/ viernes 22 de diciembre de 2023

Ana Carolina migró de Honduras en busca de tratamiento médico para su hija

La hija de Ana Carolina padece cáncer, migraron de su país con la intención de llegar a Estados Unidos y conseguir un tratamiento médico para la menor

Cada migrante tiene una historia de vida diferente que contar, pero siempre en cada uno de ellos hay un común denominador: una necesidad que en sus países de origen no pueden satisfacer.

Ana Carolina es una migrante hondureña que salió de su país hace varios meses junto con su hija que padece cáncer. Cuenta que desde que salió el poco dinero que traía lo tuvo que dar a las autoridades de cada país donde ha pasado, para poder avanzar en su travesía rumbo a los Estados Unidos.

“Desde que salí de mi país he tenido que pagar en cada reten que he pasado. En Guatemala he tenido que pagar 1000, 500, 300 quetzales para seguir avanzando y me he quedado sin nada”, platica la joven señora.

Explica que salió de Honduras por las múltiples carencias que hay y por la necesidad de darle un tratamiento a su hija, que desde hace 7 años padece cáncer. Expresa que en su país cada terapia le cuesta 7 mil lempiras y esta se tiene que hacer tres veces al día, lo cual para ella es prácticamente imposible dársela, además de que los médicos le dijeron que su hija no tiene cura.

Señala que su esposo las dejó, está en Estados Unidos pero no las ayuda para nada. Dice que algunos de sus compañeros migrantes del albergue, en ocasiones la ayudan económicamente o con alimentos para mantenerse en Tapachula y luchar por seguir avanzando para llegar a la Unión Americana.

Al no contar con recursos económicos, Ana María y su hija han recibido ayuda de sus compañeros migrantes / Foto: Manuel Núñez | Diario del Sur

“Unos me dicen que me regrese a mi país, otros más me dicen que siga adelante. Vamos a la voluntad de Dios, lo hago por mi hija. A cada rato le pega el dolor, la he llevado al Hospital pero aquí no le dan ni una pastilla”, manifestó la extranjera quien agrega que su hija tiene cuatro años sin recibir tratamiento médico.

Externó su dolor por eso y manifiesta que se siente destrozada ya que sabe que en su camino a los Estados Unidos puede perder a su hija. Solo espera que Dios la sane, mientras tanto Derechos Humanos y la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) le han dicho que espere un año y medio para poder salir de Tapachula.

Pero ella dice que no puede perder tiempo por la vida de su hija, por lo que seguirá luchando para llegar a los Estados Unidos para que le den el tratamiento que pueda salvarle la vida.

Cada migrante tiene una historia de vida diferente que contar, pero siempre en cada uno de ellos hay un común denominador: una necesidad que en sus países de origen no pueden satisfacer.

Ana Carolina es una migrante hondureña que salió de su país hace varios meses junto con su hija que padece cáncer. Cuenta que desde que salió el poco dinero que traía lo tuvo que dar a las autoridades de cada país donde ha pasado, para poder avanzar en su travesía rumbo a los Estados Unidos.

“Desde que salí de mi país he tenido que pagar en cada reten que he pasado. En Guatemala he tenido que pagar 1000, 500, 300 quetzales para seguir avanzando y me he quedado sin nada”, platica la joven señora.

Explica que salió de Honduras por las múltiples carencias que hay y por la necesidad de darle un tratamiento a su hija, que desde hace 7 años padece cáncer. Expresa que en su país cada terapia le cuesta 7 mil lempiras y esta se tiene que hacer tres veces al día, lo cual para ella es prácticamente imposible dársela, además de que los médicos le dijeron que su hija no tiene cura.

Señala que su esposo las dejó, está en Estados Unidos pero no las ayuda para nada. Dice que algunos de sus compañeros migrantes del albergue, en ocasiones la ayudan económicamente o con alimentos para mantenerse en Tapachula y luchar por seguir avanzando para llegar a la Unión Americana.

Al no contar con recursos económicos, Ana María y su hija han recibido ayuda de sus compañeros migrantes / Foto: Manuel Núñez | Diario del Sur

“Unos me dicen que me regrese a mi país, otros más me dicen que siga adelante. Vamos a la voluntad de Dios, lo hago por mi hija. A cada rato le pega el dolor, la he llevado al Hospital pero aquí no le dan ni una pastilla”, manifestó la extranjera quien agrega que su hija tiene cuatro años sin recibir tratamiento médico.

Externó su dolor por eso y manifiesta que se siente destrozada ya que sabe que en su camino a los Estados Unidos puede perder a su hija. Solo espera que Dios la sane, mientras tanto Derechos Humanos y la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) le han dicho que espere un año y medio para poder salir de Tapachula.

Pero ella dice que no puede perder tiempo por la vida de su hija, por lo que seguirá luchando para llegar a los Estados Unidos para que le den el tratamiento que pueda salvarle la vida.

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