Puede ser que te parezca que la cantidad de basura que producimos no es mucha, sin embargo, multiplicada por los millones de habitantes que somos, esto se vuelve imposible de cuantificar y también sirve para darnos cuenta que los sistemas tradicionales de disposición de residuos, como lo son los rellenos sanitarios, ya no son suficientes.
En ocasiones, por la falta de espacio para construir más lugares en los que se puedan depositar los desechos, se promueve quemar la basura como una solución. Pero esto, en lugar de ser una forma de solucionar el problema, trave graves consecuencias tanto para nuestra saludo, como para el medio ambiente.
Te puede interesar: Falta cultura de donación de sangre en Tapachula
Por más control que haya en la quema de basura, son pocos los países que monitorizan la emisión de dioxinas y furanos, compuestos altamente tóxicos incluso en concentraciones muy bajas.
Las dioxinas persisten en el medio ambiente por periodos largos y no se degradan. Además, se concentran en los tejidos grasos de los organismos vivos, pudiendo transmitirse de la madre al bebé durante el embarazo.
La Agencia de Protección del Medio Ambiente de EE.UU. ha concluido que la fuente más importante de exposición a las dioxinas es la alimentación.
Estos compuestos se transportan con facilidad por agua y aire, y pueden llegar a puntos muy distantes de la incineradora que los emitió.
Entre la basura que se quema no solo hay desechos orgánicos, papel y plástico, sino también metales pesados. Estos últimos, al ser quemados, emiten compuestos tóxicos que generan daños importantes a la salud, como alteraciones en el sistema inmunológico, malformaciones congénitas, problemas en los riñones y los pulmones.
La quema de desperdicios deja cenizas y restos tóxicos equivalentes a una tercera parte de las basuras quemadas.
Hay casos en los que se aprovecha la energía de la quema de basura, de no ser porque ahorraríamos más energía si reciclamos o reutilizamos esa basura.