La época de estiaje se ha convertido en la de mayor riesgo para los combatientes de incendios, que entre el humo y las llamas tratan de conservar especialmente la biósfera de la reserva “La Encrucijada”.
Esta zona enfrenta graves daños a su ecosistema debido a la inconsciencia de cazadores furtivos, quienes en su intento de saquear la flora y fauna son los responsables directos de provocar incendios.
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Se ubica a lo largo de la franja costera del Pacífico, en los municipios de Mazatán, Huixtla, Villa Comaltitlán, Acapetahua, Mapastepec y Pijijiapan. Fue declarada zona protegida el 15 de junio de 1995 y tiene una superficie de 144,868 hectáreas de terrenos ejidales, comunales, particulares y nacionales.
En esta magnífica área protegida es posible navegar por los esteros del manglar, observar un centenar de aves nativas y migratorias, observar cocodrilos en su hábitat natural, disfrutar de las playas y el mar abierto del Pacífico y observar tortugas marinas que tienen en esta parte de la costa chiapaneca su santuario de anidación.
Es aquí donde combatientes de incendios que pertenecen a la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR) y de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP), así como brigadistas comunitarios, realizan extensas jornadas de trabajo con altas temperaturas y cargando herramientas pesadas, incluso utilizan equipo de protección obsoleto, pero ello no es impedimento para luchar y controlar los incendios que no dan tregua y que año con año se registran en esta área natural.
Entre el humo, olor a quemado, cenizas, vientos, calor y caminos peligrosos, ellos arriesgan su vida para sofocar siniestros que ponen en peligro los ecosistemas de esta importante área natural protegida del sureste mexicano, donde cada año se registran alrededor de 35 incendios forestales y de tulares, mismos que son generadores de afectaciones hasta en unas 2 mil y 2 mil 500 hectáreas.
“Me juego la vida en cada incendio”
Con una experiencia de 25 años y más de dos mil incendios combatidos en el Soconusco, Estados Unidos, Canadá y otros países, Andrés Cabrera Trinidad, coordinador regional de la Comisión Nacional Forestal (Conafor), afirmó que ser un combatiente de siniestros es lo mejor que le pudo pasar en vida.
A pesar de contar con más de dos décadas de experiencia, aseguró que en cada incendio se juega la vida debido a que cada uno es diferente y difícil de enfrentar.
Dijo que su gusto por este trabajo nació desde cuando era muy joven al analizar la importancia de esta labor a favor del medio ambiente y al darse la oportunidad de iniciarse como combatiente. De ahí se enamoró de ser un "apagafuegos".
Una pala, machete, bombas y una mochila son sus principales armas para atacar al principal enemigo (incendio) cada temporada de estiaje, sin embargo, se prepara física y mentalmente para enfrentar pesadas y largas jornadas.
Contó que antes de entrar a atacar un incendio se encomienda a Dios, ya que un viento contrario podría poner en peligro su vida y de sus demás compañeros que van a su cargo.
"Es un trabajo riesgoso, porque cada incendio se comporta de diferente manera, sin embargo, nos preparamos tanto en conocimientos de uso de herramientas y también hay que tener condición física", abundó.
Una de las experiencias más peligrosas ha sido atender un incendio en la Biosfera del Volcán Tacaná, ya que por las condiciones del ecosistema junto con otros de sus compañeros quedaron en medio del fuego, pero gracias al trabajo coordinado pudieron salir con vida.
“Gracias al trabajo que hemos realizado fui seleccionado por tres años consecutivos como parte del equipo de combatientes que han viajado a Estados Unidos y Canadá a ayudar a combatir incendios forestales”, afirma.
“Salimos de casa, pero no sabemos si regresaremos”
Gilberto Cabrera López, es combatiente de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP), asignando a la Biosfera de la Encrucijada, una de las zonas más vulnerables a incendios forestales cada año.
Indicó que ser un combatiente es una labor que nació por amor a la naturaleza, por trabajar en lograr un mejor mundo para sus hijos y que conozcan las diversas especies de fauna y flora de la zona
Enfatizó que todos los días se prepara físicamente porque en cualquier momento pueden ser notificados de algún incendio, y el peligro de perder la vida es una constante.
"Todos los días al salir de casa me encomiendo a Dios y me despido de mi familia, porque en cualquier momento se puede presentar un incendio que puede poner en riesgo mi vida, y es que salimos de casa, pero no sabemos si regresaremos", acotó.
Refirió que a los combatientes siempre los han caracterizado como héroes anónimos, pero desempeñan una gran labor por salvaguardar los recursos naturales y la belleza de los ecosistemas.
“Felicito y agradezco a todos mis compañeros por realizar un trabajo digno, decoroso y por contribuir con algo al planeta, pues los bosques son el termómetro del planeta. Que Dios los bendiga a todos, sigan preparándose y mantengan la seguridad ante todo”, dijo.
Don Gerónimo, un héroe sin capa
Don Gerónimo Ibarias es comisariado ejidal en la comunidad Emiliano Zapata, del municipio de Mazatán y brigadista comunitario, quien a sus 60 años de edad es un héroe sin capa de la Reserva de la Encrucijada.
Desde hace 10 años forma parte de la brigada comunitaria que pertenece a Servicios Ambientales de la CONAFOR, y a pesar de que esta labor es de alto riesgo, ha estado dispuesto a dar su vida por proteger los ecosistemas.
"He participado en varios incendios en la reserva de la Encrucijada y también a otros municipios. Es una labor muy riesgosa, con el fuego no se juega, no podemos confiarnos, porque cualquier viento puede ponernos en peligro", sostuvo.
A pesar de su edad, don Gerónimo es un apasionado de su trabajo y con el apoyo de su familia cada año se prepara y se alista para proteger a la zona natural del principal enemigo: los incendios.
"Amo mi labor porque lo que hacemos es proteger la naturaleza y con ello garantizamos que no se acaben las especies de fauna y flora, ya que un incendio arrasa con todo lo que esté a su paso", finalizó.