Bruno Cerón Vargas: confianza y seguridad en la odontología

Bruno, un hombre disciplinado y comprometido, odontólogo reconocido en Tapachula

Carlos Morán / Diario del Sur

  · lunes 17 de junio de 2024

Bruno Cerón Vargas, odontólogo/Foto: Carlos Morán / Diario del Sur

Nació en la alcaldía de los famosos de la cumbia, en donde se canta “Desde Iztapalapa para el mundo”. Vivió en medio de un hogar feliz y anota emocionado que siendo niño su madre tomaba a sus tres hijos, viajaban en autobús y luego en metro, era una excursión para visitar, en la colonia Narvarte, regularmente al dentista.

Ese pasaje cotidiano y que cuatro veces al año hacía su madre, se le grabó para siempre. Ver a un joven odontólogo pulcro, vestido de blanco, moverse con paciencia en su consultorio, lo cargó siempre en la mente que, después del bachillerato, tenía dos opciones: ser militar o dentista, y decidió estudiar odontología en la UNAM.

Es Bruno Cerón Vargas, hijo de un agente de la Secretaría de Hacienda y una madre que dedicó su vida a cuidar y educar a tres hijos. Realizó todos sus estudios en la Ciudad de México, el bachillerato en la preparatoria número seis y, tras haber cubierto todas las materias y egresar, tuvo el pase directo a la universidad.

No fue un estudiante ordinario, al contrario, siempre fue un colegial dedicado con potencial para adelantar materias y alternar el servicio social mientras cursaba la universidad. Cuatro años después, al terminar la licenciatura, cursa la maestría en Criminalística y se titula.

Bruno siempre ha sido un hombre disciplinado y comprometido con lo que hace, siendo así que, con muchos deseos de triunfar se adhiere al consultorio de una amiga, ahí empieza su historia como odontólogo y pone en práctica lo que había estudiado.

Esta vida es mágica, el destino nos mueve a su antojo y es gracias a un amigo y compañero de la universidad oriundo de Tapachula, quien le invita para que venga a esta tierra por unos días en plan vacacional.

En Tapachula le ocurrió lo que le sucede a todos los que llegamos a este jirón de la patria: se encanta con la gente, la ciudad y ese misterio que nadie sabe qué es, y que nos seduce a echar raíces en esta tierra maravillosa. Se asombró de la seguridad, de la libertad con la que vivía la gente. No recuerda con exactitud los tiempos, pero un día decidió, tras valorar su futuro y por la inseguridad de la Ciudad de México, radicar para siempre en Tapachula.

Dejó Iztapalapa, se separó de sus amigos y de su familia, así que entre Tapachula y la tierra de “Los Ángeles Azules”, eligió esta tierra bendita quedándose marcado en su corazón “cómo te voy a olvidar” y “el listón en tu pelo”, dos canciones que lo transportan a casa…

“En Tapachula se tiene un buen nivel de vida, mejor calidad, la gente es amable y amigable, el clima…” y abre su primer consultorio en una casita de Infonavit al sur de la ciudad, misma que un amigo le prestó por varios años hasta que un día, le pide la casa y busca un nuevo sitio en la colonia Rosas del Tacaná.

Era Ángel Barrios Zea el presidente de Tapachula, cuando se le presenta la primera oportunidad, se abre la convocatoria, una plaza de odontólogo en el DIF. Llegan varios aspirantes y ante el desinterés de los demás y ser el único que siguió esperando el examen que nunca se realizó, apareció el contador de esta institución benéfica y le entrega las llaves del consultorio con la encomienda de hacer una lista del material que necesitaría. Era un consultorio pobre, bueno, todo el DIF, era un sitio deplorable.

Inicia en el dispensario dando atención a todos los albergados del DIF, incluyendo a niños de la calle, así como ciudadanos que llegaban y solicitaban consulta, y tras el estudio socioeconómico por personal de trabajo social se cobraba según el tabulador, era una cantidad mínima.

El amor no descansa nunca, es necesario y cuando no lo llamas llega a tu encuentro. Conoce a su jefa, la encargada del área de salud del DIF, la Dra. Georgina Solís, con quien inicia un romance.

Sucedió entonces que, colaborando en el DIF, la esposa de Pablo Salazar, presidenta del DIF Chiapas, convoca a un diplomado en Geriatría y Odontología, al cual acude acompañado de la Dra. Georgina Solís, diplomado impartido por médicos cubanos, que como pago final tenía que quienes habían cursado el diplomado irían a Cuba a prestar sus servicios. Nunca se cumplió, pues en Tapachula la presidencia municipal tenía problemas políticos.

Pero un buen día y antes del trágico final presidencial, sucedió que cada 28 de agosto y este en especial, día en que se festeja a los ancianos del DIF, llega el presidente Dr. Barrios Zea a festejar a los abuelitos con marimba, viandas y le pregunta:

- Dígame doctor, usted fue al diplomado que impartieron los cubanos?- y Bruno le responde que sí, -pues aplique sus conocimientos de una vez. Y es nombrado coordinador del asilo del DIF, iniciando por modificarles la dieta, que es la base de la salud general.

Trabajar con los adultos mayores le dio duro en el lado sensible, nunca se hubiera imaginado que como dentista estaría colaborando al lado de ancianitos, adultos mayores abandonados en espera del adiós y vigilando los últimos días de cada anciano.

Dejó el DIF, se acabó la temporada y era un nuevo presidente municipal quien relevaba a Barrios Zea. Culminó su periodo con muchas satisfacciones porque es un sitio en donde se convive con personas en estado vulnerable, -ahí aprendí la otra vida, la etapa que nadie quiere ver: la vejez, el desamparo o el final de un ser humano…-

Estando en el DIF, se casa con Georgina Solís el 19 de abril del año 2005. Y regresa a su consultorio a dedicarse de tiempo completo y de manera independiente a dar consultas, previniendo a sus pacientes y aplicando la medicina estomatológica.

Pertenece o pertenecía al Colegio de Cirujanos Dentistas, con quienes en algún año tomó algunos cursos de actualización. Su actualización, como la de muchos médicos, está vigente, asegurando que en el año 2000 era obligatoria la certificación gracias a una iniciativa de ley que exigía la certificación de todos los profesionales.

Después de la pandemia se comenzó a vivir de otra forma, la vida nos cambió, mejor dicho, nos enseñó a estudiar y realizar muchos trabajos en línea, la tecnología nos ha salvado y, recientemente cursó un diplomado en línea en ortodoncia.

Bruno Cerón Vargas tiene su consultorio en una colonia pintoresca y exclusiva. En ese sitio se respira mucha paz, es una zona con poco más de 100 casitas, se encuentra al sur de la ciudad (por el Boulevard Aquishino) y en la planta alta de su casa posee un espacio lleno de luz, decorado con lo más indispensable para atender.

Un sillón dental, compresor de unidad, lámpara de unidad dental, esterilizador, mesa de trabajo, un mueble con las herramientas y muchos materiales dentales son el marco de aquel espacio en donde Bruno, con especial habilidad, trata al paciente cortés y alegremente, porque sabe muy bien que nadie quiere ir al dentista y se debe crear un lazo cimentado por la confianza entre dentista y paciente.

El 3 de septiembre cumple 60 años, su hogar lo compone con dos tesoros, sus hijas Keira y Astrid, así como su compañera de vida Georgina Solís.

Es un hombre de sangre liviana que da confianza a sus pacientes. Bruno Cerón es un médico odontólogo que todas las mañanas sale a correr; el atletismo también es su catecismo diario con el que debe cumplir, así que no podemos dudar que mientras corre los Ángeles Azules ambientan su mañana y tal vez, “el amor de mi vida” lo transporte a su entrañable casa en Iztapalapa.

morancarlos.escobar1958@gmail.com