/ lunes 19 de septiembre de 2022

Juliette Binoche recibe el Premio Donostia en San Sebastián

La actriz, artista y bailarina francesa, recibió el galardón de manos de la cineasta catalana Isabel Coixet, con quien trabajó en el filme Nadie quiere la noche (2015)

Juliette Binoche, considerada una de las actrices europeas más internacionales, recibió ayer el Premio Donostia número 70 del Festival de Cine de San Sebastián, en el marco del septuagésimo aniversario de este certamen, agradeciendo al silencio como una presencia, una fuerza de donde saca las emociones y sensaciones para actuar.

En el Kursaal, una de las sedes del festival, la actriz, artista y bailarina francesa, recibió el galardón de manos de la cineasta catalana Isabel Coixet, con quien trabajó en el filme Nadie quiere la noche (2015).”Si tuviéramos toda la noche me faltaría tiempo para hablar de Binoche y decir que hay una extraña magia que pasa encima de las palabras, los encuadres, y que su rostro emana una luz generosa, que impregna a todos los que hacen la película con ella”, señaló la directora.

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“Es una niña y una vieja muy sabia; es una fiera y un animal reposado, es puente, ventana, camino, cabaña del bosque, el bosque, el cielo estrellado del bosque, la mujer con la risa más cristalina que existe, y mirarte es como mirar una obra de arte, una melodía”, añadió Coixet.

Muy emocionada, Juliette Binoche, agradeció al Festival de San Sebastián el galardón y también se refirió con agradecimient,o, “a un compañero fiel del camino, el silencio, es una presencia, antes de una toma, de interpretar, el silencio es esa fuerza de donde saco emociones, sensaciones y aparece sin voluntad alguna”.

Subrayó que, “sin el silencio no hay palabras, y cuando es el silencio compartido, el realizador, el actor, la actriz, se teje un hilo de oro y luego se convierte en una película, y ahí todo el sentido, del sueño de ser actriz se encarna”.

Previo a la entrega del Premio Donostia, en rueda de prensa, se le cuestionó sobre si considera las actrices maduras tienen menos oportunidades en el cine. “No sé si es el cine en Europa o en Francia, pero yo no lo siento así, yo no lo veo, no sé si tengo mucha suerte o que tengo una relación con ciertos realizadores como con Claire Dennis”, directora de Fuego, que se proyectó este domingo.

“Hay que saber rechazar papeles para no entrar en el sistema que nos ve de alguna manera, hay que saber saltar a lo desconocido y salir fuera de las códigos machistas”, demandó.

Binoche, ganadora de un Oscar por su trabajo en El paciente inglés (Anthony Minghella, 1996), ha trabajado al mando de cineastas como Jean-Paul Rappeneau, Chantal Akerman, Patrice Leconte, Lasse Hallström, John Boorman, Michael Haneke y Jean-Luc Godard, entre otros.

Sobre Godard, quien falleció el día 13 pasado, compartió que, “cuando rodé con él, me di cuenta que primero el realizador no es alguien que obligatoriamente va a ayudarte y eso fue como una ducha fría; yo sentía en él una especie de conflicto, contradicción, como si él buscase algo que no encontrara y uno tenía que ponerse a su disposición”.

Añadió que, “no fue una relación fácil, pero al mismo tiempo estaba feliz y emocionada, también tenía mucho miedo, no podíamos ponernos maquillaje, me ponía roja como un tomate, eso me angustiaba, no quería mostrar ese verdadero rostro.

“No fue fácil para mí, aunque así aprendí que no podía esperar nada de él como realizador y estar bien preparada, que no es el recreo del colegio. De hecho, durante el rodaje no fue nada fácil trabajar con él”.

Juliette Binoche, considerada una de las actrices europeas más internacionales, recibió ayer el Premio Donostia número 70 del Festival de Cine de San Sebastián, en el marco del septuagésimo aniversario de este certamen, agradeciendo al silencio como una presencia, una fuerza de donde saca las emociones y sensaciones para actuar.

En el Kursaal, una de las sedes del festival, la actriz, artista y bailarina francesa, recibió el galardón de manos de la cineasta catalana Isabel Coixet, con quien trabajó en el filme Nadie quiere la noche (2015).”Si tuviéramos toda la noche me faltaría tiempo para hablar de Binoche y decir que hay una extraña magia que pasa encima de las palabras, los encuadres, y que su rostro emana una luz generosa, que impregna a todos los que hacen la película con ella”, señaló la directora.

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“Es una niña y una vieja muy sabia; es una fiera y un animal reposado, es puente, ventana, camino, cabaña del bosque, el bosque, el cielo estrellado del bosque, la mujer con la risa más cristalina que existe, y mirarte es como mirar una obra de arte, una melodía”, añadió Coixet.

Muy emocionada, Juliette Binoche, agradeció al Festival de San Sebastián el galardón y también se refirió con agradecimient,o, “a un compañero fiel del camino, el silencio, es una presencia, antes de una toma, de interpretar, el silencio es esa fuerza de donde saco emociones, sensaciones y aparece sin voluntad alguna”.

Subrayó que, “sin el silencio no hay palabras, y cuando es el silencio compartido, el realizador, el actor, la actriz, se teje un hilo de oro y luego se convierte en una película, y ahí todo el sentido, del sueño de ser actriz se encarna”.

Previo a la entrega del Premio Donostia, en rueda de prensa, se le cuestionó sobre si considera las actrices maduras tienen menos oportunidades en el cine. “No sé si es el cine en Europa o en Francia, pero yo no lo siento así, yo no lo veo, no sé si tengo mucha suerte o que tengo una relación con ciertos realizadores como con Claire Dennis”, directora de Fuego, que se proyectó este domingo.

“Hay que saber rechazar papeles para no entrar en el sistema que nos ve de alguna manera, hay que saber saltar a lo desconocido y salir fuera de las códigos machistas”, demandó.

Binoche, ganadora de un Oscar por su trabajo en El paciente inglés (Anthony Minghella, 1996), ha trabajado al mando de cineastas como Jean-Paul Rappeneau, Chantal Akerman, Patrice Leconte, Lasse Hallström, John Boorman, Michael Haneke y Jean-Luc Godard, entre otros.

Sobre Godard, quien falleció el día 13 pasado, compartió que, “cuando rodé con él, me di cuenta que primero el realizador no es alguien que obligatoriamente va a ayudarte y eso fue como una ducha fría; yo sentía en él una especie de conflicto, contradicción, como si él buscase algo que no encontrara y uno tenía que ponerse a su disposición”.

Añadió que, “no fue una relación fácil, pero al mismo tiempo estaba feliz y emocionada, también tenía mucho miedo, no podíamos ponernos maquillaje, me ponía roja como un tomate, eso me angustiaba, no quería mostrar ese verdadero rostro.

“No fue fácil para mí, aunque así aprendí que no podía esperar nada de él como realizador y estar bien preparada, que no es el recreo del colegio. De hecho, durante el rodaje no fue nada fácil trabajar con él”.

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