A la Policía Municipal de Tapachula la asaltan las carencias y precariedad en que trabajan sus elementos.
Anselmo, un oficial de la Secretaría de Seguridad Pública Municipal con más de ocho años en la corporación resiente como nunca la precariedad en que su comandante y las autoridades municipales los tienen.
El plan de austeridad mantiene desprotegidos a los uniformados, peor aún, a la población en general.
Actualmente la plantilla de patrullas dentro de la SSPM es de 56 unidades, de las cuales, solo trabajan 26. Las otras 30 están aparcadas por una sola razón: están averiadas, según revela el gendarme que sudar la gota gorda a bordo de su motopatrulla, para la cual, sólo recibe siete litros en un turno de 24 horas. “Si se me atraviesa un ratero o un delincuente al cual hay que perseguir se me puede acabar la gasolina y se nos pela”, argumenta Anselmo, mientras suelta una risa chusca.
Es decir, para Tapachula, para todo el municipio solo existen 26 patrullas que no logran cubrir ni la mitad de la ciudad, sin mencionar las comunidades alejadas y caminos accidentados.
La inconsistencia al interior de Seguridad Pública está a la vista de todos. Para muestra, el cementerio de patrullas policíacas que mantienen en el patio trasero de las instalaciones de Protección Civil, justo enfrente del Estadio de Cafetaleros de Tapachula.
Diario del Sur constató que dentro de este predio 15 patrullas permanecen varadas en condiciones deplorables, con neumáticos ponchados y algunas ya semienterradas. Algunas de estas unidades tienen golpes producidos en accidentes viales y otras permanecen con los vidrios abajo que con las lluvias y el sol se humedecen y provocan el deterioro de los asientos.
De estos 15 vehículos, al menos nueve son patrullas policiacas que fueron estacionadas junto a vehículos de Protección Civil, incluso se observa un remolque de la Cruz Roja Mexicana, también abandonado y en estado deplorable.
¿Esas patrullas tendrían compostura? – ¡por supuesto! Y podrían usarse en recorridos en la ciudad, las más conservadas utilizarlas en ejidos y en la zona Alta y Baja, pero no quieren, nomás las tienen arrumbadas allá en Protección Civil, relata Anselmo.
El panteón de patrullas es una muestra más de la desatención que hay hacia esta cuadrilla de policías municipales, muchos de ellos rebasados por las circunstancias en que trabajan, pero maniatados por tener familias, a las cuales, hay que darles de comer.
“Fuera usted a ver al dispensario médico, ni medicamentos hay para nosotros los policías, menos para nuestras familias”, sentencia el guardia municipal que no tiene más opción que acudir a un consultorio de farmacias que operan en la localidad.
Durante la administración de Neftalí del Toro, los policías recibían 60 litros de combustible para sus rondines en la ciudad, pero ahora, en la administración de Rosy Urbina, les dan 10 litros menos.
Patrullas descompuestas, insumos y presupuesto recortado, anomalías en el manejo de recursos son el pan de cada día en una dependencia que debería trabajar al cien por ciento, pero nada de eso ocurre, todo lo contrario. Hasta las balas de sus armas de fuego les dan mediditas.