Artesanas de la zona Altos de Chiapas comienzan a ser desplazadas por las nuevas tecnologías, y es que hoy en día la máquina computarizada es una de las opciones para negocio, cita en entrevista Rosa Bonifaz Díaz Ruíz Pérez, artesana de 29 años, que radica en la comunidad de Jech Chentic del municipio de Zinacantán, Chiapas.
Desde los 9 años comenzó su vida como artesana, bordando en telar de cintura. Posteriormente a los 19 años comenzó a usar la máquina de coser tradicional, esta es la que actualmente ellas usan para ayudarse un poco, ante la velocidad de la computarizada.
La máquina de coser les ha ayudado a sacar una prenda por semana, cabe mencionar, que la usan para combinar colores, pero los bordados siguen siendo a mano, mientras que las computarizadas llegan a sacar hasta 100 piezas por semana.
“Desde que inicié a bordar a mano siempre tuve la ilusión de tener mi máquina, fue hasta los 19 años que la compré y comencé a practicar, porque no es fácil bordar a máquina”, argumentó la artesana.
Las complicaciones que se enfrentó de pasar de bordar a mano a máquina de coser fueron el ruido, la velocidad con la que se hace y mantener el equilibrio porque del nervio puedes echar a perder la prenda, "una persona nerviosa no pudiera trabajar con máquina y a mano solo son puntaditas", expresó.
Como ejemplo Rosa menciona que bordar un chal a mano le puede llevar alrededor de uno a dos meses mientras que en la máquina de coser les lleva una semana para que quede listo.
“Es mucho más rápido a máquina, pero hay que recalcar que nosotros utilizamos máquinas manualmente, de las viejitas, porque las computarizadas esa sí son competencia para nosotras, porque pueden sacar 100 prendas a la semana, mientras nosotras con la máquina de coser solo una”, específico la artesana indígena.
La competencia desleal de lo hecho con máquinas computarizadas, desvaloriza el trabajo manual de las artesanas indígenas, por lo que ellas han tenido que aprender a bordar en máquina de coser, pero sin dejar a un lado lo manual, pero el valor de la prenda artesanal ha ido en declive, pues una artesanal puede costar de $600 a $800 pesos la más barata, mientras que las hechos de forma computarizada valen $200 pesos.
Bonifaz Díaz es una de las líderes artesanas de su comunidad, a su cargo tiene a ocho mujeres, y aún hay más mujeres en diferentes grupos que luchan para comercializar las prendas artesanales y en la comunidad de Jech Chentic cerca del 80 por ciento de las indígenas se dedican al bordado.
Como representante de su grupo comenta que no hay comercialización de prendas dentro del municipio, por lo que tienen que buscar exposiciones artesanales para colocarlas en el mercado, ya que de otra forma no podrían vender bien sus prendas.
“El mensaje que le daría a las personas es que aprendan a reconocer las prendas realmente artesanales, parecen lo mismo pero no es igual (...) Ese también es mi trabajo en las exposiciones, explicarles cómo es que se hacen a mano, las computarizadas son miles iguales y las prendas a mano son únicas, no hay reemplazables, a menos que nos pidan una igual pues si podemos hacerlas porque somos las autoras”, concluyó.
Artesanas de Venustiano Carranza
En comparación de las artesanas de Zinacantán, en Venustiano Carranza, los bordados son completamente en telar de cintura, María Concepción Jiménez Gómez, es una de las artesanas indígenas hablante de tsotsil.
"Conchita" como es conocida en el municipio, es representante de un grupo de 22 mujeres indígenas artesanas de telar de cintura llamado "Artesanas Tselel", que en español quiere decir “veredas”. Desde los 10 años Conchita se introdujo en el bordado en telar de cintura, esto fue inculcado por sus abuelos y después por su madre.
En Venustiano Carranza ella ha sido ejemplo, pues fue delegada de la Organización Reucona, encargada de cafetaleros, mieleros, agricultores, donde en conferencia a jóvenes mostró la situación discriminatoria en Chiapas como mujeres indígenas.
Conchita asegura que como mujer artesana tienen que luchar contra el bordado a máquina en todos los sentidos, pues sus prendas son hechas desde cero en telares de cintura. Pero no solo luchan contra eso si no juegas un papel importante como mujer indígena ante el machismo.
“Al ir a España, mi familia se desintegró, porque no era bien visto que una mujer saliera de su casa, mucho menos a otro país, por lo que me tuvieron que separar de mi esposo y me quedé con mis hijas pequeñas, con ellas logré salir adelante”, explica con voz suave pero mirada orgullosa.
Actualmente toda sus hijas se dedican al bordado en telar de cintura, donde ellas en su lucha, han logrado posicionar en otros países sus productos, pues gracias a Conchita, su grupo de mujeres “Artesanas Tselel”, han sido impulsada por ella, al inculcarle que pueden salir adelante sin necesidad de tener un hombre a su lado, rompiendo los paradigmas de una mujer indígena.
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