Una de las propuestas que debe considerarse son los disipadores de energía del oleaje como arrecifes artificiales, barcos hundidos o estructuras sumergidas de piedra y/o bloques de concretos que permitan disminuir la fuerza del oleaje que llega a la playa.
El nivel de riesgo costero que representa Tapachula continúa acrecentándose debido a los efectos del cambio climático, aumento del nivel medio del mar y lo peor, las obras de desarrollo iniciadas desde la década de los setentas evidencian carecer de una planeación inteligente desde el contexto oceanográfico; a la fecha se han generado muchos daños colaterales por la forma de la línea de costa y corrientes oceánicas que cruzan esa zona.
Hay que escuchar a los científicos e investigadores, pero lamentablemente los políticos hacen oídos sordos sin embargo las consecuencias serán devastadoras.
Vicente Castro del Centro de Investigaciones con Visión para Mesoamérica de la Unach.
El biólogo e investigador Vicente Castro perteneciente, al centro de investigaciones con visión para Mesoamérica de la Universidad Autónoma de Chiapas explicó que en el litoral del municipio de Tapachula se distinguen dos áreas distintas, una zona (a) de erosión intensa que se ubica al norponiente de las escolleras (o espigones) construidas en la década de los 70’s y que ha afectado viviendas y restaurantes de la comunidad de Puerto Madero, y una zona (b), localizada al suroriente de las escolleras antes mencionadas.
“Todo el paisaje de la playa, al poniente de los espigones (zona a) construidos en la década de los 70’s, ha sido totalmente modificada para la protección de la comunidad de Puerto Madero mediante una barrera de piedra y cubos de concreto. Esta alteración ha continuado durante los últimos años con la construcción de nuevas estructuras de protección, lo que indudablemente es una alteración muy fuerte del ecosistema de playas, por lo cual se clasificó como de riesgo muy alto”, expresó.
DATOS: El incremento del nivel medio del mar traerá como secuela un incremento de la profundidad de la columna de agua, lo que llevará a una disminución de la fricción del fondo y aumentará la energía de las olas en las playas (Vázquez-Botello, 2008).
Expuso, que ya se han hecho publicaciones del riesgo costero, trabajos que se han hecho llegar a las dependencias estatales y federales correspondientes sin embargo han demostrado total indiferencia porque los riesgos se incrementan porque prefieren seguir construyendo espigones.
Recordó que en el 2015 se hizo de conocimiento a la Administración Portuaria Integral para que no se construyeran los denominados “tómbolos”, en la parte de San Benito, pero no hicieron caso, lo que provocó una severa erosión hacia la barra de San Simón en Mazatán.
“Chiapas no cuenta con una política de costas como estado, que se aboque a administración de zona costera, en hacienda solo existe para el cobro de derecho por concesión de zona federal marítimo terrestre, pero nadie invierte en conservación de la costa”, lamentó el investigador de la Máxima casa de estudios de Chiapas.
Sin duda, esta última característica resulta apremiante y fundamental, ya que tanto los municipios costeros y el gobierno del estado, no cuentan con personal para atender las necesidades del litoral chiapaneco, aun cuando tienen facultades claras en los diversos ordenamientos; mientras que la unidad de ecosistemas costeros de la Delegación Federal de la Semarnat en Chiapas, resulta excesivamente limitada para atender todo el litoral chiapaneco.
“Los tomadores de decisiones en manejo de costas, principalmente a nivel estatal y municipal, deben tener el perfil idóneo, o al menos sean debidamente capacitados en manejo costero, habilidad que les permita tomar las decisiones adecuadas que permitan un desarrollo y aprovechamiento sustentable de la zona costera de Tapachula y de Chiapas”, agregó.
Los efectos del cambio climático son, entre otros, incremento del nivel medio del mar, incremento de la frecuencia e intensidad de huracanes y eventos de oleaje extremo, lo anterior ubica a los estados costeros en condición de alta vulnerabilidad.