Ana María y su esposo Leonardo cargan con su pequeña hija en brazos por la frontera sur. Deambulan, no saben a dónde ir, ni siquiera saben si tendrán un rincón para dormir.
La noche más complicada para el matrimonio originario del departamento de Chiquimula, muy al norte de Guatemala, se ha materializado ante ellos.
“Llegamos bien rápido y tanto que nos costó subir”, relatan entre un gesto de no deber si reír o llorar. “Que no nos mientan, que no nos digan que nos van a ayudar y con ese engaño nos meten en los aviones, porque eso es inhumano”, sostiene.
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La pareja no tiene dónde dormir, su casa está lejos aún y no hay condición de regresar a territorio mexicano por el río, que está caudaloso debido a las lluvias que se han resentido en las últimas horas.
Mientras tanto, Ana María afirma que ya no aguanta los pies y “se los quiere arrancar”, pues el viaje ha sido desgastante física y emocionalmente.
“Estuvimos tres días encerrados allá en Estados Unidos, no nos dejaron salir ni pedir ayuda, osea que la misión era traernos hasta acá, como si fuéramos un estorbo para ellos y México que les colabora”, aseguró la mujer de 38 años.
La bebe en brazos no tiene noción de lo que pasa. En la mañana estaba en el suelo americano, ahora vive la pesadilla junto a sus padres, pero no sabe que así es, mientras a sus cónyuges es lo que más le preocupa: el destino y en futuro de su pequeña hija.
“Uno como quiera pero ella, ella es la que nos preocupa porque en Guatemala no tiene futuro, no tiene más que un destino triste y eso le pasa a muchos guatemaltecos”, relata el hombre.
¿Y ahora para dónde?, se les pregunta. “Pues para Guatemala, qué más le vamos a hacer, hay que regresar a la triste realidad”, dice la familia mientras se aleja a su nación.