"Muchos migrantes con la finalidad de lograr al sueño americano tienen que pasar en su travesía por la selva del Darién o conocida como el "Tapón de Darién", que prácticamente se considera impenetrable, pero separa a Colombia de Panamá y en donde no existe carretera para poder atravesarla, por lo cual tienen que enfrentarlos peligros que lo acechan.
La historia de Iliana Rodríguez comenzó desde hace casi tres años cuando partió de su país natal Cuba para poder buscar mejores condiciones de vida, dejando al cuidado de sus familiares a sus hijos lo que fue muy difícil separarse de ellos, con poca ropa y dinero a la vez decidió emprender el largo viaje en donde logró contactar a unos “coyotes” en Colombia.
Recordó que había aproximadamente más de 300 personas de diferentes nacionalidades dispuestos a arriesgar su vida ya que los peligrosos que le acechaban en la selva de Darién, todos ya conocidos por los lugareños hasta en videos publicados en redes sociales que han dado la vuelta al mundo, pues ahí han muerto miles.
“Es difícil para una mujer enfrentarse a algo que no estamos acostumbradas en nuestro país. Claro que iban más connacionales, pero estuvimos caminando más de tres días. Cruzamos, ríos, veredas, montañas, insectos y animales peligrosos, hasta que por fin se aparecieron delincuentes armados con pistolas y machetes, quienes nos hicieron agruparnos en un terreno plano; dijeron que era un asalto y que entregáramos todo lo de valor. Nos revisaron las mochilas tiraron todas las cosas, después vieron a las mujeres más bonitas y se las llevaron al monte en donde abusaron de ellas una y otra vez, mientras que los demás pillos nos apuntaban para que no fuéramos a hacer algo extraño, después nos dejaron seguir nuestro camino, mientras que las víctimas estaban horrorizadas por lo que les había pasado”, afirma la cubana.
Dijo que tuvieron que beber agua contaminada, exponerse a las picaduras de insectos peligrosos. Ahí nos alcanzó un grupo de africanos y haitianos, que en su caminar dejaron abandonada a una niña, con el argumento que ellos también habían sido asaltados pero que por salvar su vida la habían dejado abandonada.
“Recuerdo que fue mi compañero y amigo Maikel Moya, quien decidió salvarle la vida y él la cargó por lo menos siete horas. Le dio de comer y logramos reunirla con sus padres, lo que para nosotros nos llenó de mucha satisfacción, pero seguíamos a la mitad de ese inmenso mar de vegetación en donde sufrimos otros dos asaltos. Muchas de mis compañeras fueron violadas salvajemente, ya era una tormenta psicológica, nos quedamos a la oscuridad durmiendo haciéndonos compañía entre todos. Escuchamos los rugidos de unos jaguares, nuestro guía al que le habíamos pagado muchos dólares desapareció de un momento otro y sospechamos que estaba coludido con la mafia de los asaltantes”, afirmó Iliana.
Sin poder bañarse y con la bendición, dijo que siguieron el camino para poder cruzar ese infierno verde. Ahí pudieron observar el cuerpo putrefacto de una mujer al parecer haitiana, que fue cubierta con toallas que los mismos migrantes le dejaron para evitar que las aves de rapiña acabaran con ella.
“Hubo momentos en los que la mente nos jugaba bromas de mal gusto, con palos y alguno que otro machete que encontrábamos en el camino, atacábamos el monte que no nos deja avanzar, otros tenían mucho miedo de hacer sus necesidades fisiológicas a la intemperie por miedo a que una serpiente venenosa pudiera morderlo y sin medicamentos, estábamos en peligro latente” puntualizó.
Iliana finalmente logró su objetivo de salir del Tapón del Darién, aunque siguió teniendo problemas con las mentiras que los traficantes de humanos les decían, pero logro llegar a Tapachula, a hacer sus papeles ante el Instituto Nacional de Migración (INM) y finalmente se entregó a un punto fronterizo. Hoy, ya se encuentra radicando en Estados Unidos, en espera de reclamar a sus hijos.
Jeyter González otra migrante de nacionalidad cubana relató que tuvo psicosis luego de ingresar con varios de sus amigos al Tapón del Darién, en donde había escuchado muchos relatos, pero ya estaba en la travesía, en donde fueron timados en repetidas ocasiones por guías que al final lo dejaban abandonado en tramos, percatándose que no eran los únicos.
“Por la noche cuando nos internamos en la selva se nos acabó el agua y tuvimos que tomar de charcos de lodo para poder seguir nuestro curso, intentábamos dormir por la noche, pero los ruidos extraños que emitían los animales peligrosos nos daba demasiado miedo. No sabíamos en realidad la hora, estábamos aturdidos, queríamos hincarnos a pedirle al Señor y con ello saber que teníamos una oportunidad de seguir adelante. Tuvimos que comer hierbas para sobrevivir, algunos hasta insectos no había a donde pedir ayuda fue un calvario, estuvimos vagando por siete días, nos asaltaron una y otra vez, nos quitaron hasta los celulares”, afirmó.
Natacha Pierot de origen venezolano, menciona que su largo viaje por la Selva del Darién la dejó marcada para siempre, fue abusada sexualmente junto con sus tres amigas en repetidas ocasiones, por indígenas y por maleantes, quienes las amenazaron con cortarles la garganta o simplemente a dispararles en la cabeza para que sus cuerpos sirvieran como ejemplo a quienes quisieran resistirse.
“Me cuesta decir todo que pasé en ese infierno, pero quiero compartirlo no para evitar que se detenga la migración, sino para que se sepa que nosotras las mujeres que somos víctimas de violaciones", señala.
Dijo que la primera ocasión fue en una vereda en donde un grupo de por lo menos 20 sujetos armados con pistolas y machetes los esperaban.
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"Nos agarraron a la fuerza y a la primera mujer que se opuso le dieron un cachazo en la cabeza, le rompieron la ropa y la tomaron a la fuerza delante de todos nosotros. Sentí demasiado miedo e impotencia en no poder ayudarla. La dejaron totalmente golpeada, no podía ni pararse y la tuvimos que cargar por tramos", citó.
Finalmente dijo que después en otro punto volvió a pasar lo mismo, "a mi me pusieron una pistola en la cabeza y lo único que hice para poder salvar la vida fue quitarme la ropa y dejar que hicieran de mi cuerpo lo que quisieran, fue horrible. Aquí recuerdo que no hay ley que pueda salvarnos solo por ser migrantes".