/ martes 17 de septiembre de 2024

María Magdalena Levet, con amor y vocación para educar a la niñez

María Magdalena Díaz-Athie es una mujer que honra los apellidos que lleva, es una profesional Íntegra y valiosa

Todas las mujeres nacen con una misión y María Magdalena Levet Díaz-Athie siempre supo y estuvo segura que había nacido con la vocación para educar niños.

Nuestra entrevistada de Diario del Sur nace en el seno de una familia con valores universales y tradicionales, por ello cursa todos sus estudios en el colegio guadalupano Constancia y Trabajo.

Ingresa al colegio de las Siervas de Jesús Sacramentado (ITAC), en donde estudia el bachillerato. Siendo joven, siempre se distinguió por su carácter alegre y el sello humilde, sencillo que la caracteriza.

-Aunque parezca un cuento, siendo niña siempre tuve deseos de dedicarme a los niños, una labor que va más allá del simple cuidado de los infantes. No sabía todo lo que implicaba, pero ser maestra, psicóloga o cualquier profesión en donde los niños fueran el elemento para trabajar, esa ha sido siempre mi vocación-.

Magdita, como se le dice de cariño a esta legítima educadora, de personalidad encantadora, carácter noble, de imagen fina y delicada, es gracias a ser parte de una familia conservadora y sobre todo, muy unida; esa unión le regaló una juventud y niñez inolvidable.

Al terminar el bachillerato sus padres le regalan un año de estudios en UTAH, va a la Unión Americana a una universidad con el objetivo de aprender inglés, con la fina intención que, en ese año, su vocación se fortalezca o cambie de opinión.

Regresa un año después con la fija intención de estudiar la Licenciatura en Educación Preescolar e ingresa al Colegio Esparza, un centro escolar católico y dirigido por hermanas josefinas, escuela especializada en la licenciatura en Educación Preescolar.

Sí, María Magdalena Levet Díaz-Athie es orgullosamente “josefina”, estudió en este colegio que tiene mucho amor a la educación y que construye profesionales con responsabilidad.

-Soñaba con estudiar en una universidad, pues haber estudiado con monjas y volver a lo mismo en la profesional… quería vivir el ambiente universitario pero el Colegio Esparza en esa época era la única escuela que tenía la licenciatura en Educación Preescolar-.

Siendo estudiante tuvo las pruebas más difíciles dentro del servicio social y las prácticas profesionales en colegios públicos. -Eran escuelas en donde muchos niños no tenían nada, así que con el poco dinero que me sobraba de mi gasto semanal, compraba dulces y jugos para los niños y escuchar las historias de niños que venían de hogares inestables, pobres me dolía-.

-Al salir de la escuela, ya tenía un espacio en un colegio que solicitaba mis servicios. Mónica Costes trabajaba en el colegio “Crayola” y me invita para dar prácticas y cubrirla, porque venía de vacaciones a Tapachula-.

A poco tiempo dando clases y estar frente a los niños demostró ser una profesional de mucho valor, así que la directora del Colegio Crayola la contrata, pero estaba a punto de presentar la tesis y titularse. La escuela la esperó y a través de 16 años Magdita disfrutó lo que había estudiado poniéndolo en práctica.

Ser educadora va más allá del simple cuidado de los niños, porque implica construir con ellos, ayudarlos a que descubran el entorno en el que viven, a socializar. Magdita asegura que ser educadora requiere de un compromiso íntegro, una vocación a prueba de bombas, estar preparada académicamente, pero sobre todo estar educada y equilibrada emocional y afectivamente, porque eso transmitirá a los niños, con seguridad.

Tras 16 años en el colegio Crayola trabajando con niños del área Maternal, nos dice que Magdita es una de esas mujeres grandes de la educación quien, desde su trinchera, ha abonado a la revolución del conocimiento, ha dignificado a muchas mujeres, que como ella, demostró que su profesión es vocación, sentimiento y una labor humanitaria.

Tenía 30 años cuando se casó con Juan Carlos Lorenzini.

Se casa enamorada, una mujer como Magdita Levet Díaz-Athie, sensible, humanitaria, íntegra y virtuosa, pues también cree en el amor. De esa unión tiene una hija; Giovanna, una joven de 17 años que ama el arte y se instruye en la pintura.

En el año 2006, se convierte en madre.

El deceso de su hermana Gaby, hace 13 años y un divorcio dos años después le cambia la vida: cuidar y abrigar a sus sobrinos, una hija y su madre, que le insistió en volver a Tapachula; era para tener mejor calidad de vida, estar con la familia, estaba sola, y Magdita también, sola con su hija, el resto es su historia de hoy.

María Magdalena, Magdita, está en el mejor momento de su vida, hace 7 años regresó a Tapachula con su hija Giovanna y como lo suyo son los niños, cubría eventualmente suplencias en varios colegios.

Hace dos años y medio recibió la oferta de colaborar en un proyecto innovador, un programa piloto en el Colegio Cumbres que trata de la “estimulación temprana” para niños de recién nacidos a un año y medio.

Magdita no duda en aceptar, porque además de ser el mundo en el que le gusta navegar, ya se había preparado sobre el tema.


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Con una fe inquebrantable en Dios y confianza en sí misma, anota que lleva tres grupos de bebés graduados.

La estimulación temprana no es más que una clase con actividades en donde los padres intervienen para coordinarse con la educadora y ver el desarrollo del bebé en las áreas física, cognitiva, social y emocional.

El bebé ingresa a partir de los 3 meses de edad y las 5 mamás o papás están con los 5 niños. Magdita funge como apoyo al bebé en su desarrollo motivando cada una de las áreas.

Dirige a los papás teniendo una muñeca que sirve de modelo y ella es solo un instrumento profesional, una guía para esa etapa que tiene como regalo maravilloso que los padres convivan con sus hijos.

Y conforme avanza el curso, el tiempo transcurre, el bebé va evolucionando, se va reconociendo con sus compañeritos. Los 22 años de docencia de nuestra estelar de Diario del Sur es una garantía en este programa que mejora el desarrollo integral del bebé, quien al año y medio ingresa al área Maternal.

Todo es amor, vocación a la enseñanza y Magdita asegura que el área que hoy trabaja ha sido de grandes experiencias, ella misma como ser humano aprende todos los días.

Satisfecha de ser la guía en el aprendizaje de los niños, sabe que su trabajo incluye cuidado físico y emocional, estimulación, enseñanza, aprendizaje, promoción de la salud y seguridad, por mencionar algunas.

Su trabajo va más allá del cuidado de los niños, con alto sentido de responsabilidad sabe y está segura que de ella depende el desarrollo de cada niño y en ese reto, en esa labor, asegura que sí volviera nacer estudiaría y se prepararía para educar niños.

María Magdalena Díaz-Athie es una mujer que honra los apellidos que lleva, es una profesional Íntegra y valiosa.

El 14 de junio del 2025 cumple 50 años, aunque no deba escribirlo porque se nota; es feliz, satisfecha de su trabajo y orgullosa de una vida, con un corazón lleno de cicatrices, porque ha amado y seguirá amando siempre.


morancarlos.escobar1958@gmail.com

Todas las mujeres nacen con una misión y María Magdalena Levet Díaz-Athie siempre supo y estuvo segura que había nacido con la vocación para educar niños.

Nuestra entrevistada de Diario del Sur nace en el seno de una familia con valores universales y tradicionales, por ello cursa todos sus estudios en el colegio guadalupano Constancia y Trabajo.

Ingresa al colegio de las Siervas de Jesús Sacramentado (ITAC), en donde estudia el bachillerato. Siendo joven, siempre se distinguió por su carácter alegre y el sello humilde, sencillo que la caracteriza.

-Aunque parezca un cuento, siendo niña siempre tuve deseos de dedicarme a los niños, una labor que va más allá del simple cuidado de los infantes. No sabía todo lo que implicaba, pero ser maestra, psicóloga o cualquier profesión en donde los niños fueran el elemento para trabajar, esa ha sido siempre mi vocación-.

Magdita, como se le dice de cariño a esta legítima educadora, de personalidad encantadora, carácter noble, de imagen fina y delicada, es gracias a ser parte de una familia conservadora y sobre todo, muy unida; esa unión le regaló una juventud y niñez inolvidable.

Al terminar el bachillerato sus padres le regalan un año de estudios en UTAH, va a la Unión Americana a una universidad con el objetivo de aprender inglés, con la fina intención que, en ese año, su vocación se fortalezca o cambie de opinión.

Regresa un año después con la fija intención de estudiar la Licenciatura en Educación Preescolar e ingresa al Colegio Esparza, un centro escolar católico y dirigido por hermanas josefinas, escuela especializada en la licenciatura en Educación Preescolar.

Sí, María Magdalena Levet Díaz-Athie es orgullosamente “josefina”, estudió en este colegio que tiene mucho amor a la educación y que construye profesionales con responsabilidad.

-Soñaba con estudiar en una universidad, pues haber estudiado con monjas y volver a lo mismo en la profesional… quería vivir el ambiente universitario pero el Colegio Esparza en esa época era la única escuela que tenía la licenciatura en Educación Preescolar-.

Siendo estudiante tuvo las pruebas más difíciles dentro del servicio social y las prácticas profesionales en colegios públicos. -Eran escuelas en donde muchos niños no tenían nada, así que con el poco dinero que me sobraba de mi gasto semanal, compraba dulces y jugos para los niños y escuchar las historias de niños que venían de hogares inestables, pobres me dolía-.

-Al salir de la escuela, ya tenía un espacio en un colegio que solicitaba mis servicios. Mónica Costes trabajaba en el colegio “Crayola” y me invita para dar prácticas y cubrirla, porque venía de vacaciones a Tapachula-.

A poco tiempo dando clases y estar frente a los niños demostró ser una profesional de mucho valor, así que la directora del Colegio Crayola la contrata, pero estaba a punto de presentar la tesis y titularse. La escuela la esperó y a través de 16 años Magdita disfrutó lo que había estudiado poniéndolo en práctica.

Ser educadora va más allá del simple cuidado de los niños, porque implica construir con ellos, ayudarlos a que descubran el entorno en el que viven, a socializar. Magdita asegura que ser educadora requiere de un compromiso íntegro, una vocación a prueba de bombas, estar preparada académicamente, pero sobre todo estar educada y equilibrada emocional y afectivamente, porque eso transmitirá a los niños, con seguridad.

Tras 16 años en el colegio Crayola trabajando con niños del área Maternal, nos dice que Magdita es una de esas mujeres grandes de la educación quien, desde su trinchera, ha abonado a la revolución del conocimiento, ha dignificado a muchas mujeres, que como ella, demostró que su profesión es vocación, sentimiento y una labor humanitaria.

Tenía 30 años cuando se casó con Juan Carlos Lorenzini.

Se casa enamorada, una mujer como Magdita Levet Díaz-Athie, sensible, humanitaria, íntegra y virtuosa, pues también cree en el amor. De esa unión tiene una hija; Giovanna, una joven de 17 años que ama el arte y se instruye en la pintura.

En el año 2006, se convierte en madre.

El deceso de su hermana Gaby, hace 13 años y un divorcio dos años después le cambia la vida: cuidar y abrigar a sus sobrinos, una hija y su madre, que le insistió en volver a Tapachula; era para tener mejor calidad de vida, estar con la familia, estaba sola, y Magdita también, sola con su hija, el resto es su historia de hoy.

María Magdalena, Magdita, está en el mejor momento de su vida, hace 7 años regresó a Tapachula con su hija Giovanna y como lo suyo son los niños, cubría eventualmente suplencias en varios colegios.

Hace dos años y medio recibió la oferta de colaborar en un proyecto innovador, un programa piloto en el Colegio Cumbres que trata de la “estimulación temprana” para niños de recién nacidos a un año y medio.

Magdita no duda en aceptar, porque además de ser el mundo en el que le gusta navegar, ya se había preparado sobre el tema.


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Con una fe inquebrantable en Dios y confianza en sí misma, anota que lleva tres grupos de bebés graduados.

La estimulación temprana no es más que una clase con actividades en donde los padres intervienen para coordinarse con la educadora y ver el desarrollo del bebé en las áreas física, cognitiva, social y emocional.

El bebé ingresa a partir de los 3 meses de edad y las 5 mamás o papás están con los 5 niños. Magdita funge como apoyo al bebé en su desarrollo motivando cada una de las áreas.

Dirige a los papás teniendo una muñeca que sirve de modelo y ella es solo un instrumento profesional, una guía para esa etapa que tiene como regalo maravilloso que los padres convivan con sus hijos.

Y conforme avanza el curso, el tiempo transcurre, el bebé va evolucionando, se va reconociendo con sus compañeritos. Los 22 años de docencia de nuestra estelar de Diario del Sur es una garantía en este programa que mejora el desarrollo integral del bebé, quien al año y medio ingresa al área Maternal.

Todo es amor, vocación a la enseñanza y Magdita asegura que el área que hoy trabaja ha sido de grandes experiencias, ella misma como ser humano aprende todos los días.

Satisfecha de ser la guía en el aprendizaje de los niños, sabe que su trabajo incluye cuidado físico y emocional, estimulación, enseñanza, aprendizaje, promoción de la salud y seguridad, por mencionar algunas.

Su trabajo va más allá del cuidado de los niños, con alto sentido de responsabilidad sabe y está segura que de ella depende el desarrollo de cada niño y en ese reto, en esa labor, asegura que sí volviera nacer estudiaría y se prepararía para educar niños.

María Magdalena Díaz-Athie es una mujer que honra los apellidos que lleva, es una profesional Íntegra y valiosa.

El 14 de junio del 2025 cumple 50 años, aunque no deba escribirlo porque se nota; es feliz, satisfecha de su trabajo y orgullosa de una vida, con un corazón lleno de cicatrices, porque ha amado y seguirá amando siempre.


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