El progreso de Tapachula va de la mano de la llegada del ferrocarril a esta ciudad, a principios del siglo pasado, señala el ex cronista municipal, Jorge Villanueva del Pino.
Recuerda que lo que ahora es el Centro de Desarrollo Comunitario Estación Ferroviaria (CEDECO), fue una esplendorosa zona comercial impulsada por la actividad que generaba el tren desde principios del siglo XX.
Villanueva del Pino relata que alrededor de la antigua estación, a dos cuadras, se encontraba el mejor hotel de la ciudad llamado “Internacional”, que daba hospedaje a los viajeros que llegaban del centro del país a realizar actividades de negocios.
Agrega que también había otros hoteles cercanos para viajeros de diversas empresas nacionales que buscaban hospedajes económicos. “Venían muchos viajeros a Tapachula de casas comerciales como Colgate Palmolive, Procter and Gamble, Casa Pedro Domecq, entre otras, que buscaban hoteles modestos”, recuerda.
Dice que además estaba el Hotel Miramar, Casa Blanca, casas de huéspedes, restaurantes y otros comercios más, ya que había mucha vida comercial…” toda la noche había movimiento porque estaban los trenes”.
El excronista explica que la estación ferroviaria tenía su edificio central, donde era la sala de espera y la venta de boletos. Las construcciones laterales, añade, eran las bodegas de almacenamiento con rampas, que servían para subir y bajar las mercancías, en aquel tiempo con “diablos”. Al fondo del área se podía ver el tanque de agua que abastecía las máquinas de vapor, que tiempos después, fueron sustituidas por máquinas de diésel.
En ese tiempo, Tapachula tenía cuatro corridas: cuatro veces llegaba el ferrocarril y cuatro veces salía. El primero era el Centroamericano, que venía y regresaba a Veracruz; el segundo era el Mixto, que corría de Tapachula a Ixtepec, Oaxaca. Era de carga y también de pasajeros. El tercero era el que le decían el “Pollero”, una ruta que se estableció de Tapachula a Mapastepec.
Una característica que tenía el “Pollero” era que paraba en todas las rancherías y ejidos. Subía mucha carga, que era para abastecer los mercados de Huixtla, Mapastepec y Tapachula con mercancías que iban desde aves de corral, carnes, frutas, hasta verduras. La cuarta ruta era de Tapachula a Ciudad hidalgo, de ida y vuelta.
Los que iban a México tomaban el tren de Tapachula a Veracruz, en donde transbordaban al ferrocarril mexicano para continuar su viaje al centro del país. Algo que hacían los pasajeros que esperaban su salida a México (por espacio de 3 a 4 horas), era acudir al malecón del puerto jarocho para tomarse la foto del recuerdo.
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Finalmente, Villanueva del Pino resalta que todo el movimiento que generaba el ferrocarril, que incluso llegaba uno más en la noche, le daba vida a Tapachula con una gran circulación de recursos económicos que beneficiaba a toda la región.
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