El administrador de la Diocesis de Tapachula, Agripino Méndez Victorio, lamentó que la violencia y muerte se haya convertido en el nuevo rostro de Chiapas, ya que el escenario de inseguridad ha sido una constante en diversas regiones del estado.
Dijo que se viven tiempos muy difíciles porque siguiendo caprichos y ambiciones se ha desfigurado lo que Dios ha hecho para su pueblo, y las comunidades se han convertido en espacios de inseguridad, violencia y muerte.
Señaló que son incontables los muertos, los desaparecidos, los que viven como esclavos de las adicciones, del placer, del alcohol y de la droga y es que la droga no perdona a nadie, e incluso, ha arrebatado a agentes de pastoral, convirtiéndolos en zombies, que deambulan por sus comunidades, hermanos que otro tiempo fueron gente buena y productiva.
Indicó que la ambición ha envenenado la vida de las personas, al grado de que a los hermanos ya no se ven como seres humanos, sino como enemigos, como mercancía y como oportunidad para ganar dinero.
"Nuestros caminos calles y avenidas que en otro tiempo fueron espacios por donde íbamos y veníamos con seguridad, para ir al trabajo, para volver a casa, donde los hijos de nuestras comunidades podían andar seguros para ir a clases o hacer algún mandado, hoy se han convertido en espacio de inseguridad, violencia y muerte", abundó.
Recordó que el comercio que en un tiempo fue un servicio para ayudar a otros en sus necesidades, hoy se ha convertido en una actividad que poco tiene que ver con el cuidado de los demás y mucho con la ambición y egoísmo.
"Caminando en medio de las tinieblas que tienen rostro de violencia y muerte, se viven tiempos muy difíciles, porque siguiendo caprichos y ambiciones, se ha desfigurado lo que Dios ha hecho para nosotros y nuestras comunidades son espacios de inseguridad, violencia y muerte", finalizó.