“Hola, soy cubana, con 15 años de trabajar en todo tipo de lozas y acabado fino, necesito trabajar. Por favor, si a alguien le interesa me puede llamar. Tengo las herramientas y conocimiento, soy ayudante con experiencia, se plomería, electricidad y todo tipo de trabajo. Llame ya 9624894269. Saludos”, así oferta su labor como La China Camagüey Perry, en uno de tantos grupos de Facebook.
Jacquelin Morales es su nombre de pila, salió de su país como miles de caribeños con una visa de turista hasta Nicaragua, ahí solo se quedó un par de horas y llegó a México el 17 de diciembre de 2022.
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“Llegué como tantos cubanos, vendí mi casa, vine por Nicaragua y de ahí hice la travesía hasta aquí. Ya me dieron el permiso humanitario por un año y ahora estoy esperando un mes para solicitar la residencia”, señala con un esbozo de sonrisa en su rostro.
Jaqueline es una mujer de tez blanca, cabello rizado, complexión media, de 1.65 metros de estatura aproximadamente y ronda los 50 años de edad. Sus manos hacen arte con la albañilería, se dedica a los acabados finos, trabajos que asegura son mal pagados en Tapachula, al menos para los migrantes.
“Me gustaría quedarme aquí en México, ir a trabajar a la capital. Si se da la oportunidad de que alguien me ayude a ir a los Estados Unidos me iría, pero si no, me quedo trabajando en la CDMX porque acá pagan muy poco este trabajo”, menciona.
Lleva 15 años en el oficio, el cual aprendió ayudando a su papá. Jacquelin sabe hacer de todo, pero a raíz de un problema en la espalda solo se dedica a los acabados finos de baños, cocinas y pisos.
Actualmente no cuenta con muchas herramientas, solicitó algunas por internet pero no le llegaron, así que una prima que está en EU le mandó un taladro, una maquinita para cortar y ella compró otras. Lo que sí quiere es una máquina eléctrica de mesa.
Desde que llegó a Tapachula rentó una casa y se quedó encerrada, ya que en temporada decembrina iban a cerrar la Comar y ya no pudo iniciar sus trámites.
Se pasó tres días caminando y pidiendo trabajo en lugares que ocupaban personal, pero todos le dijeron que no. Después supo por otras señoras que es difícil que le den trabajo a una mujer de 50 años, pero su animo no decayó, “Me llaman y me preguntan por el trabajo que hago, pero siempre me dicen ‘te voy a llamar’ y nunca lo hacen. Siempre me oferto a través de Facebook en grupos como Cubanos en Tapachula y Ofertas en Tapachula. Me escribía mucha gente pero nunca me llamaba”, asegura.
Actualmente ya consiguió una obra, pero lo que le van a pagar no le alcanza para poder mantenerse económicamente. Solo de renta paga 10 mil pesos, es una casa con tres cuartos, los cuales los subrenta a otras personas, “Tengo en un cuarto a tres y en el otro a una pareja, pero con lo que me aportan no me alcanza para pagar”, afirma.
“En Cuba no hay comida, en Cuba no hay nada, aquí aunque se gana poco puedes comer y pagar tu renta. En Cuba tienes tu casa propia, no tienes que pagar renta, pero no hay comida, tengas el dinero que tengas. Hay gente que tiene sus negocios y aún así no les alcanza para comer, porque no hay comida y cuando aparece es demasiado cara. La mayoría de las cosas buenas para comer están en el merecé y en Cuba nadie llega ahí, la gente gana en pesos cubanos”, sentencia.
Asegura que en Tapachula no ha tenido malas experiencias, solo una con un señor en donde estaba rentando, “que es un poco bandolero, pero hasta ahora nadie me ha tratado mal, en general me han tratado bien, son muy educados”.
Dejó la Isla tras ser acusada de opositora
Jacquelin nació en Camagüey, ciudad de 300 mil habitantes y situada a seis horas de La Habana. Decidió irse a la capital en busca de una mejor vida y lo logró. Vivía sola, compraba casas en mal estado, las reparaba, las vendía y se compraba otra, con eso iba viviendo.
El problema fue la política. Comenzó con una labor social, ayudaba a los viejitos, a los indigentes y a los niños. Un día apareció una niña en la ventana de su casa, estaba necesitada y con muchos granos en su cuerpo. Empezó a darle comida y a regalarle dinero, trató de ayudarla con medicamentos, por lo que empezó a publicarlo en redes sociales. Hasta que llegaron cientos de policías y cercaron el lugar, diciendo que estaba utilizando a la niña con fines políticos. La arrestaron y la mantuvieron seis días presa por el delito de corrupción de menores, además de que tenía un tatuaje con el lema de “Patria y Vida” y según ellos denigraba al país.
“Los vecinos estaban aterrorizados, porque eso pasó cuando tenía tres meses de llegar a La Habana y como nadie me conocía, la gente me tenía como una delincuente. Comenzaron a decir en el Comité que era una mercenaria, que era de todo. Cuando dijeron que estaba en un problema de corrupción de menores, más todavía, la gente me miraba con mala cara”, asegura.
La fiscalía determinó que no tenía ningún delito y la soltaron. Cuando lo hacen comienzan a perseguirla, le ponen una cámara en el merendero de la esquina de su casa, no la dejaban salir, le seguían para todas partes. A raíz de eso se fue cansando. Duró más de un año el hostigamiento, tenía que ir todos los meses a la policía a firmar aún cuando no tenía antecedentes penales.
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“Me hicieron firmar que yo no iba a hacer más videos, recogieron a los viejitos donde yo les llevaba comida, los desaparecieron. Seguido de eso me sentí hostigada, me acusaban de ser opositora, pero nunca me comprobaron nada, simplemente no me gustaba el presidente Díaz-Canel, pero yo no salía a la calle ni ponía carteles”, afirma.
“Llegó un día y dije, si ellos dicen que soy opositora pues soy opositora, así que cuando llegó la huelga del 11 de julio voy caminando por San Lázaro y veo un grupito de personas que gritaban ¡patria y vida”, patria y vida!, y dije esta es la mía, me voy a meter. Me meto en la huelga, pero me meto en la primera fila, sin saber que me iban a acusar de líder. Empecé a llamar a la gente a que se uniera y lo iban haciendo”.
Luego de la huelga pasaron cuatro o cinco días y la volvieron a tomar presa. Le abrieron un expediente y le querían meter tres años. La policía le hace prometer que si se borra el tatuaje y no se mete en más problemas ni publica nada, la dejaban tranquila, por lo que aceptó.
Por un tiempo todo fue paz, pero comenzó una relación con el delegado de la zona y ahí comenzó todo de nuevo. Él empieza a decir que no está de acuerdo con el país y con el sistema, la seguridad lo escucha, lo cita y a Jacquelin la alerta una policía, que como ella no está de acuerdo con lo que pasa en Cuba debía irse, me dijo: "Mira Jaqueline, te aconsejo que te vayas porque te van a abrir una investigación más y entonces si te descubren que mandaste dinero a EU, sí te van a meter presa”, comenta.
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Ante dicha advertencia decide vender todas sus cosas y partir hacia Tapachula, en donde actualmente libra una batalla para sobrevivir.
Hoy en día, desde su autoexilio, reconoce que estaba ayudando a Maykel Osorbo, un rapero contestatario cubano, del movimiento de San Isidro y que sí estaba en la oposición.