La tradición mexicana que da origen al Día de Muertos y la particular visión que tiene el país sobre la muerte se remonta a la antigua leyenda del Mictlán, el inframundo de las culturas prehispánicas. Mucho antes de la llegada de los conquistadores, los pueblos originarios de México ya tenían sus propias creencias sobre la vida, la muerte y el destino final de las almas.
El misterio del Mictlán
El Mictlán era considerado el destino de las almas en su descanso eterno, un lugar creado por los dioses para recibir a quienes han fallecido. Esta antigua leyenda intentaba responder a preguntas que han inquietado a la humanidad desde tiempos remotos: ¿Qué sucede después de la muerte? ¿Existe un viaje o destino final?
Para alcanzar el Mictlán, el alma debía emprender un desafiante recorrido de cuatro años y atravesar nueve niveles que descendían en espacio y tiempo, superando pruebas que ponían a prueba su fortaleza y resistencia. Solo así llegaba a las puertas del inframundo, donde era recibida por Mictlantecuhtli y Mictlancíhuatl, el señor y la señora de la muerte.
La travesía de cuatro años
Para los mexicas, la muerte era un proceso gradual, no un fin abrupto. Creían que el cuerpo tardaba alrededor de cuatro años en descomponerse, reflejando el tiempo que el alma requería para llegar a su destino final. Durante este periodo, las familias mantenían los cuerpos de los difuntos cerca, hasta que solo quedaban los huesos, símbolo de que el alma había alcanzado el Mictlán.
Gobernantes del Mictlán
En la cosmovisión mexica, la dualidad y el ciclo de opuestos (día-noche, vida-muerte) eran fundamentales. Los dioses Huitzilopochtli y Quetzalcóatl crearon a Mictlantecuhtli y Mictlancíhuatl, quienes se encargaban de recibir y juzgar las almas, determinando su destino según las circunstancias de su muerte.
Más allá del Mictlán: otros destinos para las almas
No todos los muertos llegaban al Mictlán. Las creencias mexicas también contemplaban otros destinos:
- Chichihuacuauhco: Un paraíso para los niños fallecidos, donde un gran árbol los amamantaba hasta que renacían.
- Tlalocan: El reino del dios Tláloc, destinado a quienes habían muerto en circunstancias relacionadas con el agua.
- Tonatiuh Ilhuícatl: El lugar reservado para guerreros y mujeres que fallecieron durante el parto, gobernado por el dios del sol.
Los nueve niveles del Mictlán: un viaje espiritual
El Mictlán es una de las leyendas más detalladas de México antiguo, preservada pese a la conquista. Para llegar, el alma debía superar estos nueve desafíos:
1. Itzcuintlan (Tierra del perro): Aquí, un río caudaloso solo puede cruzarse con la ayuda de un xoloitzcuintle, un perro que guía a las almas. Aquellos que maltrataron a los animales en vida no reciben ayuda y vagan eternamente.
2. Tepectli Monamictlan (Montañas que chocan): Dos cerros enormes chocan constantemente. Solo quienes cruzan en el momento preciso logran pasar.
3. Iztepetl (Montaña de obsidiana): Una montaña cubierta de pedernales filosos que desgarran a quienes la atraviesan.
4. Itzehecayan (Nieve sin fin): Collados helados y vientos brutales despojan al alma de todo lo que le queda de la vida terrenal.
5. Paniecatacoyan (Donde la gente vuela): Una zona sin gravedad, en la que las almas pierden cualquier pertenencia que les quede del mundo de los vivos.
6. Timiminaloayan (Las flechas perdidas): Un camino donde flechas de antiguas batallas hieren a las almas en su trayecto.
7. Tecoyohuehaloyan (Donde devoran el corazón): Jaguares devoran los corazones de las almas como símbolo de rendición a la muerte.
8. Izmictlan Apochcalolca (Aguas negras): Aquí, las almas deben cruzar un río salvaje de aguas oscuras, dejando atrás su carne y huesos.
9. Mictlán: Tras atravesar nueve corrientes de consciencia y alcanzar la paz con su vida pasada, el alma es recibida en el Mictlán, donde los dioses de la muerte le dan la bienvenida eterna: “Han terminado tus penas, vete pues, a dormir tu sueño mortal.”
Esta mítica travesía sigue viva en la celebración del Día de Muertos, que honra a las almas que completaron su viaje y recuerda a los seres queridos que dejaron su marca en el mundo.