En la ciudad de Tapachula convergen actualmente tres cementerios que dan servicio a la población, dos de ellos municipales y uno particular. Cada uno de ellos tiene su propia historia y sus anécdotas.
Pero antes de ellos existieron dos, entre finales del siglo 19 y principios del 20, de los cuales se tiene registro. El primero estaba ubicado en la 4ta Norte y 9na Calle Poniente, donde hoy se encuentra instalada la escuela Leona Vicario.
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“En aquel tiempo era muy lejos de la ciudad, y se sobreentiende eso porque cuando se construyó la escuela sacaron muchos restos humanos de ahí”, afirma Jorge Villanueva del Pino. Entrevistado para Diario del Sur, el cronista de la ciudad señala que el otro camposanto se encontraba en donde está hoy el edificio de Correos y Telégrafos.
“Ahí también se encontraron restos humanos, los cuales debieron de haber ido a la fosa común, ya que ya no había nadie que los identificara”, agrega.
Panteón Municipal y los terrenos perdidos
El panteón municipal, ubicado en la 8va Avenida Sur y 8va Calle Poniente, es el más antiguo de la ciudad, se remonta a finales del siglo antepasado. Su puerta principal estaba anteriormente sobre la 8va Avenida Sur, ya cerca de las vías del ferrocarril. Villanueva del Pino narra que en aquel entonces se buscaron terrenos de forma plana, que estuvieran en dirección al río y al ferrocarril.
“Ahí hay una montaña en es parte y se fue extendiendo. Fueron enterrando personas del otro lado de la montaña y tuvieron que abrir otra entrada por la 8va Calle Poniente, donde le llaman La Curva de la Muerte”, señaló.
Asegura que aún está la puerta principal en forma de arco árabe, con una gran cruz hasta arriba, solo que está dentro de una propiedad privada, ya que se le ganaron terrenos al cementerio y se fueron vendiendo a particulares.
“Construyen la barda principal, todo eso era basurero. Mandan a limpiar y hacen un jardín muy grande, que empieza desde la 8va Oriente y va a terminar hasta cerca de las vías del tren. A ese jardín le fueron quitando terrenos para construir la Estación de Bomberos, para construir el monumento a los Mártires de Tapachula, para construir una cancha de basquetbol y después los terrenos conforme vas bajando, se van haciendo más anchos. Un presidente municipal los puso en venta para particulares y ahora son casas lo que hay”, indicó.
Las tumbas más antiguas de Tapachula están por la entrada por la 8va Sur. Ahí se pueden apreciar sepulcros de gente que llegó a Tapachula y que tiene su origen en Europa, en España, en Francia, con una arquitectura muy bonita, las cuales fueron abandonadas. Cuando se abrió la otra puerta, ahí comenzaron a inhumar y a construirse capillas muy bonitas, contemporáneas, buscando reminiscencia griegas.
Panteón Jardín y la tragedia de la niña Edyfedia
El Panteón Jardín fue construido en tiempos del entonces presidente municipal Gamaliel Becerra Ochoa, aunque los terrenos los adquirió su antecesor el coronel Sóstenes Ruiz Córdova.
“La gente no lo aceptaba, ya que se encontraba muy lejos para ir, se tenía que agarrar en ese entonces carretera. Ese panteón lo trazaron muy bien, pero luego comenzaron a vender las avenidas y se hizo un desgarriate, la gente comenzó a hacerse de lotes y a construir ahí”, menciona Jorge Villanueva.
Asegura que en esos terrenos, cuando hacían las excavaciones, brotaba el agua, los mantos freáticos estaban a flor de piel. El problema se acabó cuando la gente comenzó a construir en los alrededores donde era plantío de té de limón, empezaron a hacer sus pozos y eso comenzó a secar los mantos freáticos.
En ese panteón hay una anécdota muy triste. El coronel Sostenes Ruiz Córdova y su esposa Doña Antonieta Wersshoffen tienen una niña de cuatro años y están por inaugurar el camposanto. La familia va a supervisar los trabajos, ya que se estaban haciendo los lotes. La niña no quería entrar al panteón, se resistía y se resistía, se comportaba de una manera muy inusual, al final de cuentas se quedó con la mamá afuera mientras su padre revisaba los avances de la obra.
A los pocos días, ellos hicieron un viaje en ferrocarril y durante el trayecto hacen una parada en la estación de Villa Comaltitlán. La gente comienza a bajarse, entre ellos la niña y su nana. Entre el barullo de la estación, don Sóstenes también baja porque tenía que ver un asunto y la mamá se queda arriba.
En un descuido de la nana, la niña se mete por debajo de donde están los empalmes de los vagones y en cuestión de segundos estos se jalan porque va a arrancar el ferrocarril, le prensa un brazo y se lo deshace.
Ante los gritos desgarradores de la pequeña, se hace un tumulto, paran el tren y se llevan a la niña en una avioneta de un agricultor prominente de allá. Se la traen a un hospital en Tapachula, donde horas después fallece. Esa niña, sin estar inaugurado el Panteón Jardín, es la primera persona que entierran. La niña se llamaba Edyfedia Ruiz Wersshoffen.
Prados del descanso, una idea de particulares
A los dos panteones del municipio se le suma el de Prados del Descanso, el cual es particular y está ubicado en la carretera a Nueva Alemania, en el kilómetro 3.5, en la colonia 5 de Febrero. Surge por la misma necesidad que los otros panteones: ya estaban abarrotados.
“En el municipal nunca se respetó el alineamiento, calles y avenidas. En las cuatro secciones ya hay tumbas que colindan con la barda del ferrocarril”, asegura el cronista. La idea de este panteón fue de Don Guillermo Calderón, prominente tapachulteco, y su idea la toma su esposa doña Martha Ruiz de Calderón. Ella funda esos terrenos que eran de su propiedad y ahí hacen la planeación y el proyecto del nuevo panteón, ya con gavetas.
“Dentro de su reglamento no se permite hacer tumbas monumentales o capillas, sino así de tipo americano, una plaquita, una cruz, floreros y nada más, es puro pasto. Es otra innovación”, explica.
Al principio no tenía aceptación porque se veía muy lejos, pero hoy en día ya tiene demanda y más adelante ofrecieron lo que es la cremación, es el único cementerio que tiene crematorio.