Las condiciones de pobreza y violencia que se viven en los países del triángulo norte de Centroamérica, siguen siendo las principales causas de la migración, principalmente de niños, niñas y adolescentes (NNA), quienes salen de sus países de origen en busca de mejores condiciones de vida.
De acuerdo a la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar), en 2020, 41 mil 329 migrantes solicitaron la calidad de refugiados, de los cuales más del 19 por ciento correspondieron a niños, niña y adolescentes, principalmente de los países de Honduras z Haití, El Salvador y Guatemala.
Existen diversos factores de riesgo para los NNA en proceso de migración, como carencia de salud, trata de personas, inseguridad alimentaria, privación ilegal de la libertad, violencia sexual y marginación social. Si bien, para un adulto son temas complicados, para un menor los riesgos son considerablemente mayores.
Tal es el caso de Leo "N", de 11 años de edad, proveniente del Departamento de San Marcos Guatemala, quien salió de su lugar de origen debido a las condiciones de pobreza en que vive su familia, por lo que tuvo que dejar su ranchería para venirse a Tapachula para trabajar y poder apoyar a su mamá y tres hermanos con los gastos de su hogar.
Dijo que desde su llegada se dedica a lustrar zapatos, pero la situación que a la que se ha enfrentado es complicada, ya que tiene salir a trabajar desde las 5 de la mañana hasta las 5 o 6 de la tarde, y los pocos recursos a penas le alcanza para comprar su comida y pagar en conjunto con otros sus amigos el cuarto donde duerme.
Señaló que durante las 12 horas que trabaja apenas logra ganar entre 100 y 200 pesos, ya que debido a la situación que se vive por la pandemia los inspectores los corren y solo les autorizan trabajar en un espacio alejado del parque central.
"Tengo miedo de enfermarme, pero si no salgo a trabajar no podré ahorrar dinero para llevar a mi casa, el hambre y la necesidad que vive mi familia es más grande, por eso salí de mi casa y dejé mis estudios, y no tengo otra opción", sostuvo.
Por otro lado, Caleb "N", es un niño de 8 años de edad originario de Honduras, quién desde hace más de un año radica en una colonia al sur poniente de la ciudad junto con su madre, y es que salieron de su país por seguridad.
A su corta edad, Caleb solo quiere tener una mejor vida y continuar sus estudios, ya que su sueño es ser médico, sin embargo, se han enfrentado a diversas dificultades en su estadía en esta ciudad, ya que ante las constantes trabas en la Comar no han podido regularizar su estancia.
"Ahorita no estoy estudiando porque no tenemos papeles, yo quiero ser médico y poder sanar a muchas personas del Covid-19. Me gusta mucho jugar pelota, y cuando crezca quiero ganar plata y ayudar a mi mamá", sostuvo.
Con base a una encuesta realizada antes de la pandemia por el Albergue Todo por Ellos y el Centro de Derechos Humanos Fray Matías de Córdoba, se estimaba que alrededor de 4 mil niños, la mayoría migrantes, realizaban actividades laborales en las calles de Tapachula, lamentablemente hasta en condiciones hasta inhumanas.
Entre las principales actividades que desempeñan en el comercio informal son: boleritos, chicleros, vendedores ambulantes, quienes no cuentan con días de descansos, trabajo que es bien identificado por la población y por las autoridades, sin embargo, no hacen nada por apoyarlos.