El miércoles 28 de agosto, la Iglesia católica celebra la onomástica de San Agustín de Hipona, una figura central en la historia del cristianismo. Nacido en el año 354 en Tagaste, una ciudad ubicada en el norte de África, en la actual Argelia, Agustín se convirtió en uno de los más grandes teólogos y filósofos de la Iglesia, y su obra ha dejado una huella indeleble en la cultura occidental.
La vida de Agustín no fue un camino recto hacia la santidad. Criado en una familia de orígenes bereberes, con un padre pagano y una madre cristiana devota, Santa Mónica, Agustín mostró desde joven una sed insaciable por el conocimiento.
Sin embargo, su encuentro con el neoplatonismo y la influencia de San Ambrosio, obispo de Milán, fueron decisivos en su vida. Fue en Milán donde Agustín, tras una intensa lucha interna, decidió abandonar su vida anterior y convertirse al cristianismo, siendo bautizado por Ambrosio en el año 387.
Obispo de Hipona y padre de la iglesia
Después de su conversión, Agustín regresó a África, donde fue ordenado sacerdote y posteriormente nombrado obispo de Hipona. En esta posición, Agustín no solo se dedicó al pastoreo de su comunidad, sino que también se convirtió en un prolífico escritor. Sus obras más famosas, como Confesiones, La ciudad de Dios y Sobre la Trinidad, han sido estudiadas durante siglos y siguen siendo influyentes.
La Ciudad de Dios, escrita en respuesta a las acusaciones de que el cristianismo era responsable de la caída de Roma, es una de sus obras más ambiciosas. En ella, Agustín desarrolla una visión de la historia en la que se enfrentan la ciudad terrenal, marcada por el amor propio hasta el desprecio de Dios, y la ciudad celestial, guiada por el amor a Dios hasta el desprecio de sí mismo.
El legado duradero de San Agustín
El impacto de San Agustín en la historia de la Iglesia y la filosofía occidental es inmenso. Sus ideas influyeron en pensadores posteriores como Descartes, quien encontró en las reflexiones de Agustín sobre la existencia un antecedente de su propio cogito, ergo sum ("pienso, luego existo"). Asimismo, su obra ha marcado profundamente la teología cristiana, distinguiéndose entre la tradición agustiniana, basada en Platón, y la tomista, influenciada por Aristóteles.
La relevancia de San Agustín se manifiesta también en la devoción que ha suscitado a lo largo de los siglos. Sus restos se encuentran en la Basílica de San Pietro en el Ciel d'Oro en Pavía, Italia, un lugar de peregrinación y de profunda veneración. Esta basílica, mencionada por Dante, Petrarca y Boccaccio, es testimonio del respeto y la admiración que San Agustín ha inspirado a lo largo de los siglos.
Al recordar a San Agustín, no solo conmemoramos a un gran santo y doctor de la Iglesia, sino también a un hombre cuya búsqueda de la verdad y del sentido de la vida continúa resonando en el corazón de millones de personas en todo el mundo. Su vida y obra siguen siendo una fuente inagotable de inspiración para aquellos que buscan, como él, comprender el misterio de Dios y del ser humano.
¿Por qué San Agustín es el Santo patrono de Tapachula?
Leopoldo Constantino García, cronista municipal de Tapachula, dio a conocer que es un misterio el porqué se eligió a San Agustín como Santo Patrono de este municipio, ya que no existen escritos que den certeza de esa determinación.
Sin embargo, expresó que algunos historiadores han llegado a la conclusión que fue elegido por influencia de los españoles que llegaron a establecerse cuando Tapachula era considerada una villa.
Historia de la iglesia de San Agustín en Tapachula
La Iglesia de San Agustín, uno de los emblemas históricos y religiosos más importantes de Tapachula, tiene sus raíces en la labor evangelizadora de misioneros que cruzaban desde la provincia de Guatemala hacia México. Fundada el 19 de mayo de 1819, la iglesia comenzó como un modesto centro de catequesis a cargo de los habitantes locales, bajo la guía de los frailes misioneros. Este humilde inicio sentó las bases para lo que con el tiempo se convertiría en un epicentro de la vida religiosa de la región.
Inicialmente, la Iglesia de San Agustín fue construida con otate y techo de paja, pero para agosto de 1857, el párroco Julián Bermúdez identificó la necesidad urgente de reconstruir el templo, que ya mostraba señales de deterioro. En 1858, se comenzaron las obras de renovación, reemplazando el techo de paja por tejas, y en 1859 se inició la construcción formal de una nueva estructura, que concluyó en 1862. Aunque Bermúdez no pudo ver finalizada la obra, debido a su fallecimiento en 1863, su sucesor, el cura Manuel de Jesús Reyes, completó la construcción en 1885, dotando a la iglesia de una imponente fachada y tres torres, además de un reloj central.
La Iglesia de San Agustín no solo enfrentó desafíos arquitectónicos, sino también políticos. Durante el gobierno de Victorico Grajales, en 1932, la iglesia sufrió represión y fue cerrada, no reabriendo sus puertas hasta 1937 por orden del gobernador Efraín Gutiérrez. A pesar de estos contratiempos, las actividades religiosas no se reanudaron oficialmente hasta julio de 1938, marcando un nuevo capítulo en la historia del templo.
En 1958, la Iglesia de San Agustín fue elevada al rango de Catedral, convirtiéndose en la sede de la diócesis de Tapachula bajo la dirección del obispo Adolfo López Hurtado. Con el tiempo, la catedral ha experimentado varias remodelaciones, incluyendo la renovación del altar principal y la modernización de una de sus capillas en 1983.
Hoy en día, la Iglesia de San Agustín sigue siendo un símbolo de la fe y la resiliencia de Tapachula, un lugar donde convergen la historia, la cultura y la espiritualidad de la región, reafirmando su título como la "catedral del pueblo".
