, colores sombríos", explica el profesor Peter Read de la universidad de Kent. "La civilización quebró. Los artistas llevan a cabo una campaña de desmoralización para reinventar el mundo. Hay interés por Marx - transformar el mundo- y por Rimbaud -cambiar la vida-", añade.
El frente también separó a muchos artistas que eran amigos. Se forman nuevos grupos.
Según Claire Garnier, del Museo Picasso de París, excomisaria de la exposición "1917", hay que "deconstruir la idea" de que el arte moderno nació completamente de las reacciones a la guerra.
"El dadaísmo nació en 1916 -resalta- La reacción a posteriori es más observable en Alemania que en Francia o Inglaterra: los artistas alemanes describen más el frente y sus consecuencias".
"Se observa un giro hacia la fotografía y el cine, más eficaces" que la pintura para describir los combates, pese a que pocos artistas pasan por las trincheras, explica.
Los debates son intensos entre 1916 y 1918 en las cafeterías parisinas, centro de efervescencia artística en el momento en que escritores como André Breton o Louis Aragon abren el camino al surrealismo.
En toda Europa, movimientos artísticos desorientados buscan una respuesta al trauma: estética de la máquina con el cubismo-realismo o el precisionismo, formas y colores puros y armoniosos con el movimiento holandés De Stijl, despojo de las formas con el Bauhaus alemán; constructivismo (sobre todo en Rusia) con sus elementos geométricos.
También pintura metafísica, de Giorgio de Chirico, místicos, misteriosos, sobre todo dadaístas. La revancha de la provocación, de lo irracional.
Otra fuente de inspiración fue la sátira de los expresionistas alemanes, que describen la corrupción, la prostitución de un mundo que vuelve a las andadas.
AURA DE FREUD
Desde 1916, el dadaísmo nació en Zúrich y Tristán Tzara lo trajo a París durante una visita a André Breton, abriendo así la puerta al surrealismo.
Los pintores se radicalizan en la elección de los temas, explica la historiadora Annette Becker, profesora de la universidad de Nanterre.
"Estoy convencida de que (Marcel) Duchamp pensó en las trincheras en 1917 cuando inventó su conocido orinal, una burla en un momento en que hay tantos hombres mutilados, incluso sexualmente", cita a modo de ejemplo.
Freud ejerce su aura: se trata de "buscar un futuro mejor sumergiéndose en las profundidades del inconsciente, en reacción al espíritu demasiado automático", frente al mundo de la máquina, "en el que el hombre es un pequeño engranaje", afirma Peter Read.
Algunas experiencias posguerra son fuentes de inspiración. El delirio de los soldados conmocionados pudo inspirar la escritura automática.
Otros como Picasso aspiran al orden. Su vuelta a la pintura figurativa es polémica.
"Picasso crea escuela y muchos artistas que habían sido cubistas y futuristas vuelven a un estilo clásico de figuración, a los modelos del renacimiento. Vieron como la sociedad estalló y buscan amarras, una base sólida", explica el investigador británico.
"Todos los artistas pintan como antes, pero escenas de una dureza terrible. Entre los alemanes el dolor se ve todavía más, por ejemplo con Grosz, Dix y Beckmann", enumera Annette Becker. Los alemanes derrotados fueron quienes pintaron a más mendigos, a los mutilados de guerra.
DE MOSCÚ A NUEVA YORK
En Rusia, la revolución bolchevique había creado una ebullición artística pero el régimen comunista la acabó frenando, lo que desembocó en el realismo socialista.
En Estados Unidos las nuevas escuelas se importan de Europa. Ya ocurría durante la guerra. Primero llegaron a Nueva York de la mano de artistas como Francis Picabia y Marcel Duchamp, que sustituye un cierto academicismo.
Ricos coleccionistas subvencionan el dadaísmo, el surrealismo, el art nouveau. Y hasta se forma un movimiento de artistas negros en Harlem.