/ miércoles 25 de septiembre de 2024

San Cleofás, el discípulo que caminó con el Cristo resucitado

Cleofás narró su experiencia con Jesús Resucitado y confirmó lo que las mujeres ya habían anunciado: el sepulcro estaba vacío y el Señor había vencido a la muerte

Hoy, la Iglesia celebra la festividad de San Cleofás, uno de los discípulos que acompañaron a Jesús durante su vida y tras su Resurrección. La figura de Cleofás se menciona en el Evangelio de San Juan y en el de San Lucas, destacando su cercanía con el Señor y su importante papel como testigo del evento clave en la fe cristiana: la Resurrección de Cristo.

El Evangelio según San Juan menciona a Cleofás indirectamente, al referirse a María, la de Cleofás, como una de las mujeres presentes en la Crucifixión de Jesús. Este grupo de mujeres, junto a la Virgen María, permaneció fiel al Señor incluso en su sufrimiento, ofreciendo una imagen de lealtad y devoción que contrasta con la huida de muchos de los apóstoles. Aunque Cleofás no es mencionado directamente en este episodio, la relación de su esposa con los eventos de la Pasión lo sitúa en el círculo cercano a Jesús durante sus últimos momentos.

El camino de Emaús: un encuentro con el Resucitado

El Evangelio de San Lucas es donde aparece de forma más explícita la figura de Cleofás. Tras la muerte de Jesús, Cleofás y otro discípulo, abatidos por la pérdida de su Maestro, se dirigen al pueblo de Emaús. Es en este camino donde Jesús Resucitado se les aparece, aunque ellos no lo reconocen al principio. Este episodio es una de las narraciones más conmovedoras del Nuevo Testamento.

Mientras caminaban, Cleofás y su compañero se lamentaban por los recientes acontecimientos en Jerusalén, donde Jesús había sido crucificado. En su desolación, un misterioso viajero se une a ellos y comienza a explicarles las Escrituras, especialmente en lo que respecta al Mesías y los sufrimientos que debía pasar antes de entrar en la gloria. Este viajero no es otro que Jesús, pero sus discípulos no lo reconocen hasta que, al llegar a Emaús, Él parte el pan con ellos, un acto cargado de simbolismo eucarístico.

El Evangelio relata que, al partir el pan, sus ojos se abrieron y finalmente reconocieron a Jesús. Es en ese momento cuando Cleofás y su compañero sienten cómo sus corazones ardían durante la conversación con el Maestro en el camino. Esta sensación, aunque inexplicable en su momento, era la presencia de la verdad divina que les estaba siendo revelada.

Después de este encuentro, Cleofás y su compañero regresaron de inmediato a Jerusalén para compartir la noticia con los otros discípulos. En el Cenáculo, Cleofás narró su experiencia con Jesús Resucitado y confirmó lo que las mujeres ya habían anunciado: el sepulcro estaba vacío y el Señor había vencido a la muerte. Esta aparición fortaleció la fe de los primeros seguidores de Cristo y se convirtió en uno de los pilares del anuncio de la Resurrección.


Cleofás en la tradición cristiana

Aparte de los relatos evangélicos, la figura de Cleofás ha sido interpretada y expandida por la tradición cristiana. Autores como Eusebio de Cesarea, uno de los primeros historiadores de la Iglesia, sugieren que Cleofás tenía un vínculo familiar cercano con la Virgen María, lo que lo situaría en una posición destacada dentro del círculo más íntimo de Jesús. Algunos estudiosos incluso plantean que Cleofás es el mismo Alfeo, mencionado como el padre de San Mateo en otras partes de la Biblia.

Aunque los detalles exactos de la vida de Cleofás después de su encuentro con Jesús en el camino a Emaús no están claramente documentados, su papel como testigo de la Resurrección y su conexión con los primeros momentos del cristianismo le han asegurado un lugar importante en la historia de la Iglesia.

La festividad de San Cleofás nos invita a reflexionar sobre el poder transformador del encuentro con Cristo Resucitado. Al igual que Cleofás y su compañero en el camino a Emaús, muchas veces podemos sentirnos abatidos por las circunstancias de la vida, pero Jesús siempre camina a nuestro lado, listo para revelarse en el momento preciso. La historia de Cleofás nos recuerda que el reconocimiento de Jesús puede venir en los gestos más simples y cotidianos, como partir el pan, y que nuestra fe se fortalece cuando compartimos el testimonio del encuentro con el Señor.

Hoy, la Iglesia celebra la festividad de San Cleofás, uno de los discípulos que acompañaron a Jesús durante su vida y tras su Resurrección. La figura de Cleofás se menciona en el Evangelio de San Juan y en el de San Lucas, destacando su cercanía con el Señor y su importante papel como testigo del evento clave en la fe cristiana: la Resurrección de Cristo.

El Evangelio según San Juan menciona a Cleofás indirectamente, al referirse a María, la de Cleofás, como una de las mujeres presentes en la Crucifixión de Jesús. Este grupo de mujeres, junto a la Virgen María, permaneció fiel al Señor incluso en su sufrimiento, ofreciendo una imagen de lealtad y devoción que contrasta con la huida de muchos de los apóstoles. Aunque Cleofás no es mencionado directamente en este episodio, la relación de su esposa con los eventos de la Pasión lo sitúa en el círculo cercano a Jesús durante sus últimos momentos.

El camino de Emaús: un encuentro con el Resucitado

El Evangelio de San Lucas es donde aparece de forma más explícita la figura de Cleofás. Tras la muerte de Jesús, Cleofás y otro discípulo, abatidos por la pérdida de su Maestro, se dirigen al pueblo de Emaús. Es en este camino donde Jesús Resucitado se les aparece, aunque ellos no lo reconocen al principio. Este episodio es una de las narraciones más conmovedoras del Nuevo Testamento.

Mientras caminaban, Cleofás y su compañero se lamentaban por los recientes acontecimientos en Jerusalén, donde Jesús había sido crucificado. En su desolación, un misterioso viajero se une a ellos y comienza a explicarles las Escrituras, especialmente en lo que respecta al Mesías y los sufrimientos que debía pasar antes de entrar en la gloria. Este viajero no es otro que Jesús, pero sus discípulos no lo reconocen hasta que, al llegar a Emaús, Él parte el pan con ellos, un acto cargado de simbolismo eucarístico.

El Evangelio relata que, al partir el pan, sus ojos se abrieron y finalmente reconocieron a Jesús. Es en ese momento cuando Cleofás y su compañero sienten cómo sus corazones ardían durante la conversación con el Maestro en el camino. Esta sensación, aunque inexplicable en su momento, era la presencia de la verdad divina que les estaba siendo revelada.

Después de este encuentro, Cleofás y su compañero regresaron de inmediato a Jerusalén para compartir la noticia con los otros discípulos. En el Cenáculo, Cleofás narró su experiencia con Jesús Resucitado y confirmó lo que las mujeres ya habían anunciado: el sepulcro estaba vacío y el Señor había vencido a la muerte. Esta aparición fortaleció la fe de los primeros seguidores de Cristo y se convirtió en uno de los pilares del anuncio de la Resurrección.


Cleofás en la tradición cristiana

Aparte de los relatos evangélicos, la figura de Cleofás ha sido interpretada y expandida por la tradición cristiana. Autores como Eusebio de Cesarea, uno de los primeros historiadores de la Iglesia, sugieren que Cleofás tenía un vínculo familiar cercano con la Virgen María, lo que lo situaría en una posición destacada dentro del círculo más íntimo de Jesús. Algunos estudiosos incluso plantean que Cleofás es el mismo Alfeo, mencionado como el padre de San Mateo en otras partes de la Biblia.

Aunque los detalles exactos de la vida de Cleofás después de su encuentro con Jesús en el camino a Emaús no están claramente documentados, su papel como testigo de la Resurrección y su conexión con los primeros momentos del cristianismo le han asegurado un lugar importante en la historia de la Iglesia.

La festividad de San Cleofás nos invita a reflexionar sobre el poder transformador del encuentro con Cristo Resucitado. Al igual que Cleofás y su compañero en el camino a Emaús, muchas veces podemos sentirnos abatidos por las circunstancias de la vida, pero Jesús siempre camina a nuestro lado, listo para revelarse en el momento preciso. La historia de Cleofás nos recuerda que el reconocimiento de Jesús puede venir en los gestos más simples y cotidianos, como partir el pan, y que nuestra fe se fortalece cuando compartimos el testimonio del encuentro con el Señor.

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