A pesar de su vocación para la docencia, el profesor Edgar Domínguez Hernández, químico farmacobiólogo de profesión y maestro del centro escolar Gabriel Ramos Millán, reconoce que llegó a desarrollar la actividad por azares y gustos del destino.
Hoy a 29 años de servicio se siente orgulloso de su trabajo, de su relación con los alumnos, padres de familia, pero sobre todo, con la vida misma que le ha permitido un lugar importante en la formación de cientos de jóvenes que ha visto progresar.
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En una retrospectiva de sus años de servicio y a uno de poder jubilarse, indicó que no tenía conocimiento de la docencia cuando comenzó a trabajar frente a grupo, pero sí conocimientos y vocación, ya que esta nació desde las aulas como alumno cuando no entendía un tema y buscaba cómo obtener conocimiento y compartirlo con sus compañeros. Desde allí hubo el interés por desarrollar el trabajo de docente.
Sus experiencias son narradas con mucha tranquilidad, asegura: "soy un maestro en formación y constante aprendizaje ante los tiempos tan cambiantes, pero he tenido experiencia, desde trabajar en un laboratorio hasta estar frente a grupos en las aulas y recientemente adentrarme al uso de la tecnología, obligado por la pandemia".
Desde muy joven trabajó en el Instituto Tapachula, en la Facultad de Ciencias Químicas de la UNACH como laboratorista, después algunas horas en la que actualmente es su casa, el centro escolar Gabriel Ramos Millán.
Relata que ya como docente desarrollaba su labor, pero sentía dentro de sí que faltaba algo, pues conocía bien los temas que impartía, pero eso fue superado con capacitación, ya que los cursos de nivelación pedagógica no solo requieren la vocación y la preparación, sino el compromiso.
Hoy se desempeña como coordinador de nivel secundaria, una labor muy importante, quizás un poco diferente que estar frente a grupo, pero igual de necesaria, donde puede atender incidentes no solo con alumnos sino entre maestros para que el proceso educativo tenga el mejor resultado posible.
El maestro, el químico, el amigo como gusta que le llamen, recuerda con nostalgia que el tiempo ha cambiado, "quizás hay mayor comunicación entre alumnos y maestros, pero no con el formalismo ni el respeto de antes, tampoco el apoyo de los padres de familia hacia el docente".
"Antes, además de ser profesores también éramos correctores de malas conductas, bajo la autorización de padres implementábamos algunos correctivos y esto permitió formar jóvenes con valores, no significa que ahora no sean, pero había un mayor respeto", abundó.
Indicó que hoy con el tema de derechos humanos el trabajo de formación de los docentes ha quedado relegado, porque para evitar problemas evitan entrometerse en otros rubros, por lo que la autoridad del maestro ha quedado en algo del pasado.
En lo que se refiere a los métodos que hoy se utilizan a las herramientas de trabajo, mencionó que hay cambios significativos, porque antes el papel bond y los colores que se usaban, que se preparaban desde la casa para dar la clase, solo quedan en el recuerdo, porque actualmente se hacen con tecnología en la computadora, que se refuerza con los libros de texto.