Miles de migrantes intercontinentales, cubanos, haitianos y centroamericanos expresan su miedo ante la pandemia por el Covid-19, varados en Tapachula desde hace muchos meses, expresan su miedo y desesperación, acusan represión y prácticamente se dicen abandonados a su suerte.
Muchos aún esperan su regularización ese es el único aliciente que los mantiene con la esperanza de lograr el sueño americano, sin embargo, en la actualidad han recibido la advertencia de la autoridad y de permanecer en el sur de México.
Tenemos miedo a contagiarnos de coronavirus, pero el hambre hace que se vaya cualquier temor, no tenemos otra opción que salir a ganarnos la vidaRosa Pérez, migrante hondureña
Sin embargo, los migrantes que permanecen varados en Tapachula viven momentos complicados, ya que, debido a la emergencia sanitaria se han quedado en estado de vulnerabilidad, y sin la oportunidad de tener una fuente de ingreso para atender sus necesidades básicas, principalmente la de la alimentación y hospedaje.
Rosa Pérez, migrante hondureña salió de su país desde hace 5 meses en busca de mejores oportunidades de vida para ella y sus dos menores hijos, ya que en su lugar de origen habían sido amenazados de muertes por líderes de Maras Salvatruchas, sin embargo, en Chiapas, no ha sido nada favorable.
Dijo, que desde su ingreso ha tenido dificultad para obtener ingresos y llevar el alimento para sus menores hijos, así como para pagar la renta del cuarto que ocupan solo para pasar la noche, ya que durante el día tienen que andar en la calle tratando de asegurar la comida del día.
Señaló, que tras la pandemia buscó regresar a su país pero se encontraron con un muro hacia su lugar de origen, ya que Guatemala cerró sus fronteras y en Honduras existe un toque de queda absoluto.
Detalló, que a pesar del que tiene miedo al Covid-19, la pandemia ha sido una oportunidad para poder ganarse unos cuantos pesos, ya que se dedica a la venta de cubrebocas, producto que ha tenido gran demanda en Tapachula.
Sin aplicar ninguna medida preventiva, Rosa Pérez, sale todos los días a la calle a vender sus productos sin importar el riesgo que implica su actividad, ya que asegura que de lo contrario no los matará el coronavirus sino el hambre.
"Tenemos miedo pero nosotros nos cubrimos con el poder de Dios y tratando de echarle ganas para poder sobrevivir en este país y sacar adelante a mis niños, la verdad que es complicado para nosotros los migrantes que vamos al día, ya que no tenemos ningún apoyo de las autoridades de este país", abundó.
Por otro lado, José Orellana, un joven de 17 años que salió del El Salvador desde hace 4 meses en busca de un lugar seguro, ya que líderes de pandillas quisieron matarlo al rehusarse se ha topado con una escenario complicado, porque no ha podido encontrar un empleo.
Puntualizó, que se emplea en lo que puede, pero pocas personas dan trabajo, por eso pide ayuda para subsistir, ya que, en caso de enfermarse de coronavirus será muy difícil salir adelante, "pero Dios no olvida" señaló el centroamericano quien con cara de tristeza, lamenta haber tomado la decisión de partir en esta época aunque reconoce que de no hacerlo quizás ya no viviera por la amenaza de muerte que pesa sobre él, por parte de una clicla de pandilleros.
Lamentablemente, la desgracia humana se muestra de distintas formas, pero la que se manifiesta con el hambre, es una de las más dolorosas; en plena fase 3 de la contingencia sanitaria los migrantes sortean su vida, quizás sin dimensionar lo grave del asunto, entre las calles de Tapachula.
/BJ