Hacer piñatas es un trabajo noble, lleno de magia e ilusión, provoca alegría y tristeza, es un objeto que te permite descargar emociones, para convertirlas en una sonrisa.
Los misioneros agustinos recurrieron a esta tradición como parte de la evangelización, convirtiendo a la piñata en un elemento con sentido religioso. Elementos que encontramos en común en los orígenes de la piñata son la olla de barro, el relleno con dulces y frutas. Pegarle a la piñata es una diversión que encuentran principalmente los niños, cuando los dulces caen, todos corren en su búsqueda.
Te puede interesar: Es una tradición que nos dejó mi madre, hacer los ramos para este domingo: Ricardo
El maestro piñatero Lemus Flores con cerca de 40 años de trabajar el arte de la escultura en papel de todos los tipos, afirma que aprendió desde muy joven a través de una familia de Guatemala que trabajaba la fabricación de las piñatas, al llegar a Tapachula, puso en práctica las habilidades adquiridas y desde entonces, ha sido el trabajo con el que le da estabilidad a su familia.
Trabajar el papel, el alambre y los colores, afirma don Lemus Flores, es un arte, por lo que cada pieza es una artesanía que sabe se va a destruir, lo que se vende es la ilusión de la alegría por romper la piñata, pero el regalo más preciado para él es que antes del desastre de la destrucción, el rostro de admiración en cada compra de piñata, es el espíritu que le da sentido a la fabricación de piñatas, solo espera que esa tradición nunca muera en Tapachula y que viva la piñata por muchos siglos más, afirma.
Si usted gusta comprarle una piñata, puede encontrarlo en el bulevar Akishino, antes de llegar al CAPACTIS.