De acuerdo a cifras del Consejo Nacional contra las Adicciones (CONADIC), en México, más de 2 millones 387 mil jóvenes de secundaria y bachillerato requieren algún tipo de rehabilitación a causa de las adicciones, de los cuales, 713 mil 963 por consumo de drogas y 1 millón 674 mil por dependencia al alcohol.
El consumo del alcohol, de solventes inhalables, de tabaco y de drogas ilegales representa un complejo fenómeno originado por un amplio entramado de factores de riesgo, así como de detonantes emocionales en los adictos.
Jesús forma parte de esa estadística de jóvenes que recurrieron a un tratamiento de rehabilitación al caer en las adicciones apenas cuando entraba en la adolescencia; su caso, particularmente, se derivó de un escenario emocional que no pudo soportar.
Su rostro se oculta, porque no hay necesidad de ver facciones, sino la afectación emocional y el perjuicio familiar que ha tenido a través de las adicciones.
Cada episodio de su vida la fue narrando a detalle, de cómo las adicciones al alcohol y a las drogas le cerraron las puertas en su casa, con sus familiares y en el trabajo, que se convirtió en un abismo del que pensó no volver a salir.
Hoy Jesús tiene 19 años, pero comenzó a adentrase en una órbita adictiva cuando era apenas un adolescente de 13 años, narró que la muerte de sus padres en el mismo año segó su conciencia, y comenzó el desvarío que lo llevó irremediablemente al consumo de las drogas y el alcohol.
Ese impacto demoledor de saber sobre el suicidio de su padre, después de una lucha constante contra las adicciones y fallidos intentos de rehabilitarse, asimismo, meses después el cáncer que sufrió su madre que culminó con su muerte, trastocó la voluntad de Jesús al saberse solo en este mundo, pues no contó con el apoyo de sus hermanas mayores.
"Como si se tratase de un refugio para ya no sentirme en la orfandad, me cobijé en las adicciones, al principio fue mariguana y alcohol, luego seguí con la piedra y solventes; mi existencia entonces, estaba perdida, no había nadie quien me ayudara, ni me aconsejara en ese momento, y así transcurrieron los 3 años más largos de mi vida", abundó
Dijo que de su madre, quien fue maestra, heredó una casa y una pensión, quizás por eso pensó que de alguna manera estaba resuelta su subsistencia, pero la drogadicción lo llevó rápidamente a dejar sus estudios, y a gastar más de lo que recibía mensualmente.
Reconoció que la droga acabó con sus pertenencias, su voluntad, su dinero y comenzó a tomar lo que no era suyo, al fin que los distribuidores no sólo recibían en efectivo, sino artículos robados.
"Cuando pensaba que no tenía la forma de liberarme de las adicciones, hubo una persona que me encaminó a mi destino con el Centro para la Prevención y Tratamiento en Adicciones, conocido como CENTRA, un lugar creado por el Gobierno del Estado para atender problemas de los jóvenes que están inmersos en las drogas y otros problemas de salud mental", abundó.
Durante los tres meses de internamiento en el CENTRA, aunque todo fue muy difícil, Jesús recobró la consciencia y poco a poco comenzó, con el apoyo de sus compañeros y padrinos, a retomar un nuevo rumbo a su vida, acabó la preparatoria abierta y consiguió salir con la mirada fija en un objetivo, hacer algo por reivindicar su vida.
Hoy Jesús estudia el tercer semestre de la carrera de medicina, y vive una constante del “sólo por hoy”, al salir del CENTRA continuó un tratamiento grupal en Narcóticos Anónimos, donde piensa permanentemente que no hay que olvidar que un día se sintió perdido en las drogas, y ahora tiene que seguir viviendo con las secuelas sicológicas, lo que considera un esfuerzo constante.
Cabe hacer mención que dentro de la literatura del adicto hay tres caminos: la cárcel, el hospital y la muerte; afortunadamente, Jesús sólo estuvo en el hospital en alguna ocasión por sobredosis, pero la vida misma ahora le dio la oportunidad de reivindicarse, y ahora se siente con la fortaleza de aconsejar a jóvenes que, por diferentes circunstancias, han caído en las adicciones de las drogas y el alcohol.
México ocupa el tercer lugar de consumo de mariguana en América Latina, con 7.6%, atrás de Chile (28.3%) y Argentina (10.3%); en inhalables, la prevalencia es de 3.6% al igual que Estados Unidos y por debajo de Brasil (5.2%) y Chile (4.8%), y en cocaína el país ocupa el séptimo lugar de consumo con 1.7%.