María Elena Ruiz Santos del Prado, auténtica profeta en tierra ajena

Nuestra entrevistada de hoy nació con talento para el manejo de las relaciones públicas; con humildad para aprender y sencillez para realizar todo lo que se propone

Carlos Morán / Diario del Sur

  · lunes 30 de septiembre de 2024

María Elena Ruiz Santos del Prado es gerente general del Club Campestre en Tapachula / Foto: Carlos Morán / Diario del Sur

Fue conquistada por un chiapaneco mientras fungía como asistente del director de una empresa transnacional importante, en la Ciudad de México.

Es la hija de un abogado y una mujer que dedicó muchos años de su vida a transmitir su talento a jóvenes ofreciendo talleres de decoración, era diseñadora de interiores.

Es la mayor de tres hermanos más: Roberto, Claudia y Karla. Todos heredaron de su madre la vena artística. Nuestra entrevistada de hoy nació con talento para el manejo de las relaciones públicas; con humildad para aprender y sencillez para realizar todo lo que se propone.

María Elena Ruiz Santos del Prado conoce a Pablo Cintora D’amiano gracias a la invitación de una compañera de trabajo, quien le dijo: -te quiero presentar a un amigo-. No sabía que el destino la estaba uniendo al hombre con quien caminaría la aventura más larga de su vida.

María Elena Ruiz tiene un valor especial, es una mujer con una fe inquebrantable en Dios / Foto: Carlos Morán / Diario del Sur

Ahí comenzó el romance. Pablo la conquistó y cuatro meses después de haberla conocido le ofreció matrimonio. A los 8 meses la pidió formalmente y se casaron al año, el 23 de mayo de 1987. Ele, como es conocida nuestra estelar de Diario del Sur, habla de su matrimonio como un largo noviazgo, patentizando que habían nacido el uno para el otro, encontrarse y ser felices.

En la Ciudad de México inició su vida de casada. Ella y su esposo trabajaban toda la semana y los días de descanso lo dedicaban al deporte extremo y a vivir el resto del noviazgo ya casados

¿Pero cómo llega a Tapachula? La aventura comienza en San Luis Potosí, en donde su suegro, el padre de Pablo, tenía una finca en Xilitla. Su padre era un prestigiado médico pediatra quien, al jubilarse, se va a vivir a ese paraíso junto con su esposa, la suegra de Ele.

-Ya tenía dos hijos y vivíamos en Ixtapan de la Sal, Pablo mi esposo trabajaba como gerente de una radiodifusora, nos da hepatitis y mi suegra viene a cuidarnos, en esa recuperación estábamos cuando nos enteramos que mi suegro es llevado por una ambulancia aérea a un hospital, su estado era grave-.

Tras la muerte de su suegro, Ele y toda su pequeña tribu: Pablo y Rodrigo, cambian de domicilio, se van a vivir al rancho, a Xilitla. Dos años después de vivir en el cerro, rodeados de bosques y lagos, su esposo Pablo Cintora vende el rancho, reparte y…

No saben en donde establecerse para vivir, trabajar, la escuela para los niños que, gracias a Eldita D’amiano, madre de su esposo, los invita a venir a Tapachula, y no tenemos que decir que esta tierra es bendita, porque a Ele le encantó.

Hace exactamente 30 años, María Elena Ruiz de Cintora, su esposo y sus hijos se establecen en esta tierra. Ele se enamoró de Tapachula, su gente, la calidad de vida y todo lo que gira en el ambiente la conquistaron.

Los primeros años de su vida en Tapachula, se dedicó al cuidado de sus tres hijos, participó en el movimiento Regnum Christi dirigiendo un apostolado, y es que Ele es una mujer de fe inquebrantable, una auténtica católica que vive y dirige a su familia con la filosofía del Evangelio.

Cuando algunos socios del Club Campestre, quienes la conocían por tener hijos en el mismo colegio, ven su potencial y dinamismo, la invitan para que se convierta en una promotora, en un agente que sepa mover y darle vida a todo al club.

Ele recibe una invitación y sugerencia de varios socios que ya la habían visto moverse en las actividades del colegio y, quienes vieron en ella a un personaje espléndido para colaborar en el club. Es contratada como coordinadora de eventos y por supuesto, las relaciones públicas que se le da muy bien.

Hace 22 años ingresa al Club Campestre, que la convirtió en su segunda casa, y en este centro social y deportivo ha creado su mejor historia de vida sin descuidar a su familia.


Los torneos de tenis y todas las actividades sociales tienen el sello inconfundible de María Elena Ruiz Santos del Prado / Foto: Carlos Morán / Diario del Sur


Vivió 24 años en la Ciudad de México, 30 en Tapachula y el resto de la suma de los años, dejándose mover por el destino que le puso varias pruebas hasta instalarla en Tapachula y echar raíces.

Sus valores, principios y ética es un tema de formación, lo trae de la casa de sus padres, quienes la educaron y la convirtieron en una mujer valiosa. En el Queen Elizabeth School cursó kínder y primaria y, después en el Colegio Miguel Ángel, la secundaria y el bachillerato así como su profesión, graduándose tras llevar todos los niveles de inglés, en una profesional en lengua inglesa.

-En Tapachula he sido muy feliz, y en el Club Campestre he ido creciendo con él, en cuanto llegué me puse a organizar la comida de las mamás, que no es exclusivo para las mamás del club, sino que vienen muchas señoras que gustan de estar en nuestros eventos, porque preparamos toda una fiesta amenizada y sazonada con buena comida-.

Ele trabaja de 8 a 2 y de 4 a 6 de la tarde, claro que si hay un evento fuera de horario, en donde ella deba estar, se aplica y con absoluta responsabilidad coordina, aporta ideas y toda la logística para el evento. Los torneos de tenis y todas las actividades sociales tienen su sello inconfundible.

Su éxito radica en que ella está trabajando dentro y fuera del campo que le compete, no tiene límites para ingresar a áreas que no son de su competencia pero que alguien debe ver y componer para que este club siga siendo agradable y mantenga la buena imagen.

Tal vez ese sea el éxito, que no se limita a su cargo, interviene en todo, y todo es todo. Es la profesional que organiza todos los eventos deportivos, sociales, culturales y por supuesto el baile anual de aniversario y coronación de la reina, atiende a nuevas familias que desean ser parte del club, maneja las redes, y hace un par de meses, su dedicación y entrega fue reconocida.

¿Qué extrañas en Tapachula Ele? -Mi mamá, mi madre tiene 87 años y sé que está viviendo el resto de sus días y quisiera verla siempre, es lo único que me falta para ser totalmente feliz, por esa razón iba a renunciar a esto que me hace feliz, pero-…

El consejo se enteró y sabidos que no podían dejar ir a una mujer valiosa, le hacen una propuesta y le otorgan diez días de vacaciones para viajar, ver a su mamá y la premian convirtiéndola en gerente general del Club Campestre.

Quienes hemos visto desde otra óptica el trabajo de María Elena Ruiz de Cintora, sabemos que es una mujer comprometida con su trabajo y tiene bien puesta la camiseta de este centro deportivo y social, hemos visto su compromiso, su amor por lo que hace, ella nunca trabajó para escalar este cargo, se lo otorgaron merecidamente.

Ele es una mujer absolutamente íntegra, de buena moral, talentosa y amigable, pero incansable y exigente en todo lo que hace, coordina y dirige, siempre buscando la excelencia.


▶️ ¡Da clic aquí! Únete al canal del Diario del Sur en WhatsApp para no perderte de la información más importante


La gerente general del Club Campestre tiene 62 años, ha sido inmensamente feliz en Tapachula, porque acá como dice ella -fui muy bien recibida, tengo amigas, comadres y una familia hermosa que me ayudó a soportar mi nostalgia, porque no es fácil, no existe mejor bálsamo que tener a tu madre cerca-.

María Elena Ruiz tiene un valor especial, es una mujer con una fe inquebrantable en Dios y todo lo que le sucede, antes y después, le pide y le agradece a Dios, porque es una mujer convencida que Dios está en donde se le requiere.

Es una mujer bien querida en esta sociedad por su don de gente, trato amable y sobre todo, porque es una profesional bilingüe que se convirtió en profeta en tierra ajena.

No sabe cuándo dejará de trabajar, porque le gusta su trabajo, es feliz y -porque tengo un nieto que adoro- me dice emocionada. -Tengo tres hijos, que son el motor de vida: Pablo, Rodrigo y Emiliano, mi esposo Pablo Cintora D’amiano ha sido mi compañero leal, el amigo y amor con quien he sido inmensamente feliz-.

Hablar con María Elena Ruiz de Cintora de su vida, es patentizar que, como ella, hoy muchas mujeres están triunfando, Ele es un modelo de superación y éxito, de amor al trabajo y pasión a la vida.

Al terminar la entrevista Ele me preguntó: ¿porqué me elegiste para ser entrevistada? Me guardé la respuesta, ella no sabe que es una mujer valiosa con una trayectoria impecable, y ejemplo a seguir.

morancarlos.escobar1958@gmail.com