/ lunes 2 de septiembre de 2024

Isabel López Hipólito, el arte de vivir con amor y tostadas

Doña Chabelita es un icono en Tapachula, es una mujer que tiene 73 años trabajando y no se rinde, vive el resto de los días feliz, satisfecha

Tal vez vino al mundo de madrugada, cuando los relojes no obedecen las reglas y a esa hora empieza el bullicio del mercado, de la gente que va y viene para luchar por el día a día.

Nació en la época más dura del patriarcado, cuando las mujeres no tenían derecho a nada más que aprender los oficios del hogar, y a trabajar, sin embargo, su madre Doña Raquel Hipólito, la enviaba a la escuela, pero ella prefería ir a casa de su abuela a sumergirse en el ambiente del nixtamal, la tortilla y todo lo que tenía que ver con el maíz.

Siendo niña aprendió el oficio común y conocido como tortear, despertar a las 2 de la mañana, hacer tortillas de maíz; primero cocinar el maíz, llevarlo al molino, hacer las tortillas, seleccionarlas e irlas a vender al mercado.

Nació en Teotitlán del Valle, en una cuna humilde. Cuenta que su madre salió huyendo de Oaxaca porque no resistió los malos tratos de su esposo. Su madre abandonó su casa con destino a Tapachula, tomó de la mano a sus tres hijos, al resto de la tribu y llegó a esta tierra en busca de una vida mejor.

Es la historia de una mujer que llegó a Tapachula cuando tenía 6 años. Siendo niña decidió que prefería aprender a hacer tortillas a mano que ir a la escuela, aunque no sabe leer, en la infancia supo que lo suyo era sobrevivir y mujer al fin, tuvo la valentía para enfrentar el mundo con entereza.

Tenía 15 años y el destino de toda mujer era casarse, servir al hombre, tener hijos y obedecer. Casarse no le cambió la suerte, al contrario, repitió el mismo patrón de su madre y trajo al mundo a ocho hijos, hasta que 25 años después de haberse unido al único hombre que conoció, que decidió abandonarla.

Nada extraño para la época, en 1962, hace exactamente 62 años, unida a un hombre que no proveía todo para la casa, decidió ponerse a trabajar, a hacer lo único que había aprendido.

No sabe con exactitud en dónde está el secreto, a qué se debe el éxito y por qué la tostada cubierta de frijol, adornada con repollo y coronada con salsa picante y queso, la salvó para cuidar con amor y enviar a la escuela a sus ocho hijos.

Se llama Isabel López Hipólito, doña Chabelita, quien no quiso que sus hijos se quedaran en la ignorancia y sumergidos en el analfabetismo como ella, los obligó a estudiar, los envió a la escuela para que resistiera las inclemencias del mundo con menos dificultades.

-Hace sesenta y dos años una tostada costaba 20 centavos- cuenta doña Chabelita para Diario del Sur. A pesar de no saber leer y escribir, tiene un cerebro ágil para hacer cuentas.

Doña Chabelita, ha trabajado de todo, a pesar de ser pobre como ella dice, le gusta el dinero, así que abrió su primera cenaduría ambulante en “El laberinto”, en la 2ª poniente entre la 1ª y 3ª sur.

Hace 62 años en ese famoso laberinto, vivía en la casa de unos tíos y, sin estudio de mercado ni lo pensó dos veces, decidió aventurarse con un pequeño negocio, solo tenía fe en hacer bien lo que hasta el día de hoy hace desde que comenzó a trabajar.

La muerte de su tío, 25 años después la obliga a moverse del domicilio con sus hijos y, por supuesto, su cenaduría, para instalarse cerca del panteón municipal.

Es una mujer como miles de mujeres que comenzaba el día de compras en el mercado, daba el desayuno a los hijos, los mandaba a la escuela y preparaba todos los insumos que ocuparía por la tarde noche para complacer a sus comensales.

No es una simple tostada, lleva el amor de una mujer, la buena intención de sobrevivir, cocinar el frijol, molerlo, rebanar uno o dos repollos finamente, preparar las salsas y como el mercado le exige otras delicias, los tacos y las empanadas, son parte de su menú diario.

Doña Chabelita educó a ocho hijos -Mis ocho hijos saben leer y escribir, ellos fueron a la escuela para que tuvieran una vida mejor que yo-, cuenta sonriente, satisfecha, porque a pesar de la pobreza, es feliz.

Después se instala en la 6ª avenida sur, un nuevo cambio de domicilio y la cenaduría también. En esta avenida todos los días como desde hace 62 años, inicia a las 5:30 de la tarde su jornada laboral.

A su cenaduría llegan comensales de todos los niveles sociales para degustar una orden o dos, según el apetito. Doña Chabelita asegura que el éxito de sus delicias está en sus manos que dan la bendición y el sabor, la sazón a lo que prepara.

Isabel López Hipólito, es católica, fiel creyente y devota del Señor de Esquipulas. Hoy, su destino la ha llevado a un nuevo espacio ubicado en la 8ª Sur entre la 6ª y 8ª poniente.

Mujer de fe inquebrantable que al servir el primer pedido, se persigna con la señal de la cruz mirando a la virgen de Guadalupe que mantiene en una repisa, en su local.

Nació el 8 de julio de 1945, tiene 79 años y en su vida solo tiene pasajes que la mantienen alegre -todos mis hijos se han involucrado en mi negocio y actualmente, mi hija Verónica me apoya para seguir sirviendo todos los días, señala.

Filiberto, Ernesto, Julia, Concepción, José, Polo, Verónica y Pedro Antonio, son los nombres de sus hijos, varios de ellos viven fuera de Tapachula, -para eso los eduque, para que trabajaran y mantuvieran a su familia cada uno- me confía esta mujerona que a pesar de los años no se rinde, abre su cenaduría como el primer día.

A las 5:30 de la tarde, doña Isabel, aparece en su pequeño espacio con una bandeja de tostadas, un anafre que mantiene a fuego liviano el aceite a donde ingresa las empanadas rellenas de carne y papa, calientitas sobre un plato para un cliente que ya la conoce y la sigue a donde vaya.

Los años han ido borrando en ella las fechas, las horas y los días, pero de lo que nunca se olvida es que su madre hacía atole y tortillas a mano, esa fue la imagen con la que vivió siempre y después su abuela julia, dedicada al mismo oficio, la inspiraron para sobrevivir con esta delicia mexicana.

Apoyada por dos hijas, aparece todas las tardes en la 8ª Sur, fresca, sonriente y bien vestida, toma una tostada de maíz y le da un suave baño de frijol, decora generosamente con col o repollo y según el comensal, agrega una buena cantidad de salsa de jitomate.

Ella desconoce que este plato tan sencillo y que cualquier persona podría preparar en casa, no sabe igual ni mejor, pero con gusto a las 10 de la noche levanta la bandeja vacía. Ha vendido tal vez 150 tostadas, una buena cantidad de tacos y empanadas.

Pero no todo es trabajo en su vida. Es fan de Cantinflas y no se pierde sus películas. En su habitación luce un hermoso altar en donde predomina el Cristo Negro, es su santuario en donde agradece a Dios la vida, todos los días.

Al terminar el día, se acuesta feliz, a soñar que mañana será otro día, protegida por su hijo más chico, que le cuida el sueño, sus hijas y nietos la protegen porque esta mujerona de 79 años, ha sido un ejemplo de vida.

Doña Chabelita es un icono en Tapachula, es una mujer que tiene 73 años trabajando y no se rinde, vive el resto de los días feliz, satisfecha y finalmente me dice ¡Soy pobre pero muy feliz!

morancarlos.escobar1958@gmail.com

Tal vez vino al mundo de madrugada, cuando los relojes no obedecen las reglas y a esa hora empieza el bullicio del mercado, de la gente que va y viene para luchar por el día a día.

Nació en la época más dura del patriarcado, cuando las mujeres no tenían derecho a nada más que aprender los oficios del hogar, y a trabajar, sin embargo, su madre Doña Raquel Hipólito, la enviaba a la escuela, pero ella prefería ir a casa de su abuela a sumergirse en el ambiente del nixtamal, la tortilla y todo lo que tenía que ver con el maíz.

Siendo niña aprendió el oficio común y conocido como tortear, despertar a las 2 de la mañana, hacer tortillas de maíz; primero cocinar el maíz, llevarlo al molino, hacer las tortillas, seleccionarlas e irlas a vender al mercado.

Nació en Teotitlán del Valle, en una cuna humilde. Cuenta que su madre salió huyendo de Oaxaca porque no resistió los malos tratos de su esposo. Su madre abandonó su casa con destino a Tapachula, tomó de la mano a sus tres hijos, al resto de la tribu y llegó a esta tierra en busca de una vida mejor.

Es la historia de una mujer que llegó a Tapachula cuando tenía 6 años. Siendo niña decidió que prefería aprender a hacer tortillas a mano que ir a la escuela, aunque no sabe leer, en la infancia supo que lo suyo era sobrevivir y mujer al fin, tuvo la valentía para enfrentar el mundo con entereza.

Tenía 15 años y el destino de toda mujer era casarse, servir al hombre, tener hijos y obedecer. Casarse no le cambió la suerte, al contrario, repitió el mismo patrón de su madre y trajo al mundo a ocho hijos, hasta que 25 años después de haberse unido al único hombre que conoció, que decidió abandonarla.

Nada extraño para la época, en 1962, hace exactamente 62 años, unida a un hombre que no proveía todo para la casa, decidió ponerse a trabajar, a hacer lo único que había aprendido.

No sabe con exactitud en dónde está el secreto, a qué se debe el éxito y por qué la tostada cubierta de frijol, adornada con repollo y coronada con salsa picante y queso, la salvó para cuidar con amor y enviar a la escuela a sus ocho hijos.

Se llama Isabel López Hipólito, doña Chabelita, quien no quiso que sus hijos se quedaran en la ignorancia y sumergidos en el analfabetismo como ella, los obligó a estudiar, los envió a la escuela para que resistiera las inclemencias del mundo con menos dificultades.

-Hace sesenta y dos años una tostada costaba 20 centavos- cuenta doña Chabelita para Diario del Sur. A pesar de no saber leer y escribir, tiene un cerebro ágil para hacer cuentas.

Doña Chabelita, ha trabajado de todo, a pesar de ser pobre como ella dice, le gusta el dinero, así que abrió su primera cenaduría ambulante en “El laberinto”, en la 2ª poniente entre la 1ª y 3ª sur.

Hace 62 años en ese famoso laberinto, vivía en la casa de unos tíos y, sin estudio de mercado ni lo pensó dos veces, decidió aventurarse con un pequeño negocio, solo tenía fe en hacer bien lo que hasta el día de hoy hace desde que comenzó a trabajar.

La muerte de su tío, 25 años después la obliga a moverse del domicilio con sus hijos y, por supuesto, su cenaduría, para instalarse cerca del panteón municipal.

Es una mujer como miles de mujeres que comenzaba el día de compras en el mercado, daba el desayuno a los hijos, los mandaba a la escuela y preparaba todos los insumos que ocuparía por la tarde noche para complacer a sus comensales.

No es una simple tostada, lleva el amor de una mujer, la buena intención de sobrevivir, cocinar el frijol, molerlo, rebanar uno o dos repollos finamente, preparar las salsas y como el mercado le exige otras delicias, los tacos y las empanadas, son parte de su menú diario.

Doña Chabelita educó a ocho hijos -Mis ocho hijos saben leer y escribir, ellos fueron a la escuela para que tuvieran una vida mejor que yo-, cuenta sonriente, satisfecha, porque a pesar de la pobreza, es feliz.

Después se instala en la 6ª avenida sur, un nuevo cambio de domicilio y la cenaduría también. En esta avenida todos los días como desde hace 62 años, inicia a las 5:30 de la tarde su jornada laboral.

A su cenaduría llegan comensales de todos los niveles sociales para degustar una orden o dos, según el apetito. Doña Chabelita asegura que el éxito de sus delicias está en sus manos que dan la bendición y el sabor, la sazón a lo que prepara.

Isabel López Hipólito, es católica, fiel creyente y devota del Señor de Esquipulas. Hoy, su destino la ha llevado a un nuevo espacio ubicado en la 8ª Sur entre la 6ª y 8ª poniente.

Mujer de fe inquebrantable que al servir el primer pedido, se persigna con la señal de la cruz mirando a la virgen de Guadalupe que mantiene en una repisa, en su local.

Nació el 8 de julio de 1945, tiene 79 años y en su vida solo tiene pasajes que la mantienen alegre -todos mis hijos se han involucrado en mi negocio y actualmente, mi hija Verónica me apoya para seguir sirviendo todos los días, señala.

Filiberto, Ernesto, Julia, Concepción, José, Polo, Verónica y Pedro Antonio, son los nombres de sus hijos, varios de ellos viven fuera de Tapachula, -para eso los eduque, para que trabajaran y mantuvieran a su familia cada uno- me confía esta mujerona que a pesar de los años no se rinde, abre su cenaduría como el primer día.

A las 5:30 de la tarde, doña Isabel, aparece en su pequeño espacio con una bandeja de tostadas, un anafre que mantiene a fuego liviano el aceite a donde ingresa las empanadas rellenas de carne y papa, calientitas sobre un plato para un cliente que ya la conoce y la sigue a donde vaya.

Los años han ido borrando en ella las fechas, las horas y los días, pero de lo que nunca se olvida es que su madre hacía atole y tortillas a mano, esa fue la imagen con la que vivió siempre y después su abuela julia, dedicada al mismo oficio, la inspiraron para sobrevivir con esta delicia mexicana.

Apoyada por dos hijas, aparece todas las tardes en la 8ª Sur, fresca, sonriente y bien vestida, toma una tostada de maíz y le da un suave baño de frijol, decora generosamente con col o repollo y según el comensal, agrega una buena cantidad de salsa de jitomate.

Ella desconoce que este plato tan sencillo y que cualquier persona podría preparar en casa, no sabe igual ni mejor, pero con gusto a las 10 de la noche levanta la bandeja vacía. Ha vendido tal vez 150 tostadas, una buena cantidad de tacos y empanadas.

Pero no todo es trabajo en su vida. Es fan de Cantinflas y no se pierde sus películas. En su habitación luce un hermoso altar en donde predomina el Cristo Negro, es su santuario en donde agradece a Dios la vida, todos los días.

Al terminar el día, se acuesta feliz, a soñar que mañana será otro día, protegida por su hijo más chico, que le cuida el sueño, sus hijas y nietos la protegen porque esta mujerona de 79 años, ha sido un ejemplo de vida.

Doña Chabelita es un icono en Tapachula, es una mujer que tiene 73 años trabajando y no se rinde, vive el resto de los días feliz, satisfecha y finalmente me dice ¡Soy pobre pero muy feliz!

morancarlos.escobar1958@gmail.com

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