La Diócesis de Tapachula expresó su preocupación por los recientes acontecimientos de intoxicación de alumnos en algunos planteles educativos del nivel secundaria y preparatoria del estado de Chiapas, y llamó a las autoridades, directivos y padres de familia a implementar medidas de seguridad en los centros escolares.
El obispo de Tapachula, Jaime Calderón Calderón, afirmó que es urgente que se retome el programa de escuela segura con la revisión de mochilas en su nuevo esquema, con protagonismo de la autoridad escolar, los padres de familia y con observación de instituciones de seguridad y clara línea de respeto a los derechos humanos.
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Indicó que si bien esto no resuelve el problema, por lo que a la par tendrán que ser implementadas estrategias desde diversas áreas educativas, derechos humanos, prevención del delito valores, atención emocional, apertura a la inclusión, es decir, un compromiso de todos los que integran la comunidad educativa.
Aseguró que corresponde a la sociedad, a los padres de familia y las instituciones la creación de espacios, ambientes sanos y seguros, por lo que no se debe minimizar los acontecimientos actuales en los centros educativos.
Asimismo, detalló que situación que se ha generado en las escuelas visibiliza la descomposición social que se vive, principalmente con una crisis de valores y circunstancias de muchos tipos.
Dijo que lamentablemente prevalece la falta de acompañamiento de los adultos a las nuevas generaciones, la influencia de modelos cultuales, la posibilidad de tener al alcance cualquier producto que satisfaga la curiosidad, incluso a menores de edad, la venta de estupefaciente hasta a la luz del sol no solo a adultos sino a los menores de edad, la impunidad que existe y que favorece la misma distribución de cualquier sustancia.
Expuso que es una crisis generacional, ruptura de las generaciones, la llamada emergencia educativa y se pronunció por el pacto educativo global que contribuya a que se tomen parte en la causa de la educación, porque allí se encuentra la semilla de la esperanza de un mundo mejor para las nuevas generaciones.
Hizo referencia a la expresión "coletazo emocional", de la pandemia que afecta a los menores, así como los adultos que son sus cuidadores, ya que aun no ha sido superado, prueba de ello es que muchos niños y adolescentes y jóvenes manifiestan pérdida de concentración, descontextualización en lo irreal y lo virtual, así como de lo concreto de lo cotidiano, lentitud en el proceso de maduración intelectual y ético.
Puntualizó que educar implica una responsabilidad conjunta de las acciones de todas las personas e instituciones que están inmiscuidas en esta tarea y envió un mensaje a los niños, adolescentes y jóvenes a ser asertivos y pensar antes de tomar una decisión que pueda afectar su existencia.
Aclaró que no se pretende hacer un análisis sociológico ni tampoco un acercamiento moralizante de los acontecimientos en las escuelas en los que buscan solo encontrar culpables, sino ofrecer elementos de la realidad compleja que sirvan de reflexión y acción para todas las personas e instituciones implicadas en la tarea de educar, incluyendo a la iglesia.
A los niños, adolescentes y jóvenes les pidió establecer un proyecto de vida, la vida vale la pena vivirla y que antes de tomar una decisión sean asertivos y piensen, además los exhortó a no poner en riesgo su proyecto, cuidar de su propia vida y de quienes les rodean esa es su mayor misión.