/ domingo 4 de diciembre de 2022

Un chef ¡Muy perro! Luis Rubén Guizar Olivares

Es el jefe de “La Jefa”, un chef que a veces se expresa mejor con lo que cocina que con las mismas palabras que deja en la boca cada platillo

Gran parte de su éxito lo debe a su intuición y talento para conjugar lo que el gusto y olfato le revelan: pero la verdadera clave de su fórmula es la libertad con la que ofrece los mismos ingredientes que ya conocemos, pero con una pasión que se siente en cada platillo.

De apariencia arrogante pero modesto, desconcertante y a la vez genial es Luis Rubén Guizar Olivares, originario de esta cálida tierra, quien nunca imaginó regresar a su ciudad natal para conquistar con su sazón, pero sobre todo, encontrar la libertad en la profesión que eligió tras dos intentos que le dieron experiencia y formación.


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Alguien dijo alguna vez que cambiar de opinión es de sabios y creo que cambiar dos veces de carrera hasta encontrar ese hilo conductor que te descubre tu vocación a tiempo, es lo mejor que te puede suceder. Una licenciatura en sistemas computacionales administrativas y posteriormente corre el riesgo para formarse como mercadológo, llevan finalmente a Luis Rubén a enfrentarse y descubrir su verdadera vocación ¡Nadie lo creía!, menos su finado padre que en su infinito amor lo único que deseaba era que su hijo se realizara y fuera feliz en la vida.

No ingresó tarde, llegó a tiempo al Instituto Culinario de México, Campus Monterrey en donde recordó que desde niño le gustaba entrar a la cocina de su casa y posesionarse del sitio para crear lo que se le viniera a la mente, pero nunca se le cruzó la idea de que terminaría convirtiéndose en chef. Finalmente no supo en qué momento pero cuando se vio tomando clases supo que “era lo suyo”, que esta vez no había equivocación.

En Monterrey vivió diez años y ahí se fue formando profesionalmente, compartió experiencias al lado de Guillermo Beristaín, uno de los cocineros más reconocidos del ambiente mundial de la cocina. Cocinó para los Príncipes de Asturias, sirvió no solo una sino varias cenas privadas en la casa de gobierno de Nuevo León, hasta viajar a Brujas, Bélgica, ésta última como una de sus experiencias que le coronaron su vocación. Participó en concursos con satisfactorios reconocimientos hasta que finalmente un día decide volver a su tierra natal.

Sí, la muerte de su señor padre lo hace volver y acá comenzó un nuevo capítulo que me compartió sin censura y que les participó con el estilo que me caracteriza.

Tal vez con la brújula perdida, desconcertado y derrotado por la muerte de su señor padre, finalmente un día los pincelazos de luz volvieron a su vida y comenzó una nueva historia. En Tapachula se sumó al Instituto de Estudios Superiores de Tapachula (IESCH), en donde compartió su vocación por espacio de dieciocho meses, así mismo colabora en Marinni convirtiéndose en el chef estelar de este centro gastronómico, ingresa al Ayuntamiento y finalmente, acostumbrado a la independencia nace el proyecto para fundar “La Jefa”, y decide comenzar con la remodelación de una esquina, una propiedad de la familia, antiquísima con paredes de adobe y pisos de cemento pulido por el uso de los años.


No fue nada fácil, soñar y llevar a buen puerto el proyecto le llevaron un tiempo y mientras la remodelación avanzaba, fue realizando el menú que, desde muy sencillo que fuese él buscaba que las recetas de tradición llevarán un sello propio, además de sazón, un toque que distinguiera su nuevo espacio, no para gente especial, sino exigente que gusta de la buena mesa.

Luis Rubén Guizar Olivares tenía clara su pasión, antes de salir el sol tiene ya el nuevo proyecto del día, pues asegura que en su recinto culinario todos los días son distintos; su devoción por lo que hace se manifiesta en todo, basta con ver la extensa variedad de platillos que no se antojan solo como acompañante de la cerveza o bebida, sino que se convierte en la excelente comida del comensal que busca tal vez lo mismo pero presentado con auténtico estilo, sazonado con pasión y esa exquisitez que te hace volver.

Su experiencia siempre con sorpresas lo hace manejar a la perfección la creciente popularidad de este sitio que el nuevo conocedor lo convierte en suyo desde la primera vez que prueba, por decir algo, unos camarones en agua chile…

El trabajo comienza desde la selección de las carnes, los ingredientes y el punto exacto: No existe cansancio en él, porque le gusta lo que hace, desde el inicio del servicio hasta que el cliente abandona su centro culinario con la panza llena y satisfecha. Muchos lo describen como inteligente, bondadoso, disciplinado, amigable y relajado, virtudes que lo convierten en un chef ¡muy perro!, como suelo llamarle en buen término.

Quienes colaboran con él, aseguran que se enoja como cualquier persona, sobre todo cuando se trata de alcanzar la perfección, sin embargo, todos coinciden en dos cosas: que es un gran chef y que posee un inmenso talento difícil de igualar.

El es Luis Rubén Guizar Olivares, un soñador que le gusta servir en su espacio, el mismo que inventó para quienes buscan un sitio auténtico en donde beber una buena cerveza, degustar una rica botana, romper así mismo con el tradicional esquema de una cervecería popular, convirtiéndose en un sitio familiar, selecto, de agradable ambiente y buena comida.

Luis Rubén Guizar, nace el 3 de abril de 1981, es originario de Tapachula, Chiapas, México, cursó todos sus estudios en su ciudad natal y se graduó como Licenciado en Gastronomía, egresado del Instituto Culinario de México. Ha recorrido gran parte del mundo puliendo su cocina pero sobre todo, es un hombre feliz con lo que ha realizado.

Entrevistar a Luis Rubén Guizar Olivares, no solo me permite recordar a su padre con quien mantuve una buena amistad, sino ingresar a una de las pasiones más grandes que me iniciaron en el ejercicio de la escritura hace más de treinta años: la cocina, y tantos secretos que ella posee.

Para comentarios escríbeme a morancarlos.escobar1958@gmail.com


Gran parte de su éxito lo debe a su intuición y talento para conjugar lo que el gusto y olfato le revelan: pero la verdadera clave de su fórmula es la libertad con la que ofrece los mismos ingredientes que ya conocemos, pero con una pasión que se siente en cada platillo.

De apariencia arrogante pero modesto, desconcertante y a la vez genial es Luis Rubén Guizar Olivares, originario de esta cálida tierra, quien nunca imaginó regresar a su ciudad natal para conquistar con su sazón, pero sobre todo, encontrar la libertad en la profesión que eligió tras dos intentos que le dieron experiencia y formación.


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No ingresó tarde, llegó a tiempo al Instituto Culinario de México, Campus Monterrey en donde recordó que desde niño le gustaba entrar a la cocina de su casa y posesionarse del sitio para crear lo que se le viniera a la mente, pero nunca se le cruzó la idea de que terminaría convirtiéndose en chef. Finalmente no supo en qué momento pero cuando se vio tomando clases supo que “era lo suyo”, que esta vez no había equivocación.

En Monterrey vivió diez años y ahí se fue formando profesionalmente, compartió experiencias al lado de Guillermo Beristaín, uno de los cocineros más reconocidos del ambiente mundial de la cocina. Cocinó para los Príncipes de Asturias, sirvió no solo una sino varias cenas privadas en la casa de gobierno de Nuevo León, hasta viajar a Brujas, Bélgica, ésta última como una de sus experiencias que le coronaron su vocación. Participó en concursos con satisfactorios reconocimientos hasta que finalmente un día decide volver a su tierra natal.

Sí, la muerte de su señor padre lo hace volver y acá comenzó un nuevo capítulo que me compartió sin censura y que les participó con el estilo que me caracteriza.

Tal vez con la brújula perdida, desconcertado y derrotado por la muerte de su señor padre, finalmente un día los pincelazos de luz volvieron a su vida y comenzó una nueva historia. En Tapachula se sumó al Instituto de Estudios Superiores de Tapachula (IESCH), en donde compartió su vocación por espacio de dieciocho meses, así mismo colabora en Marinni convirtiéndose en el chef estelar de este centro gastronómico, ingresa al Ayuntamiento y finalmente, acostumbrado a la independencia nace el proyecto para fundar “La Jefa”, y decide comenzar con la remodelación de una esquina, una propiedad de la familia, antiquísima con paredes de adobe y pisos de cemento pulido por el uso de los años.


No fue nada fácil, soñar y llevar a buen puerto el proyecto le llevaron un tiempo y mientras la remodelación avanzaba, fue realizando el menú que, desde muy sencillo que fuese él buscaba que las recetas de tradición llevarán un sello propio, además de sazón, un toque que distinguiera su nuevo espacio, no para gente especial, sino exigente que gusta de la buena mesa.

Luis Rubén Guizar Olivares tenía clara su pasión, antes de salir el sol tiene ya el nuevo proyecto del día, pues asegura que en su recinto culinario todos los días son distintos; su devoción por lo que hace se manifiesta en todo, basta con ver la extensa variedad de platillos que no se antojan solo como acompañante de la cerveza o bebida, sino que se convierte en la excelente comida del comensal que busca tal vez lo mismo pero presentado con auténtico estilo, sazonado con pasión y esa exquisitez que te hace volver.

Su experiencia siempre con sorpresas lo hace manejar a la perfección la creciente popularidad de este sitio que el nuevo conocedor lo convierte en suyo desde la primera vez que prueba, por decir algo, unos camarones en agua chile…

El trabajo comienza desde la selección de las carnes, los ingredientes y el punto exacto: No existe cansancio en él, porque le gusta lo que hace, desde el inicio del servicio hasta que el cliente abandona su centro culinario con la panza llena y satisfecha. Muchos lo describen como inteligente, bondadoso, disciplinado, amigable y relajado, virtudes que lo convierten en un chef ¡muy perro!, como suelo llamarle en buen término.

Quienes colaboran con él, aseguran que se enoja como cualquier persona, sobre todo cuando se trata de alcanzar la perfección, sin embargo, todos coinciden en dos cosas: que es un gran chef y que posee un inmenso talento difícil de igualar.

El es Luis Rubén Guizar Olivares, un soñador que le gusta servir en su espacio, el mismo que inventó para quienes buscan un sitio auténtico en donde beber una buena cerveza, degustar una rica botana, romper así mismo con el tradicional esquema de una cervecería popular, convirtiéndose en un sitio familiar, selecto, de agradable ambiente y buena comida.

Luis Rubén Guizar, nace el 3 de abril de 1981, es originario de Tapachula, Chiapas, México, cursó todos sus estudios en su ciudad natal y se graduó como Licenciado en Gastronomía, egresado del Instituto Culinario de México. Ha recorrido gran parte del mundo puliendo su cocina pero sobre todo, es un hombre feliz con lo que ha realizado.

Entrevistar a Luis Rubén Guizar Olivares, no solo me permite recordar a su padre con quien mantuve una buena amistad, sino ingresar a una de las pasiones más grandes que me iniciaron en el ejercicio de la escritura hace más de treinta años: la cocina, y tantos secretos que ella posee.

Para comentarios escríbeme a morancarlos.escobar1958@gmail.com


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