/ domingo 28 de octubre de 2018

Europa se divide por venta de armas a Riad

Tras el caso Khashoggi se cuestionan las políticas para entregar armamento a gobiernos autoritarios

PARIS, Francia – El horrendo asesinato del periodista Khamal Khashogghi, cometido por un comando teleguiado desde Arabia Saudita, puso en evidencia la ambigua política que representan las ventas de armamento europeo a represores, dictadores y gobiernos autoritarios.

El tema, piadosamente ocultado desde hace años, amenaza con provocar una división entre los grandes fabricantes de la Unión Europea (UE), que figuran entre los principales exportadores mundiales de material bélico.

Las divergencias entre “virtuosos” y “cínicos” surgieron esta última semana, cuando la canciller alemana Angela Merkel propuso suspender las ventas de armas hasta que se aclaren las misteriosas circunstancias del asesinato de Khashogghi. Al mismo tiempo exigió que el gobierno de Ryad realice “verdaderos esfuerzos” para “resolver la crisis humanitaria” en el Yemen, situación creada por la guerra que desarrolla Arabia Saudita desde hace cuatro años contra los rebeldes hutíes, protegidos por Irán.

Merkel fue respaldada por el Parlamento Europeo, que pidió a todos los países de la UE que impongan un embargo global a las exportaciones de armas al régimen que dirige con mano de hierro el príncipe heredero de la corona, Mohammed Ben Salman (MBS). Pero la Comisión Europea que preside Jean-Claude Juncker encontró la forma de frenar el proceso. Para que pueda ser efectiva una sanción, argumentó, se requiere un voto por unanimidad, cosa difícil de imaginar teniendo en cuenta que 15 de los 28 miembros de la UE son exportadores de armas a Arabia Saudita: Alemania, Austria, Bélgica, Bulgaria, Dinamarca, España, Finlandia, Francia, Gran Bretaña, Holanda, Italia, Polonia, República Checa, Rumania y Suecia.

Ninguno de ellos tiene interés en enemistarse con el régimen de Ryad. La monarquía saudita ocupa el tercer lugar —detrás de Estados Unidos y China— entre los países que consagran mayores recursos al presupuesto de defensa. Casi dos tercios de sus compras (61%) provienen de Estados Unidos, según recientes estimaciones del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI). El resto de los proveedores son todos europeos: Gran Bretaña con 23%, Francia 3,6% y España en cuarta posición con 2,4%.

Pero todas esas cifras son virtuales, al igual que las declaraciones de Merkel, pues desde comienzos de año el gobierno de Berlín autorizó exportaciones por valor de 416,4 millones de dólares a Ryad.

En el caso de Francia, sus exportaciones de armas en 2017 ascendieron a 1.380 millones de euros. Pero Arabia Saudita no solo paga las compras que realiza para su propio arsenal, sino que además financió los 24 aviones Rafale, cuatro corbetas misileras Gowind, una FREMM, dos porta-helicópteros de clase Mistral y un satélite de comunicaciones militares que compró el presidente egipcio Abdel Fattah al Sissi en los últimos años.

El domingo pasado, Gran Bretaña, Francia y Alemania divulgaron una declaración conjunta condenando "en los términos más contundentes posibles" el asesinato "injustificable" de Khashoggi, pero sin formular comentarios ni amenazas sobre las ventas de armas.

Pese a la presión de la prensa y de la oposición política, el presidente Emmanuel Macron mantuvo un ambiguo silencio que duró tres semanas. Si bien inicialmente expresó “toda su indignación” por el crimen y luego firmó el comunicado conjunto con Londres y Berlín, el viernes pasado terminó por negarse a boicotear las ventas de armas, porque sería un gesto de “pura demagogia”, explicó. “Puedo comprender el vínculo [de Arabia Saudita] con Yemen. Pero en el caso de Khashoggi, no hay ninguno”, comentó con fastidio.

Esa posición, en definitiva, no dista demasiado de la actitud adoptada desde el principio por el presidente norteamericano Donald Trump.

Como Macron, el socialista Pedro Sánchez, presidente del gobierno español, también debió apelar a una compleja dialéctica para justificar el mantenimiento de las ventas de armas a Ryad.

“La exportación de armamentos es un claro ejemplo de la complejidad de la política y de la dificultad de llevar adelante ideas sin tener en cuenta la necesidad de los acuerdos y de entender las prioridades de la gestión pública”, explicó para terminar invocando la defensa de los “intereses generales de España” y la actividad de sectores estratégicos “situados muchos de ellos en zonas muy afectadas por el drama del desempleo”.

El filósofo británico Bertrand Russell había descubierto mucho años antes la contradicción esencial de la política que ahora enfrenta Europa. “La Humanidad —dijo hace más de medio siglo— tiene una doble moral: una que predica y no practica, y otra que practica, pero no predica”.

PARIS, Francia – El horrendo asesinato del periodista Khamal Khashogghi, cometido por un comando teleguiado desde Arabia Saudita, puso en evidencia la ambigua política que representan las ventas de armamento europeo a represores, dictadores y gobiernos autoritarios.

El tema, piadosamente ocultado desde hace años, amenaza con provocar una división entre los grandes fabricantes de la Unión Europea (UE), que figuran entre los principales exportadores mundiales de material bélico.

Las divergencias entre “virtuosos” y “cínicos” surgieron esta última semana, cuando la canciller alemana Angela Merkel propuso suspender las ventas de armas hasta que se aclaren las misteriosas circunstancias del asesinato de Khashogghi. Al mismo tiempo exigió que el gobierno de Ryad realice “verdaderos esfuerzos” para “resolver la crisis humanitaria” en el Yemen, situación creada por la guerra que desarrolla Arabia Saudita desde hace cuatro años contra los rebeldes hutíes, protegidos por Irán.

Merkel fue respaldada por el Parlamento Europeo, que pidió a todos los países de la UE que impongan un embargo global a las exportaciones de armas al régimen que dirige con mano de hierro el príncipe heredero de la corona, Mohammed Ben Salman (MBS). Pero la Comisión Europea que preside Jean-Claude Juncker encontró la forma de frenar el proceso. Para que pueda ser efectiva una sanción, argumentó, se requiere un voto por unanimidad, cosa difícil de imaginar teniendo en cuenta que 15 de los 28 miembros de la UE son exportadores de armas a Arabia Saudita: Alemania, Austria, Bélgica, Bulgaria, Dinamarca, España, Finlandia, Francia, Gran Bretaña, Holanda, Italia, Polonia, República Checa, Rumania y Suecia.

Ninguno de ellos tiene interés en enemistarse con el régimen de Ryad. La monarquía saudita ocupa el tercer lugar —detrás de Estados Unidos y China— entre los países que consagran mayores recursos al presupuesto de defensa. Casi dos tercios de sus compras (61%) provienen de Estados Unidos, según recientes estimaciones del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI). El resto de los proveedores son todos europeos: Gran Bretaña con 23%, Francia 3,6% y España en cuarta posición con 2,4%.

Pero todas esas cifras son virtuales, al igual que las declaraciones de Merkel, pues desde comienzos de año el gobierno de Berlín autorizó exportaciones por valor de 416,4 millones de dólares a Ryad.

En el caso de Francia, sus exportaciones de armas en 2017 ascendieron a 1.380 millones de euros. Pero Arabia Saudita no solo paga las compras que realiza para su propio arsenal, sino que además financió los 24 aviones Rafale, cuatro corbetas misileras Gowind, una FREMM, dos porta-helicópteros de clase Mistral y un satélite de comunicaciones militares que compró el presidente egipcio Abdel Fattah al Sissi en los últimos años.

El domingo pasado, Gran Bretaña, Francia y Alemania divulgaron una declaración conjunta condenando "en los términos más contundentes posibles" el asesinato "injustificable" de Khashoggi, pero sin formular comentarios ni amenazas sobre las ventas de armas.

Pese a la presión de la prensa y de la oposición política, el presidente Emmanuel Macron mantuvo un ambiguo silencio que duró tres semanas. Si bien inicialmente expresó “toda su indignación” por el crimen y luego firmó el comunicado conjunto con Londres y Berlín, el viernes pasado terminó por negarse a boicotear las ventas de armas, porque sería un gesto de “pura demagogia”, explicó. “Puedo comprender el vínculo [de Arabia Saudita] con Yemen. Pero en el caso de Khashoggi, no hay ninguno”, comentó con fastidio.

Esa posición, en definitiva, no dista demasiado de la actitud adoptada desde el principio por el presidente norteamericano Donald Trump.

Como Macron, el socialista Pedro Sánchez, presidente del gobierno español, también debió apelar a una compleja dialéctica para justificar el mantenimiento de las ventas de armas a Ryad.

“La exportación de armamentos es un claro ejemplo de la complejidad de la política y de la dificultad de llevar adelante ideas sin tener en cuenta la necesidad de los acuerdos y de entender las prioridades de la gestión pública”, explicó para terminar invocando la defensa de los “intereses generales de España” y la actividad de sectores estratégicos “situados muchos de ellos en zonas muy afectadas por el drama del desempleo”.

El filósofo británico Bertrand Russell había descubierto mucho años antes la contradicción esencial de la política que ahora enfrenta Europa. “La Humanidad —dijo hace más de medio siglo— tiene una doble moral: una que predica y no practica, y otra que practica, pero no predica”.

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