/ lunes 21 de octubre de 2024

Ana Isabel Cid Ortega: La poesía, el vehículo a la libertad

Escribe poesía, es una protectora apasionada de los animalitos en estado vulnerable, los salva y como si fuese su ministerio de vida

Siendo niña, Ana Isabel Cid encontró un vehículo para escapar: la poesía. Tal vez no sabía que a través de la escritura, plasmando su tragedia, sería el motor que la ayudaría a sobrevivir y al final, encontrar la felicidad.

Cuando su padre fallece el dolor la lleva a exponer su alma en poesías que fueron desahogando y limpiando un corazón lleno de cicatrices.

Y es que su padre era lo único que tenía. Su vida tiene toda la tragedia que usted pueda imaginar; su madre la dejó cuando tenía escasos ocho meses y fue educada por su abuela paterna, Tita Rodas, una señora de la tercera edad que hizo lo que pudo con una recién nacida.

Lloraba mucho en la escuela, era cuestionada por qué su mamá era tan grande, su arreglo personal era distinto al de las demás, y era lógico, una señora de la tercera edad no tenía ya la gracia y menos el deseo de embellecer a una niña que…

La ausencia de su padre y un duelo que cargaba por años, la lleva a una depresión tan fuerte que se aisló del mundo. Tal vez quería morirse y no lograba entender por qué. Ignorada por las maestras de “Las Garcitas”, y estudiando la secundaria con las hermanas guadalupanas del colegio Constancia y Trabajo, supo cubrir su dolor convirtiéndose en la simpática del grupo, pero todo era un disfraz.

Ana Isabel Cid escribe: “yo nací alcohólica sin beber una sola copa”, y es que aprendió a vivir con el alcoholismo de su padre, así que públicamente mostraba una mujer que no era, porque su interior estaba destruido.

“La niña que solo sabía llorar”, libro escrito por Ana Isabel Cid / Foto: Carlos Morán / Diario del Sur

Afortunadamente en el bachillerato, la poesía se convirtió en sus muletas para escapar y calmar su dolor, a pesar de haber nacido con un destino a medias.

Pero su historia es digna de una novela, ya que su padre, Fernando Cid Rodas, un playboy que en su vida alegre conoce a una mujer y entre copa y copa despierta y nace nuestra entrevista de Diario del Sur.

Ana Isabel Cid Ortega, cuando tenía ocho, no sabía que iba a transitar por la vida sin amor, sin el calor de una madre, nació como lo escribe: “nací como un preso que tras las rejas ve su libertad como causa perdida”.

Creció con la sombra de un monstruo alcoholizado que llegaba de madrugada y la despertaba, tiraba la puerta a golpes para correr tras ella, el mismo hombre al que ella amaba por sobre todo en el mundo y llamaba padre.

A pesar de todo, Ana Isabel extraña los abrazos de su abuela que la cuidó siempre, sueña con la madre que nunca conoció, extraña a su padre que le decía: “mientras viva nada te faltará”. Ha extrañado tanto que, en esa búsqueda de consuelo y libertad, se convirtió en Licenciada en Derecho.

Ana Isabel trabajó una temporada como abogado en la Fiscalía, en la mesa que atiende los delitos de los servidores públicos pero el ambiente la obliga a renunciar, tenía miedo de salir de noche y tuvo que dejar el puesto, afortunadamente para acompañar a su padre en sus últimos días de vida.

La orfandad, el desamparo la obligaron a dormir de día para despertar por las noches, cuando toda la ciudad dormía, y así, contemplar las estrellas.

Decidió, porque las terapias psicológicas no eran suficientes, descargar todo su dolor, contarle al mundo sus penas, escribir poesía, con un estilo magistral logrando publicar el primer libro de poesía bajo el título “Aquellos que nunca me amaron”.

Enojada con Dios por la muerte de su padre, plasma su historia de vida entre líneas.

Escribe poesía, es una protectora apasionada de los animalitos en estado vulnerable, los salva y como si fuese su ministerio de vida, casi todos, incluyendo a los perritos, son especiales porque a uno le falta un ojo, otro no tiene una patita. Identificándose con ellos y a través de estas pequeñas criaturas, hace con ellos, lo que ella hubiera deseado tener cuando sufría indefensa…

La falta de amor y esa soledad tan quemante la guía a salvar mascotas ¡Necesitaba una familia!

En su primer poemario “Aquellos que nunca me amaron” muestra su enojo con Dios, acababa de despedir a su padre; se quedaba sola en el mundo, mágicamente esos últimos días junto a su padre borra de un plumazo todos los agravios que le había causado.

Este 23 de octubre a las 11 de la mañana presenta su segundo poemario “La niña que solo sabía llorar” y en esta segunda obra, se muestra a una mujer madura, reconciliada con Dios y con la vida, sin dejar de mostrar a la niña triste, la que no tuvo nada y poco sabía del amor…

Es abogado y tiene una maestría en educación, además de 7 gatos en su jardín, más otros invitados que llegan y tres perritas. Esa es su grandiosa familia, quienes le acompañan silenciosamente mientras sacude su alma y escribe todo lo que siente.

La falta de su padre, tal vez la ha guiado a buscar el amor en hombres mayores, en realidad buscaba protección, dos romances que solo le han dejado un mal sabor de boca y hoy, hoy comparte sus sueños al lado de un hombre tres años mayor que ella, con quien ha encontrado amor, respeto, apoyo y los rayos de felicidad están iluminando su existencia.

La obra que hoy estrena Ana Isabel Cid, es un mensaje de amor para todos aquellos que son hijos de padres alcohólicos. A través de su poesía describe cómo se vive al lado de un adicto, pero también, es un mensaje de amor y esperanza…

“La niña que solo sabía llorar” tiene como finalidad llegar a muchas mujeres y hombres que, como ella, aprendió a vivir; siempre supo que había esperanzas y la poesía la ayudó a poder transitar por muchos años hasta que la pesadilla terminó, pero comenzó otra: los recuerdos y la soledad.

Ana Isabel Cid Ortega ha hecho de todo a lo largo de 38 años de existencia; ha dado clases, asesora tesis, cuida de los animalitos en estado vulnerable, hace y vende postres, ama la naturaleza y es una ambientalista apasionada.

Es la niña que superó todos los agravios de su existencia, supo torear las burlas de la infancia, la falta de una madre, el estado etílico de su padre y la falta de amor.

Ella es Ana Isabel Cid, una mujer que, sin saberlo, a través de su poesía da una lección de vida, expresa lo que siente y cree, porque está segura que el alma humana es inmortal, que nunca puede ser destruida, aunque su cuerpo se convierta en polvo cuando regrese a la tierra, el alma es perpetua o eterna.

La poesía le ha dado la libertad para encontrar el amor en todo lo que hace. Con su poesía viaja al centro de su corazón, muestra su alma desnuda porque su conciencia se lo exige, le dicta que lo escriba y lo cuente para que otros sepan que, si alimentamos el alma y la limpiamos, el amor se regocijará.

“En mis noches de desvelo pienso en ti, aunque no quiero. En tus promesas embusteras, en tus palabras llenas de desprecio, en las telarañas que tejías, cuando tu amor parecía sincero…”.

Ana Isabel Cid, vive y cuenta su vida, sus sentimientos, escribe con el alma rota, llena de amor, luego vacía, después alegre pero siempre, con la misión de descubrir con sus letras, lo que todos guardamos en un rincón del alma.

Morancarlos.escobar1958@gmail.com

Siendo niña, Ana Isabel Cid encontró un vehículo para escapar: la poesía. Tal vez no sabía que a través de la escritura, plasmando su tragedia, sería el motor que la ayudaría a sobrevivir y al final, encontrar la felicidad.

Cuando su padre fallece el dolor la lleva a exponer su alma en poesías que fueron desahogando y limpiando un corazón lleno de cicatrices.

Y es que su padre era lo único que tenía. Su vida tiene toda la tragedia que usted pueda imaginar; su madre la dejó cuando tenía escasos ocho meses y fue educada por su abuela paterna, Tita Rodas, una señora de la tercera edad que hizo lo que pudo con una recién nacida.

Lloraba mucho en la escuela, era cuestionada por qué su mamá era tan grande, su arreglo personal era distinto al de las demás, y era lógico, una señora de la tercera edad no tenía ya la gracia y menos el deseo de embellecer a una niña que…

La ausencia de su padre y un duelo que cargaba por años, la lleva a una depresión tan fuerte que se aisló del mundo. Tal vez quería morirse y no lograba entender por qué. Ignorada por las maestras de “Las Garcitas”, y estudiando la secundaria con las hermanas guadalupanas del colegio Constancia y Trabajo, supo cubrir su dolor convirtiéndose en la simpática del grupo, pero todo era un disfraz.

Ana Isabel Cid escribe: “yo nací alcohólica sin beber una sola copa”, y es que aprendió a vivir con el alcoholismo de su padre, así que públicamente mostraba una mujer que no era, porque su interior estaba destruido.

“La niña que solo sabía llorar”, libro escrito por Ana Isabel Cid / Foto: Carlos Morán / Diario del Sur

Afortunadamente en el bachillerato, la poesía se convirtió en sus muletas para escapar y calmar su dolor, a pesar de haber nacido con un destino a medias.

Pero su historia es digna de una novela, ya que su padre, Fernando Cid Rodas, un playboy que en su vida alegre conoce a una mujer y entre copa y copa despierta y nace nuestra entrevista de Diario del Sur.

Ana Isabel Cid Ortega, cuando tenía ocho, no sabía que iba a transitar por la vida sin amor, sin el calor de una madre, nació como lo escribe: “nací como un preso que tras las rejas ve su libertad como causa perdida”.

Creció con la sombra de un monstruo alcoholizado que llegaba de madrugada y la despertaba, tiraba la puerta a golpes para correr tras ella, el mismo hombre al que ella amaba por sobre todo en el mundo y llamaba padre.

A pesar de todo, Ana Isabel extraña los abrazos de su abuela que la cuidó siempre, sueña con la madre que nunca conoció, extraña a su padre que le decía: “mientras viva nada te faltará”. Ha extrañado tanto que, en esa búsqueda de consuelo y libertad, se convirtió en Licenciada en Derecho.

Ana Isabel trabajó una temporada como abogado en la Fiscalía, en la mesa que atiende los delitos de los servidores públicos pero el ambiente la obliga a renunciar, tenía miedo de salir de noche y tuvo que dejar el puesto, afortunadamente para acompañar a su padre en sus últimos días de vida.

La orfandad, el desamparo la obligaron a dormir de día para despertar por las noches, cuando toda la ciudad dormía, y así, contemplar las estrellas.

Decidió, porque las terapias psicológicas no eran suficientes, descargar todo su dolor, contarle al mundo sus penas, escribir poesía, con un estilo magistral logrando publicar el primer libro de poesía bajo el título “Aquellos que nunca me amaron”.

Enojada con Dios por la muerte de su padre, plasma su historia de vida entre líneas.

Escribe poesía, es una protectora apasionada de los animalitos en estado vulnerable, los salva y como si fuese su ministerio de vida, casi todos, incluyendo a los perritos, son especiales porque a uno le falta un ojo, otro no tiene una patita. Identificándose con ellos y a través de estas pequeñas criaturas, hace con ellos, lo que ella hubiera deseado tener cuando sufría indefensa…

La falta de amor y esa soledad tan quemante la guía a salvar mascotas ¡Necesitaba una familia!

En su primer poemario “Aquellos que nunca me amaron” muestra su enojo con Dios, acababa de despedir a su padre; se quedaba sola en el mundo, mágicamente esos últimos días junto a su padre borra de un plumazo todos los agravios que le había causado.

Este 23 de octubre a las 11 de la mañana presenta su segundo poemario “La niña que solo sabía llorar” y en esta segunda obra, se muestra a una mujer madura, reconciliada con Dios y con la vida, sin dejar de mostrar a la niña triste, la que no tuvo nada y poco sabía del amor…

Es abogado y tiene una maestría en educación, además de 7 gatos en su jardín, más otros invitados que llegan y tres perritas. Esa es su grandiosa familia, quienes le acompañan silenciosamente mientras sacude su alma y escribe todo lo que siente.

La falta de su padre, tal vez la ha guiado a buscar el amor en hombres mayores, en realidad buscaba protección, dos romances que solo le han dejado un mal sabor de boca y hoy, hoy comparte sus sueños al lado de un hombre tres años mayor que ella, con quien ha encontrado amor, respeto, apoyo y los rayos de felicidad están iluminando su existencia.

La obra que hoy estrena Ana Isabel Cid, es un mensaje de amor para todos aquellos que son hijos de padres alcohólicos. A través de su poesía describe cómo se vive al lado de un adicto, pero también, es un mensaje de amor y esperanza…

“La niña que solo sabía llorar” tiene como finalidad llegar a muchas mujeres y hombres que, como ella, aprendió a vivir; siempre supo que había esperanzas y la poesía la ayudó a poder transitar por muchos años hasta que la pesadilla terminó, pero comenzó otra: los recuerdos y la soledad.

Ana Isabel Cid Ortega ha hecho de todo a lo largo de 38 años de existencia; ha dado clases, asesora tesis, cuida de los animalitos en estado vulnerable, hace y vende postres, ama la naturaleza y es una ambientalista apasionada.

Es la niña que superó todos los agravios de su existencia, supo torear las burlas de la infancia, la falta de una madre, el estado etílico de su padre y la falta de amor.

Ella es Ana Isabel Cid, una mujer que, sin saberlo, a través de su poesía da una lección de vida, expresa lo que siente y cree, porque está segura que el alma humana es inmortal, que nunca puede ser destruida, aunque su cuerpo se convierta en polvo cuando regrese a la tierra, el alma es perpetua o eterna.

La poesía le ha dado la libertad para encontrar el amor en todo lo que hace. Con su poesía viaja al centro de su corazón, muestra su alma desnuda porque su conciencia se lo exige, le dicta que lo escriba y lo cuente para que otros sepan que, si alimentamos el alma y la limpiamos, el amor se regocijará.

“En mis noches de desvelo pienso en ti, aunque no quiero. En tus promesas embusteras, en tus palabras llenas de desprecio, en las telarañas que tejías, cuando tu amor parecía sincero…”.

Ana Isabel Cid, vive y cuenta su vida, sus sentimientos, escribe con el alma rota, llena de amor, luego vacía, después alegre pero siempre, con la misión de descubrir con sus letras, lo que todos guardamos en un rincón del alma.

Morancarlos.escobar1958@gmail.com

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