Ángel, un migrante de nacionalidad cubana, encontró en la música una forma de subsistir en la ciudad de Tapachula. Desde su infancia, ha tenido una pasión por el canto, y en medio de las dificultades económicas que enfrenta, esta habilidad se convirtió en su salvavidas. A pesar de haber trabajado en un bar, los ingresos no eran suficientes para cubrir sus necesidades básicas, por lo que decidió llevar su talento a las calles, donde la generosidad de la gente le proporciona el apoyo necesario para comprar comida y pagar la renta.
Este fenómeno no es exclusivo de Tapachula, sino que se repite en ciudades de todo el mundo. Los migrantes, en su búsqueda de un nuevo hogar y una mejor vida, se enfrentan a numerosos desafíos, como encontrar empleo y adaptarse a una cultura diferente. Para algunos de ellos, la música se convirtió en una inesperada forma de expresión y, al mismo tiempo, en una fuente de ingresos que les permite sobrellevar las dificultades económicas.
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La música no solo les brinda una manera de expresar sus emociones y experiencias personales, sino que también conecta a estos migrantes con la comunidad local. Al recibir el apoyo de personas generosas que disfrutan de su talento, los músicos migrantes encuentran un sentido de pertenencia en su nueva ciudad de acogida.
Este ejemplo destaca la creatividad y la determinación de aquellos que buscan una vida mejor lejos de sus lugares de origen, y cómo el arte, en este caso la música, puede desempeñar un papel fundamental en su lucha por la subsistencia y la integración en una sociedad nueva.