Se les puede ver por calles céntricas de la ciudad, cargando el pesado teclado de madera de hormiguillo, los bolillos reposan entre las teclas, algunos van acompañados de alguna destartalada batería, la mayoría sólo llevan a cuestas su marimba y la necesidad de ganar el sustento de su familia.

Sobaqueras se les llama coloquialmente a estas agrupaciones marimbísticas que eligen una calle, instalan su instrumento y entonces las dulces notas llenan el aire con acordes que la mayoría conoce, cada vez son menos las canciones tradicionales, “La tortuga del arenal”, “El ferrocarril de los altos”, “El alcaraván” ceden el paso a tonalidades más modernas, y es que nadie se resiste a “Sangre de vino”, o cualquier otro son de moda que pueda ser interpretado por las hábiles manos de quienes tocan la marimba.

Este instrumento requiere no sólo precisión sino un gran trabajo en equipo pues del entendimiento de quienes participan depende la armonía en los acordes.

Hay dos teorías sobre su origen: una cuenta que apareció en Malasia, de ahí pasó a India, luego a África y finalmente arribó a nuestro país por el sur, entró por Guatemala y se alojó en Chiapas donde su voz se diferencia, dicen los que saben, porque la marimba de Chiapas es más dulce que la de Guatemala.

La otra teoría le adjudica un viaje más corto: nació en África y de ahí vino a dar a Guatemala y Chiapas, de nuevo, por los esclavos africanos llegados a la región en aquellos tiempos. Sin embargo, se reconoce como tal que la marimba tradicional mexicana nació en Guatemala y Chiapas.

La marimba es el único instrumento que apoya la teoría de Einstein acerca del tiempo relativo, si la tonada es tocada en la calle al amparo de lo que transeúntes y habitantes de los alrededores “gusten cooperan con la marimba” entonces las melodías duran unos minutos, sin embargo, si esa misma marimba (el término incluye no sólo al instrumento sino también a los músicos) es contratada para tocar en un festejo, entonces, esa melodía puede durar hasta 10 o 15 minutos.

Comienzan con el intro que los danzantes conocen, sigue por vericuetos que sólo la imaginación de quienes tocan, saben y vuelve, ya para el final, nuevamente a ser una tonada reconocible.

Cada vez menos buscada, desplazada de “los guateques” por los tríos norteños y la música en móviles, la subsistencia de las sobaqueras por las calles de Tapachula son casi un acto de resistencia, el pasado aferrándose con ambas manos, intentando tocar el corazón de las nuevas generaciones que arrugan la nariz cuando escuchan los primeros acordes.

El trabajo de marimberos, es un homenaje a nuestras raíces culturales, si los escuchas en la calle, coopera para la marimba.