El Cristo Negro de Esquipulas, una conmovedora imagen de Jesús Crucificado, continúa siendo objeto de veneración por millones de fieles de México y Centroamérica. Esta icónica figura se encuentra en la Basílica de Esquipulas, ubicada en la ciudad que lleva el mismo nombre, Esquipulas, a 222 km de la Ciudad de Guatemala.
Desde el siglo XVII, esta representación sagrada es conocida como el Milagroso Señor de Esquipulas o el Milagroso Crucifijo, venerado en el pueblo de Esquipulas. La festividad en su honor se celebra cada 15 de enero, atrayendo a numerosos peregrinos de Guatemala, El Salvador, Honduras y México.
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A pesar de los desafíos, como la pandemia de COVID-19, la devoción hacia el Cristo Negro persiste. En enero de 2021, en plena pandemia, una hermosa réplica del Cristo de Esquipulas y sus imágenes acompañantes fueron donadas a la Catedral San José de la Antigua Guatemala, avivando la veneración entre sus seguidores.
Incluso en tierras lejanas como Estados Unidos, donde hay una gran cantidad de inmigrantes de estos países, la fecha del 15 de enero se celebra en lugares como Los Ángeles, Phoenix, Nueva Jersey y Nueva York.
La tradición del Milagroso Señor de Esquipulas trasciende fronteras, uniendo a comunidades en una devoción compartida.
¿Por qué el Señor de Esquipulas es negro?
Fray Cristóbal de Morales, Provisor del Obispado español en Guatemala, solicitó al escultor Quirio Cataño la creación de un crucifijo perfecto de una vara y media para ser venerado por los "indios chortíes de Esquipulas". Este peculiar encargo, realizado el 20 de agosto de 1595, condujo a la creación del Cristo de Esquipulas, una escultura que marcaría la historia y la devoción de la región.
Aunque el contrato se descubrió en 1685, durante casi un siglo, el Cristo de Esquipulas estuvo envuelto en misterios y leyendas. La inquietud por el tono negro de su piel generó diversas teorías, desde la exposición en minas o cuevas hasta interpretaciones simbólicas de la muerte.
La iglesia explicó que la pigmentación oscura se debía a la constante exposición al humo de miles de velas y ofrendas de los peregrinos durante la adoración. A pesar de las preocupaciones iniciales de los frailes sobre el impacto en la población indígena, la imagen se volvió tan impactante que tanto la población maya como ladina la adoptaron con afecto y conexión.
Los arqueólogos Samuel Lorhrop y Stephan Borhegyi incluso sugirieron que el Cristo Negro era un híbrido de una deidad prehispánica venerada en la antigua Copán, una teoría que añade una capa más de misticismo a la figura. La relación con Copán se establece en la similitud con las tradiciones indígenas del grupo Chortí, convirtiendo al Cristo de Esquipulas en un vínculo entre dos mundos, una historia que sigue resonando en la fe y la cultura de la región.