Es la historia de un hombre quien, siendo un niño de 11 años, comprobó que tenía cerebro de fenicio. Se inició en el mercado de la parafina transformada en vela o veladora, es el mismo que construyó un imperio, pero esta historia tiene una historia antigua.
Hace muchos años, en el corazón de Tapachula existió una tienda de abarrotes que vendía incluso armas, fabricaba ropa para la venta manteniendo a más de 24 orientales trabajando. Era la tienda más importante, propiedad de Don Manuel Corlay, un hombre muy querido entre la comunidad china y la sociedad tapachulteca.
Entre los 24 orientales que trabajaban en la Casa Corlay había uno, quien llegó a América por vía marítima y de San Francisco, California a Tapachula. Llegó en el momento más agudo de la 1ª Guerra Mundial, la misma guerra que le dañó el oído por el estallido de una bomba en el barco que venía. Es el hombre que con su sazón alimentaba a todo el personal de la Casa Corlay, incluyendo a la familia de Don Manuel Corlay.
Es Martín Chang Yee, quien después de varios años de cocinar y servir en la Casa Corlay, don Manuel Corlay le da la oportunidad de independizarse, y es acá en donde este hombre de trabajo y deseos de superación decide comenzar a fabricar veladoras y velas.
Se trata de una época cuando la comunidad china era fuerte y unida, se apoyaban entre ellos y el valor de la honestidad prevalecía en todos, pero eso ya es historia.
Era una época que no toda la ciudad contaba con energía eléctrica, así que este negocio no solo ofrecía sus productos como ofrenda a los santos en las iglesias, sino que iluminaba las casas de Tapachula.
Eran los años 40, cuando una mujer proveniente de Motozintla y de linaje oriental, María Consuelo Fong Díaz, ingresa como colaboradora a la fábrica artesanal de veladoras de Don Martín Chang Yee, quienes en 1943 se casan.
Don Martín tenía 50 años y María Consuelo 20. Juntos comenzaron a trabajar y fundaron un imperio con 8 hijos.
Es Martín Chang Fong, el segundo heredero de ese hogar, quien a los 11 años ingresó al negocio de la comercialización de velas. Hizo un trato comercial con su padre, quien fabricaba las veladoras; tomaba la cantidad que decidía salir a ofrecer, amén a los pedidos y se perdía en el mercado Sebastián Escobar.
En 1955 se incendia “La Casa Corlay” y nace el nuevo edificio frente al parque Miguel Hidalgo.
-En el mercado me hice amigo de todos y fui relacionándome, así que, por cada caja de velas ganaba un peso, al final de la semana tenía en la bolsa 100 pesos, era mucho dinero. Mi padre me enseñó el valor del dinero, del trabajo y con él aprendí el hábito del ahorro, si ganaba 10 pesos, debía ahorrar cinco-.
Al finalizar el bachillerato en 1964, su padre le dice -ya estoy grande y en vez de irte a estudiar fuera, toma las riendas de la fábrica-.
Nunca fue difícil para Martín Chang Fong, no lo pensó, él no sabe si tenía otra vocación, tampoco hubo otra opción, pero de lo que sí estaba seguro es que había crecido entre la parafina y las veladoras que, aceptó con gusto. Era él por todos, era el mayor y ocupó el lugar de su padre.
Martín Chang Fong comienza a crecer el negocio y visita a sus clientes. Mientras sus hermanos estudian, él se dedica a cumplir el trato que habían hecho. Compra el primer carro para visitar clientes, expandirse y así comenzó...
Martín es un hombre de sangre liviana, un hombre sin vicios y su única adicción es el trabajo, pero para el amor no existe nada que no conquiste, y en 1970, nuestro estelar de Diario del Sur se casa con Martha Silva de León.
En 1978 la empresa sufre el deceso de Don Martín Chang Yee, quien no solo heredó a sus hijos una empresa familiar, sino que les enseñó el valor de la honestidad, la sencillez y el amor al prójimo.
La lealtad y honradez entre los 8 hermanos, estando Martín a la cabeza, los ha mantenido unidos hasta el día de hoy. El negocio, que aún no se constituía en empresa, con la forma legal los volvió socios a todos.
Martín Chang Fong no sacrificó nada, simplemente tomó el negocio, lo cuidó, lo hizo crecer y en el momento justo repartió con todos, como lo hace un buen oriental, que tras haber cumplido con su palabra la empresa se legalizó y surgió como Nitram.
-Dejar la fabricación artesanal no ha sido sencillo, a pesar de que a través del tiempo y con mis hermanos profesionistas se creó la fábrica, se diseñó la maquinaria y existe una parte artesanal, la que nos dice cómo comenzamos y la que se dedica a la santería- anota Martín con una sonrisa.
En 1984 cuando sus hermanos Isabel y Javier ya habían terminado sus estudios profesionales, dijeron: le demos forma a esto. Comenzó la industrialización y se montó la fábrica con maquinaria especializada. Hoy fabrican cantidades epopéyicas para surtir a todo el mercado de veladoras.
-El proceso para pasar de la fabricación artesanal a la industrial de la veladora fue un proceso largo hasta conseguir la pequeña industria que hoy tenemos-.
Martín sólo alcanzó a estudiar bachillerato, pero la licenciatura, maestría y el doctorado la cursó a lo largo de 60 años de trabajo. Logró sin tanto estudio crear su propia empresa, honró a su padre y gracias al amor de su madre Doña Conchita, no perdió nunca la brújula y protegió a sus hermanos.
La parafina es importada del otro lado del mundo y transformada en Tapachula. Martín es un hombre que tuvo que ponerse en manos de profesionales, quienes le aplicaron cursos contables y administrativos para que, su pasión se realizara en lo que es hoy.
Quienes conocen a Martín Chang Fong se refieren a él como un hombre íntegro, bondadoso, un comerciante honesto, un hombre único.
Su historia es auténtica y original, como una pintura con líneas rectas; su vida entera ha sido trabajar, vender e industrializar lo que un día su padre comenzó. Se casó con una buena mujer que lo impulsó y educó a sus hijos, así que, si existe una vida perfecta, esa es la de Martín Chang Fong.
Como hombre inteligente sabe que lo mejor es retirarse con gloria y en el mejor momento de su vida, caminando, hacer el recuento de los años, disfrutarlos y descansar satisfecho.
Hoy, así como un día recibió la empresa de su padre, la está poniendo en manos de sus hermanos. No se irá totalmente, es difícil desprenderse. Está a punto de cumplir 78 años y seguirá siendo el rey de las veladoras, el de la firma “Nitram”, que se traduce como Martín.
Entrevistar a Martín Chang Fong es lo mejor que me ha sucedido en este oficio. Equivale a tener el éxito enfrente, a ver la honestidad e integridad de un hombre que te dice al final de la entrevista: esta vida es fácil Carlos, siempre y cuando seas un hombre honesto.
Para la sesión fotográfica colocamos el producto que fabrica nuestro estelar, las encendimos y con una sonora carcajada dijo:
-Me vas a “velar” en vida con mis propias velas-.
morancarlos.escobar1958@gmail.com