Don Martín maneja un taxi en el turno de dos a nueve la de noche. Antes de que su pasajero o pasajera ascienda, certifica que traiga cubrebocas puesto, de lo contrario exhorta a sacarlo del bolso o usarlo. Ya en el peor de los casos, el hombre al volante ha aprovechado un poco la pandemia para vender estas protecciones a cinco, 10 y 15 pesos, según el modelo que la gente guste adquirir.
Pero no se trata sólo de una cuestión de vendimia rodante. A don Martín le cambio la vida hace más de un año, cuando él acta de defunción de su madre dictaba que la muerte había derivado por “posible Covid”. Ahora el hombre de 58 años hace concietización a las personas que abordan su unidad, para que se protejan y tomen todas la medidas pertinentes, pues se ha relajado mucho la batalla contra esta letal virus que ha cobrado millones de vidas a nivel mundial.
“Hay gente que todavía no cree que este virus existe, se me hace que están esperando verlo para creer que hay algo invisible para nosotros matándonos, eso no es necesario, mire cuánta gente se ha muerto ya”, sostiene el chofer. Don Martín Vidal irá en esta semana a aplicarse la vacuna, pues para él hay que predicar con el ejemplo.
“Yo estoy en la raya de los 59 años y sí me quiero poner la vacuna, sólo me estoy programando para acudir un día de estos porque también hay que trabajar para poder comer”, opina. Pero el taxista no enjuicia a quienes no usan cubrebocas al haberle la parada para un servicio. Esta consciente que nadie se ha acostumbrado a la pandemia y, a veces, se olvida cargar con el cubrebocas.
Pero que se lo pongan porque un contagio puede significar la muerte
Martín Vidal
“Yo les vendo los cubrebocas porque no siempre los carga uno, si en dado caso la persona no lo quiere comprar pues no tengo más opción que regalárselo, pero que se lo pongan porque un contagio puede significar la muerte”, relata. La corrida con el singular hombre está a punto de terminarse, pero antes de descender de su unidad con el número 1073, se asegura de conocer la opinión del acompañante que está listo para pagar por el servicio de transporte.
Sonríe al ver que hay más personas preocupadas por la pandemia. Se identifica y entonces concluye que su labor no es para nada deschavetada. Mientras tanto, los cubrebocas cuelgan del retrovisor protegidos con una bolsa de plástico cada uno que impide se contaminen.
“Hay que ponerse el cubrebocas, hasta que todos estemos vacunados, mientras tanto el peligro sigue (...) son 45 pesos”, culmina el hombre al terminar la corrida.