A Jesús le mintieron casi todos sus pacientes que llegaron en busca de ayuda al hospital. Algunos familiares argumentaban que su ser querido había padecido un infarto, pero al final, cuando el enfermo dejaba de respirar, terminaban confesando que presentaba fiebre, tos seca y otros indicios del letal Covid 19.
Al quinto día de aislarse de toda sus padres, esposa e hija, sus síntomas agudizaron y apretaron fuerte. El dolor de cuerpo era incesante, el dolor de cabeza era un campanario sin dejar de repicar, la fiebre llegaba casi a la frontera de los 40 grados centígrados y el apetito estaba extraviado entre su paladar y estómago.
Llegó el día ocho y los síntomas taladraban. En un santiamén, su madre irrumpió en la habitación donde convalecía para corroborar que seguía vivo. Entonces vino lo peor: mamá había obtenido el contagio y su respiración comenzó a fallar, el dolor de cabeza asechó junto a la fiebre y Jesús sintió, por primera vez desde que se contagió, un miedo que le provocaba escalofríos.
No sentí miedo por mi, lo que me preocupaba eran mis papás, mi esposa y mi niña de seis meses de edad, eso era en lo que más pensaba y por eso estuve 20 días encerrado
Jesús Rojas, médico
A Jesús la comida no le bajaba. Todo era a base de gelatinas, caldos a medio comer y agua, pura agua insípida. Pese a que no perdió el gusto y el olfato, la comida era un martirio, pero algo tenía que deglutir o entonces cedería paso entero al virus en su cuerpo.
“Yo estoy seguro que me infecté en el paciente número 29 0 30 de todos los que atendí por Covid, porque esos fueron los que llegaron en peor estado al hospital y los familiares nos mintieron al decirnos que iban por otra cosa, es decir que seguíamos otro protocolo y no el de atención por el coronavirus”, acotó el doctor de 34 años de edad.
Después de esos 20 días, por fin Jesús pudo salir del encierro, titubeando y protegiendo a los suyos. Ha regresado a su labor diaria, a la cual le dedica prácticamente todo el día.
En su mente se aglutina el recuerdo de comprar sus propios insumos para atrincherarse y pasar la enfermedad solo en un cuarto de casa. Bajo sus propios recursos, tuvo que comprar un tanque de oxígeno, medicamentos y un oxímetro para medir su saturación y corroborar día a día que el virus se iba de su cuerpo.
Para Jesús, los momentos más medulares de la pandemia giran en torno a dos situaciones: la necedad de los enfermos por mentir, como si de un estigma se tratara; y el haber contagiado a su madre. Pero ahora todo es una pesadilla, ya puede abrazar a su pequeña.