Manuel Octavio "Gallo" Ocaña, una vida dedicada a salvar a otros

Manuel Octavio Ocaña Arteaga, Un trágico accidente cambió su vida y se convirtió en paramédico colaborando arduamente con la Cruz Roja y grupo SAE

Miguel Rojas / Diario del Sur

  · martes 27 de agosto de 2024

Actualmente, El Gallo capacita a los nuevos camilleros en el grupo de Servicios Auxiliares y de Emergencia / Foto: Miguel Rojas / Diario del Sur

Tras un lamentable accidente que marcó la vida de Manuel Octavio Ocaña Arteaga a los 28 años, en donde tuvo una pérdida familiar, él decidió cambiar el rumbo de sus actividades, con el objetivo de ayudar y salvar al prójimo convirtiéndose en paramédico que es reconocido por la la población, destacando por su entrega y profesionalismo en donde se le requiera.

Sin saber absolutamente nada del tema de salud, Manuel Octavio mejor conocido entre los amigos como “Gallo”, decidió solicitar los cursos necesarios a la Cruz Roja Mexicana para especializarse por lo que fue recibido por Martín Rabanales, que en ese tiempo fungió como su primer instructor y sin duda fue punta de lanza en su adiestramiento.

La tenacidad, las ganas de aprender y su humildad fueron los factores para poder iniciar con las capacitaciones de primeros auxilios, formación básica de camilleros, manejo de productos químicos y derrame de hidrocarburos, por lo cual hoy ha recibido más de 30 cursos profesionales siendo uno de los más preparados en la benemérita institución.

“Actualmente tengo 53 años de los cuales llevó 25 preparándome día a día. Cuando voy a un servicio vamos con la mentalidad de pensar en la situación lo más delicadamente posible, pero psicológicamente ya vamos avanzando, aunque es difícil somos seres humanos y siente uno el dolor que pasan los pacientes. Actualmente capacito a los nuevos camilleros en el grupo de Servicios Auxiliares y de Emergencia (SAE) en mi día libre. Pero sin duda uno no deja de ser alumno para dar la mejor calidad de atención al prójimo”, puntualizó.

El “Gallo” cita que un día porta el uniforme de la Cruz Roja Mexicana y al siguiente se viste de naranja bajo las siglas del grupo SAE.

Dice que su familia en un principio le indicó que él nunca descansaba y querían que eligiera por estar más con ellos o con la ciudadanía, pero afortunadamente Dios tocó sus corazones y ahora sus hijos son la fuerza que recorre sus venas y el creador su guía, por lo que sigue laborando día a día.

“En todos estos años las imágenes de los niños que he atendido no se han borrado. El verlos sufriendo por heridas son marcas que quedan en mi mente pues la mayoría son por culpa o descuidos de los padres. Siento mucho ese dolor, soy ser humano y no lo puedo evitar, después de ingresar el paciente al hospital, me pongo al lado de la ambulancia y no puedo evitar llorar”, explica consternado pero sabedor que él siempre hace todo por ayudar.

En exclusiva para Diario del Sur menciona que en el 2022 estuvo a punto de perder la vida en un accidente con la ambulancia de Cruz Roja Mexicana cuando trasladaban un paciente, pero gracias a Dios le dio fuerza para seguir adelante, recalcando que ser paramédico es una profesión y no sólo es subirse a una unidad médica por hacerlo.

Manuel Octavio Ocaña Arteaga, 25 años siendo paramédico en Tapachula / Foto: Miguel Rojas / Diario del Sur

Cita que los cursos son desde el nivel básico, intermedio y avanzado, por lo que todos los días se aprende algo nuevo, pero realmente no cuentan con el apoyo económico necesario para poder participar en los seminarios, ya que algunos son fuera del estado y para otros necesitan comprar algunos aditamentos.

El “Gallo” puntualiza que de las nuevas camadas de futuros paramédicos de un grupo de 30 por poner un ejemplo solo se quedan tres, que son los que tuvieron mucha perseverancia y ganas de aplicar en la práctica real, ya que también existe el peligro en la calle de ser agredidos, pues están expuestos a todo eso.

Las recompensas son cuando se va por la calle y lo saludan, le dan el agradecimiento por haber intervenido en alguna emergencia, les dan un abrazo y les estrechan la mano, esas son las mayores satisfacciones de saber que se hizo bien las cosas, una sonrisa vale más que mil palabras.

“Como instructor soy muy duro, pero a la vez comparto todos mis conocimientos; soy exigente, pero siempre lo más profesional posible, sé que cuando somos un equipo todos son gente preparada” argumentó.