El antiguo hospital general de Tapachula está lleno de historias terroríficas, que vivieron trabajadores y se han convertido en leyendas urbanas, tal es el caso de la niña del nosocomio.
Jesús estaba por terminar su turno como guardia del hospital, el paso de los años era evidente en los maltratados pasillos del viejo edificio que junto al silencio de la madrugada causaba terror a quien estuviera dentro
De pronto escuchó un espeluznante llanto de una niña parecía provenir de una de los cuartos es que curiosamente permaneció cerrado desde hace varios años.
Con la piel erizada de miedo avanzó por el pasillo, ¿Quién está ahí? Preguntó nervioso, los gemidos se sentían más escalofriantes a cada paso que daba. Al llegar se encontró un conducto tenebroso, se enteró que el llanto venía de una bodega donde se archivaban documentos.
Lentamente abrió la puerta, su respiración cada vez más se hacía agitada, al entrar encendió su linterna debido a que las instalaciones eléctricas no funcionaban. Con la poca luz que tenía descubrió una penumbra, los pies descalzos de una niña.
¿Qué haces aquí? Deberías estar con tus padres, dijo Jesús temblando de miedo. El escalofrío inundó su cuerpo, entonces alumbró y vio el rostro de la pequeña, cuyo cuerpo estaba cubierto por terribles quemaduras y llagas, sus ojos eran totalmente blancos y su cabello una maraña chamuscada.
De manera violenta el espectro aterrador se aventó hacía Jesús, quien quedó sin aliento. Cuando logró calmarse, se dio cuenta que el fantasma traspasó su cuerpo y desapareció del lugar.
Al día siguiente todos sabían lo que había sucedido en el hospital, algunos incrédulos subieron a la bodega a ver si encontraron a la niña, tomaron fotos del sitio y se burlaron de lo que supuestamente había ocurrido.
Cristian buscó la explicación de los espeluznantes hechos en los recuerdos de la trabajadora social más antigua del hospital.
La mujer contó que hacía más de 20 años, donde ahora era la bodega estaba el área de quemados. Y a ese lugar llegó una niña gravemente con quemaduras de tercer grado, los médicos hicieron todo lo posible por salvarla pero no pudieron hacer nada y los gritos de la niña eran tan aterradores, lo más triste fue que murió sola.
La noche siguiente Jesús subió hasta la bodega, en el piso dejó un ramo de flores y unos juguetes. Justo cuando terminaba su jornada escuchó nuevamente extrañas sonidos en el piso, solo que en esta ocasión que parecía que eran risas de una niña jugando.