Al iniciar la temporada de cuaresma, el precio de pescados y mariscos que son los productos de mayor demanda por la población incrementan sus costos de manera considerable, lo que representa un golpe más al bolsillo de las familias de la región.
Derivado de la escalada de precios, comerciantes establecidos en los principales mercados públicos de Tapachula se encuentran con la incertidumbre sobre el comportamiento de las ventas durante la celebración religiosa.
La propietaria de la pescadería "Lupita" ubicada en el exterior del mercado San Juan, Olga Sánchez Salgado, afirmó que debido a la baja producción de algunos productos al iniciar la cuaresma, el precio se ha incrementado de manera considerable, principalmente del kilogramo de mojarra y camarón.
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Tan solo el kilogramo de mojara pasó de 60 a 85 pesos, el camarón de 180 a 200 pesos, el pescado chato de 100 a 120 pesos, el róbalo de 150 a 170 pesos, el bagre de 60 a 70 pesos, la jaiba de 60 a 80 pesos, entre otros.
Indicó que la mojarra y otros productos son obtenidos en viveros ubicados en la región, así como en la presa la Angostura, sin embargo, vendedores argumentan que la baja producción aunado a que cada año en esta temporada aumenta el precio debido a la gran demanda que existe en el mercado de este producto.
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Por su parte, Mario López, comerciante en el mercado Sebastián Escobar, indicó que año con año los comerciantes de pescados y mariscos esperan con ansias el inicio de la temporada de cuaresma, porque son días donde la población visita los establecimientos y las ventas llegan a repuntar, pero ahora con el incremento de los precios la situación se torna un poco incierta.
Enfatizó que los productos que más adquiere la población durante estos días son; la mojarra, camarón, filete de pescado, tacazonte, róbalo, guachinango, cangrejos y jaiba, sobre todo por el sector católico que evitan consumir carnes rojas previo a la semana santa.
Finalmente invitó a la población a adquirir productos frescos y a buen precio que se ofertan en los mercados públicos y contribuir con las familias que dependen de la comercialización de los pescados y mariscos, quienes también resienten la situación económica que se vive en la región.