A pesar de que Chiapas cuenta con 15 regiones y cada una con su propia peculiaridad de celebrar el Día Muertos, los festejos que realizan en los municipios de Zinacatán y San Juan Chamula, son de los más atractivos para la población local e incluso hasta el turismo, aseguró Roberto Ramos Maza, presidente de la asociación Bicentenario de Chiapas.
Explicó que ante la multiculturalidad de Chiapas, cada región tiene formas distintas de celebrar el Día de Muertos, donde mezclan el misticismo de la cultura maya, como una forma de abrir las puertas del cielo para honrar a sus difuntos.
“El Día de Muertos en Romerillo, una comunidad del municipio de Chamula, representa una de las tradiciones más vivas y profundas dentro de la cultura Tsotsil, pues este evento no solo se trata de recordar a los seres queridos, sino de celebrar la vida y la conexión espiritual entre los vivos y los muertos”, expresó
Añadió que la manera en que se lleva a cabo esta festividad el 1 y 2 de noviembre es única, destacándose por sus elementos rituales y el sincretismo entre las creencias indígenas y las prácticas católicas.
Detalló que en ese lugar, se mezclan los sonidos de la naturaleza con el resonar de la música tradicional, creando un ambiente de respeto, celebración, siendo uno de los aspectos más característicos de la festividad es la Danza del Mono, ritual que simboliza la comunicación entre el mundo de los vivos y los difuntos, reforzando el vínculo entre ambos planos.
Precisó que el cementerio, de por sí un lugar singular, debido a sus grandes cruces, se transforma completamente durante estos días, pues las flores de cempasúchil, traídas por los visitantes, crean un paisaje impresionante de colores dorados y naranjas.
Detalló que las ofrendas son el elemento central de la celebración, ya que están basadas en productos comestibles, principalmente el maíz que se coloca cuidadosamente sobre las tumbas.
Además, los objetos personales de los difuntos, como fotografías, ropa o herramientas son dispuestos con gran cuidado, en una muestra de respeto y cariño hacia sus seres queridos que se adelantaron en el camino.
Al final de la celebración, cuando las velas se apagan y las ofrendas han sido consumidas por los vivos y, según la creencia, por los muertos, queda un sentimiento de paz, gratitud y la comunidad de Romerillo, se despide de sus seres queridos con la certeza de que el próximo año volverán a reunirse para celebrar nuevamente el Día de Muertos.
La fiesta de las almas en Zinacantán
En el corazón de los Altos de Chiapas, los tsotsiles de Zinacantán celebran anualmente una de sus festividades más profundas y espirituales: el K’in Ch’ulelal o K’in Santo, conocido como “La fiesta de las almas”.
Esta ceremonia, que se lleva a cabo el 1 y 2 de noviembre, es un homenaje a los difuntos y un reencuentro espiritual en el que las almas de los antepasados regresan al mundo terrenal para estar junto a sus seres queridos.
Maribel Bolom Gómez, promotora cultural indígena, menciona que Zinacantán es un municipio reconocido por su rica tradición en la floricultura, lo cual, transforma cada 1 y 2 de noviembre en un espectáculo floral inigualable.
“En esta fecha, el panteón del lugar se convierte en un mosaico de colores vibrantes, ya que cada tumba es adornada con cientos de flores cultivadas por las mismas familias zinacantecas. Esta práctica, profundamente arraigada en la cultura local, no solo es una muestra de respeto a los difuntos, sino también un tributo a la riqueza natural de la región”, expresó.
Añadió que la celebración no sería completa sin la comida y la bebida tradicional. El pox, una bebida alcohólica de maíz fermentado, fluye generosamente durante los festejos, mientras que los tamales, los cigarros y las frutas se comparten entre los asistentes, tanto vivos como espirituales.
Precisó que el panteón de Zinacantán se convierte cada año en un jardín de recuerdos y homenajes, donde las flores hablan el idioma del alma y donde el legado de los ancestros sigue floreciendo en cada rincón del municipio, así como en los campos santos.
Las ofrendas en los altares incluyen maíz, tamales, aguardiente, velas y figuras de santos, además se realizan ceremonias tradicionales, mientras que las familias visitan los cementerios para acompañar a sus muertos con música y rezos.
Celebración de Día de Muertos en diversas regiones de Chiapas
En la región Frailesca agrícola, las ofrendas incluyen productos locales como el maíz, calabaza y frijol y los altares son coloridos y, además de los alimentos, se colocan objetos personales de los difuntos y flores. En los hogares, la comida es compartida entre los vivos y, simbólicamente, con los muertos, quienes se cree regresan a convivir con sus familias.
Los municipios como Pichucalco y Reforma, de la región Norte celebran el Día de Muertos con altares que incluyen dulces, frutas y bebidas tradicionales como el pozol. Los panteones son decorados con velas y flores, y las familias se reúnen para rezar por las almas de los difuntos.
En las comunidades lacandonas de la región Selva, la festividad tiene un enfoque más íntimo y espiritual. Los altares son sencillos, con ofrendas de flores, cacao, frutas y comida. La tradición se mezcla con prácticas chamánicas, y se cree que los difuntos están en un continuo diálogo con los vivos a través de sueños y visiones, por lo que se les honra con rezos y ceremonias especiales.
En la Sierra Mariscal, en municipios como Motozintla y Mazapa de Madero, se celebra el Día de Muertos con una fusión de tradiciones indígenas y mestizas. Las familias preparan altares llenos de frutas, pan, velas y fotografías. Los panteones se llenan de visitantes que llevan música y comida, creando un ambiente festivo y reverente al mismo tiempo.
En esta región costera, que incluye municipios como Tonalá y Arriaga, la celebración destaca por el uso de productos del mar en las ofrendas, como pescados y mariscos. Los altares son una mezcla de tradiciones indígenas y cristianas, con velas y flores. Las familias suelen organizar convivios en los panteones, llevando música y comidas para compartir con sus difuntos.
En el Soconusco, donde se ubican municipios como Tapachula y Cacahoatán, la tradición es rica en detalles. Los altares suelen incluir el tradicional pan de muerto, tamales, café y chocolate, junto con fotos y objetos de los difuntos. La flor de cempasúchil adorna tanto los altares como los cementerios.
En Mezcalapa, los altares son más sencillos, pero igual de significativos. Las familias colocan frutas, flores y veladoras en honor a sus seres queridos. En las comunidades rurales, se mantiene la tradición de preparar platillos como tamales y mole, y las visitas al cementerio son acompañadas de rezos y cantos.
Los municipios de región Bosques, como Simojovel y Bochil, celebran el Día de Muertos con rezos en su lengua materna y la música de marimba o banda acompañan las visitas a los panteones. Es común que se organicen eventos comunitarios para celebrar a los difuntos.
En la Región Tulijá Tseltal Chol el Día de Muertos tienen una fuerte influencia de las culturas tseltal y chol y se cree que los espíritus de los muertos regresan a la tierra, por lo que se les honra con rezos y ceremonias especiales en sus tumbas. Los chamanes juegan un papel importante en la conexión entre los vivos y los muertos.
En los municipios de la Región Maya, como Palenque y Salto de Agua, las ofrendas tienen una fuerte conexión con la naturaleza. Las comunidades mayas honran a sus difuntos con ceremonias tradicionales, y en algunos casos, realizan rituales relacionados con la agricultura para pedir por una buena cosecha en honor a los ancestros.
En la Región Meseta Comiteca Tojolabal y los pueblos tojolabales, el Día de Muertos se celebra con gran devoción, ya que las familias organizan rezos en los hogares y en los cementerios, y es común que se organicen convivios donde se comparte la comida preparada en honor a los difuntos.
El Día de Muertos en Chiapas refleja la diversidad cultural de sus 15 regiones. Desde la Selva Lacandona hasta el Soconusco, cada rincón del estado aporta una particularidad a esta celebración, pero el elemento central permanece: el respeto y el amor hacia los seres queridos que ya no están presentes físicamente.