Mientras la alegría y la celebración llenaban los hogares chiapanecos durante la Nochebuena y Navidad, una realidad paralela se desenvolvía para miles de migrantes que transitan por la región del Soconusco, pues aproximadamente 8 mil personas, provenientes de diversas nacionalidades, anhelan llegar al centro del país y finalmente, a la frontera norte con Estados Unidos.
En Nochebuena familias mexicanas se reunían en un ambiente de calidez y unión, compartiendo momentos de felicidad, intercambiando regalos y disfrutando de la tradición navideña, sin embargo los migrantes pasaron estas fechas durmiendo en la intemperie. Descansando sobre cartones y observando cómo los habitantes de Álvaro Obregón disfrutaban de estas fechas.
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La disparidad entre las celebraciones de las familias locales y la realidad de los migrantes durante estas festividades revela una dolorosa brecha social. Mientras unos experimentaban el espíritu festivo de la Navidad, otros luchan día a día por sobrevivir en un entorno hostil, manteniendo viva la esperanza de alcanzar un futuro mejor.
Los migrantes de Cuba, Haití, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Venezuela, Colombia, Chile, Perú, Brasil, África, entre otras nacionalidades, enfrentan desafíos físicos y emocionales, dejando atrás sus hogares en búsqueda de oportunidades que les permitan mejorar sus condiciones de vida.
Blanca Lidia Hernández, con la voz quebrada y lágrimas en los ojos, mencionó que pasar estas fechas lejos de casa y de la familia es muy triste, pero lo hacen para poder ayudar a sus seres queridos que se quedaron en Nicaragua esperando que cumpliera con el sueño americano.
“Nosotros estamos caminando buscando un futuro mejor y mi deseo en Nochebuena es poder llegar a los Estados Unidos para ayudar a mi familia y no importa que pase la Nochebuena y Navidad en las calles si alcanzo mi objetivo”, expresó.
Añadió que todos los que integran la caravana van por un objetivo en común que es poder ayudar a su familia que se quedó en su país esperando alcanzar los Estados Unidos.
Mayra Juana Paulo, de Guatemala, que viaja con su hijo menor, mencionó que dejó su país tras el asesinato de su hija y estas fechas le traen muchos recuerdos, pues siempre estaba con sus hijos.
“Yo salí volando de Guatemala y sin pensarlo tras lo que le ocurrió a mi hija, pues no quiero que le pase lo mismo a mi hijo y lo que hago es para protegerlo a pesar de que esté lejos de mis demás familiares en estas fechas”, externó.
Mencionó que ahora no le pueden dar nada a su hijo, porque están luchando juntos para alcanzar los Estados Unidos, como las 8 mil personas que la acompañan en este éxodo de pobreza que los obliga a transitar por la carretera costera.
Puntualizó que muchas de las personas que van en la caravana están migrando, pero sus corazones están con su familia en esta Nochebuena y Navidad.
La cena para ellos fue un par de plátanos y una botella de agua que la iglesia católica San Antonio de Padua les brindó a niñas, niños, adolescentes y mujeres para que pudieran disfrutar esta Nochebuena.
