Tapachula.- Al sur de Tapachula, en las oficinas de regularización migratoria, del Instituto Nacional de Migración (INM), cientos de extranjeros aguardan esperanzados que los llamen por su nombre para que puedan ingresar al búnker de esta dependencia federal.
Pero la espera es eterna, cansada, con el sol cayendo a quemarropa y enfilados por nacionalidades: de un lado los haitianos, del otro los centroamericanos.
Herman Francisco Vázquez, nativo de San Pedro Sula, Honduras, es uno de los tantos que esperan pasar al interior de las oficinas migratorias.
Lleva dos semanas bajo el sol, llegando de madrugada y yéndose pasadas las 14:00 horas, cuando el hambre aprieta y los oficiales salen a decirle a la multitud que no se atenderá a nadie más.
Entonces todos se desinflan y tienen que irse del lugar. Reclamar significa no volver a ver un papel sellado por parte de las autoridades.
“Aquí hay de todos, trámites de primera vez, reposición de papeles, otros andan buscando su visa humanitaria, a algunos se las dan y a otros no, esto puede durar seis meses o un año y al final a veces solo la asoleada te queda”, señala Herman.
El hombre requiere la renovación de su legal estancia en México, donde lleva ya cuatro años y expiró dicho permiso para poder estar sin ser detenido por las autoridades migratorias.
Mujeres y niños, los más vulnerables a un golpe de calor, también esperan en las filas que por ratos se ven disminuidas, pues es necesario tomar un poco de sombra y agua de donde puedan obtenerla.
Mientras la atención está puesta en el río Suchiate, donde la Guardia Nacional vigila que no penetre al país otro grupo o caravana migrante, en Tapachula otro muro se endurece, según los mismo migrantes que no ven para cuándo puedan conseguir un sello, una firma o simplemente la negación de las autoridades en torno a sus solicitudes.
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“Esto también es un muro, uno donde no nos hacen caso, solos invisibles para México”, exclama una mujer haitiana que está acompañada de su pequeño hijo.
El INM ha declarado que se brinda la atención pronta a la comunidad migrante, pero la realidad refleja otra situación, una que ahora no está en los reflectores, pero mantiene en agobio total a extranjeros varados en el sur de Chiapas.
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