Han transcurrido 72 horas de angustiante encierro para “Vicente” con identidad protegida y nativo de un municipio cercano a Tapachula, desde que le hicieron la prueba para determinar si se uniría a las estadísticas de contagios por coronavirus en Chiapas.
El encierro en una de las recámaras de su hogar, a distancia de sus dos hijos y esposa que duermen en otros cuartos, le han generado un trauma psicológico. Es peor que estar en un calabozo a oscuras con la pena de saber si en su cuerpo habita ya el virus de Wuham.
Comenzó con picazón en la garganta y dolor que iba y venía en su cabeza. Después esa comezón trascendió a dolor y por último, resultó en tos seca.
Sin amagar con intentar esconder estos dos síntomas, el hombre recurrió a sus jefes inmediatos y comentó los malestares. En su empleo, en una industria de Tapachula la instrucción fue precisa: al primer síntoma se tiene que notificar.
De inmediato fue enviado a casa con la consigna de no salir ni tener trato directo con sus seres queridos.
Un día después acudió al nuevo hospital del IMSS donde le hicieron un exudado faringeo y nasofaringeo (toma de muestra en garganta y nariz).
Más de 72 horas y el angustiado hombre revisa las noticias, conoce las nuevas cifras: 1,934 casos sospechosos, 357 positivos y 107 pruebas pendientes de resultado.
El teléfono móvil es su único acompañante. A veces, el aparato se calienta de tanto usarlo. Pareciera que leva a explotar en las manos. Entonces lo suelta y se tira a la cama.
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Los números siguen en aumento y en torno a su caso todo es borroso. Nadie le confirma ni le descarta el contagio por Covid-19. Por momentos pierde el equilibrio emocional y recae en llanto, desesperación, le dan ganas de tomar un automóvil y viajar a la capital chiapaneca a reclamar su resultado.
Desde entonces, personal de la Secretaría de Salud no lo ha visitado ni llamado para conocer su estado. Vive a la deriva entre cuatro paredes, escucha tronar la lluvia vespertina en su techo de lámina y duerme a altas horas de la madrugada. Es un calabozo, según relata, que a cada hora se materializa en un sitio aún más inhóspito.
Vicente es uno de los 107 casos que están en stand by. El sistema de Salud en Chiapas desvela para él total incompetencia por no arrojar resultados expeditos y eficaces que permitan a hombre o mujer tomar las medidas drásticas para recibir la atención adecuada.
“No sé si estoy contagiado, pero el temor es horrible, no puedo ver a mi familia y ellos también tienen miedo, la comida me la dejan en la puerta y apenas asomo la nariz para poder meter mis alimentos a este cuarto solitario”, relata.
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